La revista cuencana de letras “Casa Tomada” -iniciativa cultural independiente del colectivo con el mismo nombre- acaba de presentar su segundo número impreso, el cual ha sido dedicado a la memoria del gran poeta ecuatoriano Efraín Jara Idrovo (1926-2018). En esta edición se incluyen textos de: Eliécer Cárdenas, Carlos Pérez Agustí, Andrés de Müller, Catalina Sojos, Sara Pacheco, Pedro López, Aquiles Jimbo Córdova, Francisco Andrade Espinoza, Susana Moreno, Fernando Moreno y José Lira Sosa. A continuación Metaforología Gaceta Literaria reproduce desde la publicación mencionada el ensayo: “VOLVERÁN PARA UN CAFECITO”, cuyo autor es el escritor catalán Andrés de Müller.

 

 

 

 

 “VOLVERÁN PARA UN CAFECITO”

Andrés de Müller

 

Efraín Jara Idrovo, considerado el poeta ecuatoriano vivo más importante hasta el día de su deceso a los 92 años, acaecido el 8 de abril de 2018, dispuso incluso de su muerte de manera anticipada para hacer poesía (Alguien dispone de su muerte, 1988, y Epitafio para Efraín Jara, 2015), transformando así el tránsito al otro mundo -especialmente en su poema más celebrado, Sollozo por Pedro Jara (1978)- en punto de partida que no acaba. Se fue el hombre y queda, anclada con firmeza en la literatura más profunda, su obra.

Queda también el rastro de una biografía -ora azarosa, ora venturosa- en las huellas de sus versos, la enormidad desoladora de las Islas Galápagos encapsulada en adjetivos exactos y el desgarro de una soledad que se ingiere a bocados y que, lo mismo que indigesta, redime y revela. En El Almuerzo del solitario (1974) leemos: “no se es / se llega a ser el solitario / la obstinación de la lente que concentra la luz / la polea que gira delirante sobre sí misma / el astro suspendido / a pura fulguración en el vacío / en la penumbra de enredaderas / del vientre de la madre / fuimos macerados por la soledad / y la incertidumbre”. Incertidumbre y soledad resollando sobre el aura de sabios que, como Efraín, supieron transmutar en creación, alquimia prodigiosa de palabras con que traducir lo inefable. Observamos en esta hermenéutica del vacío de uno mismo frente a uno mismo un paralelismo tan íntimo con César Vallejo en Trilce, culmen del vanguardismo y campo de pruebas lexicográficas -veneradas por Efraín-, concretamente en el poema XXVIII, que bien podría tildarse de hermandad. Empieza así: “He almorzado solo ahora, y no he tenido / madre, ni súplica, ni sírvete, ni agua, / ni padre que, en el facundo ofertorio / de los choclos, pregunte para su tardanza / de imagen, por los broches mayores del sonido”. He aquí uno de los mayores representantes de la poesía contemporánea del Ecuador (digno heredero de las llamadas “Generación Decapitada” y “Generación del 30” que le precedieron) dándose la mano, a través de las letras y el tiempo, con la luminaria de la poesía peruana y universal, rompiendo al unísono los moldes del Modernismo y reinventando el propio concepto de la métrica (en este sentido, ambos convergen en la Poética de Aristóteles sobre la reflexión ética y estética como un todo indisoluble).

Tuve el honor de conocerlo a principios de 2016 en el Salón del Pueblo de Cuenca, un espacio cultural perteneciente a la Casa de la Cultura Ecuatoriana Núcleo del Azuay (que presidió con brillantez durante los períodos 1970-1984 y 2003-2007, coincidiendo allí con una aventajada discípula y hoy referente de la poesía ecuatoriana, Catalina Sojos), poco después de que se añadiese el nombre del poeta a dicho espacio a modo de reconocimiento por su trayectoria literaria por iniciativa de Carlos Vásconez, a la sazón presidente de la institución. A continuación, nos dirigimos a escuchar a la virtuosa saxofonista norteamericana Su Terry en Jazz Society Café, donde Efraín, melómano consumado y gran conocedor de todos los géneros filarmónicos (recordemos que el Estudio XI para piano de K. Stockhausen y la Tercera Sonata de P. Boulez fueron modelos para la organización sintáctica de Sollozo por Pedro Jara), nos contagió su entusiasmo en una velada de notas heterodoxas como cualquier aproximación a la existencia y sus múltiples aristas. Allí estaba, entre otros, su nieto José María, cuya carrera musical fue apoyada sin fisuras desde el principio por Efraín y que, el día de su funeral, pronunció un emotivo discurso sobre cómo la cercanía con su abuelo contribuyó a cicatrizar viejas heridas familiares que todos, de una manera u otra, arrastramos.

Al año, me recibió gentilmente en su casa en compañía de su primogénito Johnny y su fiel empleada doméstica Leticia, y, provistos de un café humeante, conversamos sobre arte (rodeados de los bellísimos cuadros de Oswaldo Guayasamín, Alejandro Beltrán, Oswaldo Viteri y Luigi Stornaiolo en su casa junto al Hotel Oro Verde) y literatura, sobre la escritura como destino y el bagaje de la experiencia -ay, tantas veces dolorosa- camuflado aun en lo aparentemente más trivial. Le leí algunos de mis poemas (que, tras unos meses, se publicarían en un poemario titulado Palabra de río prologado por la poeta guayaquileña Ana C. Blum) y me exhortó a seguir produciendo con una generosidad de espíritu que siempre le agradeceré, pidiéndome acto seguido que le leyera algunos de los suyos, especialmente Balada de la hija y las profundas evidencias (1963) –“El ser retorna al ser. / Nada se pierde. / Lo más leve del fuego esplende en llama. / Lo más denso del rayo nutre el trueno; / lo más puro del alma, el polvo, el tiempo…”-, un canto de esperanza por el nacimiento de su hija Renata como preludio insospechado y contrapeso brutal de la elegía que, quince años más tarde, ofrecería como tributo a su hijo Pedro (grito cósmico ante el suicidio con reminiscencias del que profirió Rainer María Rilke enfrentado a esa misma realidad en su maravilloso Réquiem por Wolf, conde de Kalckreuth), haz y envés del ciclo eterno.

Naturaleza en esplendor y naturaleza quebrada, el asombro ante el misterio como constante vital. Doce días antes de su muerte, el 27 de marzo, al concluir un homenaje que el colectivo “Casa Tomada” le dedicó en el Museo Remigio Crespo Toral -una semana después del homenaje institucional que le rindiera la Dirección de Cultura de la Municipalidad de Cuenca en el Teatro Sucre, bajo el liderazgo de Silvia Ortiz y con las presentaciones de lujo de Oswaldo Encalada y Cristóbal Zapata, coincidiendo con el Día Internacional de la Poesía (21 de marzo)-, fue un privilegio unirme a un grupo de sus amigos más queridos (Eliécer Cárdenas, Carlos Pérez, Paúl Solano, Pilar Tordera, Ernesto Aries y César Mejía), cordialmente congregados por su hijo Renán, en el que sería nuestro último encuentro. Nos recibió con el rostro iluminado, la mente lúcida, la queja de estar aislado, dialogamos, leímos y reímos, y nos despidió con un ruego: “volverán para un cafecito”. Un cafecito que, en la etapa interrumpida de la planificación, no llegó a concretarse, pero el aroma de la invitación -la continuidad de aquel momento mágico, la compañía prolongada más allá de esta dimensión material en que torpemente nos movemos- seguirá impregnando su recuerdo, consolándonos por una ausencia que, en virtud de esa convocatoria deseada por el corazón y, finalmente, truncada por la cronología y sus imperativos, será tesoro de la memoria, presencia muy cercana y verbo performativo. Hasta siempre, Efraín, y bienvenido al Parnaso del que fuiste tan esforzado embajador trascendiendo patrias y épocas. En tu Epitafio para Efraín Jara hiciste, a la vez, testamento poético: “Lo desveló tan solo la hermosura / y en condiciones de excepción, amó / y fue amado por la poesía”. Fuiste amado, además, por cuantos, conociéndote, te admiramos, y lo seguirás siendo por cuantos, leyéndote, te admirarán igualmente y corresponderán con su goce -estético, intelectual, espiritual- al inmenso amor con que alumbraste cada palabra.

 

Pocos días antes de su fallecimiento, miembros del colectivo Casa Tomada efectuaron una visita al poeta Efraín Jara Idrovo.
Pilar Tordera, Andrés de Müller y Eliécer Cárdenas leyeron algunos de los poemas más memorables del autor.

 

 

POEMAS DE EFRAÍN JARA IDROVO

 

Sollozo por Pedro Jara
(Estructuras para una elegía)

I

1.1

el radiograma decía
“tu hijo nació. cómo hemos de llamarlo”
yo andaba entonces por las islas
dispersa procesión del basalto
coágulos del estupor
secos ganglios de la eternidad
eslabones de piedra en la palma del océano
rostros esculpidos por el fuego sin edad
soledad
terquedad relampagueante de la duración
enconado olor seminal de los esteros
andaba
anduve
y dije
mientras vociferaban la sangre y las gaviotas
se llamará pedro
pedrohuesosdepedernal
pedrorrisadepiedra
piedra inflamada por la lumbre de meteoros de la vida

1.2

el radiograma decía
“tu hijo nació. envía su nombre”
yo andaba entonces por el archipiélago
renegrida osamenta del basalto
sílabas del silencio
sillares de la eternidad
guirnalda de piedra en el pecho del océano
coloquio de cíclopes sin edad
soledad
orfandad deslumbrante del espacio
desgarramiento de túnicas del viento
andaba
anduve
y dije
en tanto aullaban el sexo y las focas
te llamarás pedro
pedrovenasderroca
pedrollamadepiedra
piedra enardecida por el aliento de leones de la vida

1.3

el radiograma decía
“tu hijo nació. cómo lo llamaremos”
yo andaba entonces por las galápagos
cetrinas encías del basalto
alvéolos del desamparo
dentadura de la eternidad
diadema de piedra en la testa del océano
mantos de lava sin edad
soledad
oquedad fulgurante del tiempo
hervor continuo de astros al pie de los acantilados
andaba
anduve
y dije
entre el bramido de los sueños y las olas
te llamaré pedro
pedroespinazodepeña
pedropiedrasinedad
piedra tenaz e incandescente que ha de sobrevivirme

 

II

2.1

¡hijo mío!
mordido implacablemente por los nitratos de los días
parecías tallado en diamante
hechoparaempiedradurar
hechoparaperdurar
entre las proliferaciones de herrumbre del tiempo
pero todo cuanto arde en la sangre o la inteligencia
suena a caída de hojas y aniquilamiento
ay cinceles de piedra para hendir la roca
ay impacto sordo de fruto del golpe de las masas
ay facciones abrasadas por la lengua de la caducidad
rostros de piedra
rastros de piedra
semblantes de piedra rapa-nui
pómulos curtidos por la soledad del mundo
friso del desamparo
cuencas imperturbables donde se agazaja el tiempo
como un pequeño animal despavorido
sienes de piedra
mandíbulas de piedra
pedrobasalto o pedroisladepascua
piedras contaminadas por la pasión del hombre
piedras corroídas por las sales del exterminio
piedras que han ido aligerando el volumen
en el polvo sollozante de los adioses

2.2

¡hijo mío!
azotado salvajemente por la desesperación de las olas
Parecía cincelado en granito
hechoparaempiedraendurar
hechoparaperdurar
entre la frenética agitación de las aguas
pero todo cuanto se enciende en el corazón o el tacto
se infecta de perecimiento
ay puntas de obsidiana de las armas de mis abuelos
ay graznido de halcón de las hachas arrojadizas
ay lajas de las calzadas imperiales
rótulas de piedra
vértebras de piedra
escalines de piedra de macho-picchu
cresta en la que afilan su alfanje las centellas
balcón arisco del cóndor
goterón de silencio donde anida el tiempo
como flor entre los costillares triturados del trueno
fémures de piedra
párpados de piedra
pedroasperón o pedromachu-picchu
piedras dejadas de la mano del hombre
piedras caldeadas por los tizones de la agonía
piedras que han ido desvaneciendo el afuera
en el polvo de las despedidas

2.3

¡hijo mío!
desgarrado despiadadamente por las uñas de la sombra
parecías labrado en pedernal
hechoparaempiedramadurar
hechoparaperdurar
entre la silenciosa violencia de las cenizas
pero todo cuanto toca la mano o el amor
empieza a vacilar y desmenuzarse
ay guijarros vueltos silbo de dardo por la honda
ay hornacinas de donde el cierzo expulsó al guerrero
ay volúmenes arrancados al sueño de la geología
muros de piedra
hombros de piedra
dinteles de piedra de inga-pirca
proa despedazada en los arrecifes de lo perecedero
encordadura del aguacero
gran ábside donde golpea el viento
como un muñón de cólera
torso de piedra
cejas de piedra
pedropórfido o pedroinga-pirca
piedras contagiadas por el desvelo del hombre
piedras carcomidas por los líquenes del exterminio
piedras que han ido consumiendo su presencia
devoradas por la supuración de la muerte

 

III

3.1

desesperado revoloteo del instante
nosotros
los insensatos
los alimentadores de desmesuras y de tumbas
los que nos desvelamos
por saber qué hacemos aquí
anhelamos la inmensidad del océano
y sólo nos pertenece la indecisión de la lágrima
pedropiélago te quise
te tuve pedrogota
pedromar te ansié
te perdí pedroespuma
como a la playa la marea debías sobrepasarme
pero tu muerte crecía más rápido que mi amor
delicada espina de erizo
sombrilla errante de la medusa
agonía de terciopelos del deslizamiento del pez
chillido de la gaviota entre el fragor dula rompiente
todo se ahonda
se hunde
se difunde
parecías forjado con la tenacidad del arrecife
farallón olvidado del tiempo
indeclinable jabalina del albatros

¡pero fuiste aleteo de golondrina en el vendaval!
imaginé disparándose tus huesos
con la gracia tenaz de las columnas
con la agresiva terquedad de las madréporas
¡pero fuiste apenas resplandeciente estertor
del róbalo aventado en las arenas!
ay pedroesteladealgas
ay pedrosalpicaduradeola
en el rutilante acantilado de la vida

3.2

fulminante incandescencia de lo efímero
nosotros
los desatinados
los alimentados con desvaríos y frustraciones
los que nos obstinamos
por justificar el júbilo de estar aquí
codiciamos la vastedad del bosque
y sólo nos pertenece la vacilación de la hoja
pedroselva te quise
te retuve pedropecíolo
pedrofronda te ansié
te perdí pedrohojarasca
como al girasol la semilla debían sobrevivirme
pero tu sangre corría más rápido que mi desvelo
quebradiza aguja de pino
titubeante pupila de la resina
frenesí de mariposas de la lámpara del polen
trino de ruiseñor entre el estruendo de la catarata
todo se ahonda
se hunde
se refunde
parecías erguido con la reciedumbre del olivo
encina olvidada del tiempo
orla inabarcable del vuelo del gavilán¡pero fuiste colibrí en el embudo del huracán!
concebí perfilándose tu frente
con la dulce pertinacia de las cortezas
con la agria avidez de las raíces¡pero fuiste apenas crujido de ala de ángel
de la espiga pisoteada por el casco!
ay pedrohuelladegarza
ay pedrorrasguñodeviento
en el resplandeciente promontorio de la vida

3.3

incesante remolino del ahora
nosotros
los obcecados
los urdidores de discordias y silogismos
los que nos desesperamos
por descifrar los signos de la incertidumbre
ambicionamos la imperturbabilidad de la montaña
y solo nos pertenece la postración del polvo
pedromegalito te quise
te tuve pedroguija
pedrorroca te ansié
te perdí pedroarena
como a la colina la luna debías desbordarme
pero tu angustia cundía más rápido que mi dolor
trizada lámina de lapislázuli
deslumbradora llaga del diamante
relampagueante éxtasis de la vena aurífera
arrullo de paloma entre la vociferación del alud
todo se hunde
se funde
se confunde
parecían implantado con la serenidad del nevado
filón olvidado del tiempo
majestuosa rúbrica del vuelo del gerifalte ¡pero fuiste empeño de mariposa en la tempestad!
pretendí recortándose tus hombros
con la poderosa simplicidad de las cumbres
con la perseverancia de las murallas ¡pero fuiste apenas súbito centelleo
del guijarro machacado en el torrente!
ay pedrocráterextinguido
ay pedrodesmoronamiento-de arena
en el desfiladero insondable de la vida

 

IV

4.1

en verdad¿fue verdad?,
¿eras tú el que pendía de la cadena del higiénico
como seco mechón de sauce sobre el río?
ser ido
ser herido
sal diluida
suicida
ah surco de paloma del pensamiento
borrado por el sonido atronador del desdén
ah soberbia del astro que manda al diablo su órbita
ah pertinaz repudiador de lo establecido
pedrogorralrevés
pedromuertealospájaros
pedrorrompelosvidrios
el eterno brazo entablillado
pedro fermentación de vísceras de la vida
¡sólo que ya no estás!
sólo que al cerrarte los párpados
para velar el relámpago congelado en tus ojos
ya no te reconocía
¿eras tú en verdad?
¿eso de helada indolencia de témpano?
¿eso de pavesas que la desesperación insta a soplar?
¿eso que se desmorona en las tinieblas para
siempre?

4.2

en verdad
¿fue verdad?
¿eras tú quien colgaba de la cadena del higiénico
como polea inútil de una construcción abandonada?
ser ido
ser sido
sol de huida
suicida
ah recinto de espejos del pensamiento
empañado por el vaho de amapolas de la pasión
ah fascinación siniestra por el ojo de remolino del vacío
ah sempiterno impugnador de los acatamientos
pedrocalzoncillos al revés
pedrocabezarrasurada
pedroceroengramática
y los faldones de la camisa afuera
pedro ofuscación de enredaderas de la vida
¡sólo que ya no estás!
sólo que al ponerte las manos sobre el pecho
para devolverte a la inocencia delirante de la materia
ya no te reconocía
¿eras tú en verdad?
¿eso de vana crispación de mano de náufrago?
¿eso de cenizas que el viento no tardará en dispersar?
¿eso que devoró su reserva de lumbre en una sola fulguración?

 

Balada de la hija y las profundas evidencias

El gozo de la luz se hace manzana;
el sueño de la tierra, hierba trémula.
Lo más lento del aire se hace nube;
lo más ágil del agua, pez o espuma.

Lo más áureo del sol prende la espiga.
Lo más triste del cielo cae en lluvia.
Lo más raudo del viento cuaja en pájaro;
lo más sueño del hombre, en canto, en hijo…

¡Oh sueño de mis sueños, Hija Amada,
alboroto de mi alma, flor surgida
entre tantos escombros de la sangre!
¡Pequeña uña rabiosa de la vida!

Me redimes del tiempo, luminosa
arteria del diamante o del lucero.
Antes de ti, el bosque, el prado, el río;
después, el corazón, de nuevo el bosque…

No hay antes ni después; sólo este júbilo
detenido en tus ojos para siempre.
¿Qué pudo suceder antes de tu alma
o advenir después de tu sonrisa?

¡Cuánto tardaste, amor, en devolverme
la soledad gastada a manos llenas!
Monedas de pasión nunca extraviadas,
en mi canto tornáis, multiplicadas.

¿En dónde está la espina de mi infancia,
la luz de junio sobre los nogales,
el ardor del torrente, la oxidada
cimbra que en la humedad tensan las ranas?

¿En dónde están: mi corazón cansado
de tanto amar a los desposeídos,
las grandes pausas de abandono y muerte
frente al total silencio de los astros?

¿Qué se hicieron los días en que el vino
fundó la realidad con los fantasmas,
la ola de redención de la belleza
que rescató los despojos de los sueños?

¿Qué se hizo la mar, su piel violenta,
la agitación del ser cumpliendo, insomne?
¿Qué fue de la conciencia empecinada
en oponerse al mundo, que es su imagen?

El ser retorna al ser. Nada se pierde.
Lo más leve del fuego esplende en llama,
lo más denso del rayo nutre el trueno;
lo más puro del alma, el polvo, el tiempo…

Lo más frágil del alba quiebra en trino;
lo más pobre del pobre, en la ternura.
Lo más blando del ave adensa el nido.
Lo profundo del hombre se hace canto…

En dar brillo y aroma a los rosales
gasté muchas sandalias y veranos;
en otorgar murmullo a los arroyos,
rumor del corazón, flema del alma.

Todo iniciaba en mí su resonancia.
Cobrando oscuridad, como la noche
para el hilván de las constelaciones,
se apagaba mi ser, y el mundo ardía…

Nada es gratuito, si algo es verdadero.
No cuestan sólo el pan y las camisas:
más caro es el balido del cordero,
la luz del alba, de nuevo, en la ventana…

En mí fue dispersión, Niña Preciosa,
lo que tu sangre aquieta y eslabona:
la redondez del fruto no recuerda
la oscura agitación de las raíces…

Desde mis arboledas, como un himno,
el rumor de tus venas se expandía.
Mi alma soñaba a tu alma; como el viento,
su nudo de palomas desatado.

Eres yo y más que yo: eres la espuma
que torna a la inconstancia de la ola;
el desmoronamiento del aroma,
devuelto a la cantera de la rosa.

Eres yo y más que yo: en ti regresa
el bosque a ser puñado de semillas;
retornan las madejas de la nube
al susurrante asombro de las aguas.

Te prolongo hacia ayer; tú me proyectas
con la avidez del ala, hacia el futuro.
Agotas, tú, mi ser y lo desbordas
en el presente puro de tus ojos…

¡Porque nada se gasta sin motivo!
Lo más dulce del trébol se hace abeja;
lo más terso del tacto, piel amada;
lo más arduo del alma, pensamiento.

Lo voluble del nardo huye en aroma.
Lo tenaz de los huesos pacta en lágrimas.
Lo más fresco del árbol se hace sombra
lo ávido de la conciencia, el universo…

Quebranto y alegría, anhelos, júbilo,
vuelven al corazón donde partieron.
Pero si alguien soñó o amó en la vida
los confines del mundo ha dilatado.

Ya no es el mundo el mismo, su armonía
con recientes acordes ha acrecido.
Si vuelve la cometa, es diferente:
torna empapada del rumor del cielo.

¡Oh esencia extraña del cundir humano;
vida que sólo es vida si es más vida!
¡Oh pura agilidad siempre en peligro,
efímera extensión, sombra del tiempo!…

En hermosura y música regresa
tu imagen bienamada hasta mi pecho
de varón solitario, corroído
por el viento nocturno de la muerte.

Con sombra de paloma hice tu frente,
con peso de jazmín tus leves manos.
Al espectro del ciervo yo he creado
para que fulgurara en tus cabellos.

La oveja me devuelve la dulzura
con que aureolé su paz para tus ojos.
Para tu voz, el río me repone
su manojo de venas disgregadas…

En ti rescato lo que di a la vida:
mi niñez aventada en las espinas:
mis años junto al mar, allá en las islas,
oyendo respirar, sordo, el planeta.

¡Hija mía, presagio de la dicha!:
no la felicidad, su anuncio sólo,
la intensa exaltación que le antecede
y que, por no advenida, jamás cesa…

Nada fue inútil mientras destellaba.
Lo absorto de la piedra engendra el musgo.
Lo inmóvil de la altura se hace nieve;
el perfil de la brisa, mariposa.

Lo terco del sonido irradia en eco;
la plétora del ser, en sensaciones.
Lo más voraz del alma enarca el sexo.
Lo vano del recuerdo se hace olvido…

De queresas de mosca estamos hechos,
de obstinada pasión irremediable.
No venimos, no vamos, aquí estamos;
mientras anima el fuego fulguramos…

Sólo el amor nos salva y justifica
la indolente crueldad de la existencia.
Sólo el amor y el canto nos reintegran
lo que dimos al mundo, dilatándolo.

¡Hija amada, burbuja de alegría!,
todo converge en ti y, acrecentado,
en tierra, en cielo, en mar, en aire, en fuego,
reposa en ti, salvado para siempre…