Voces del Sur en el Festival Internacional de Literatura de Houston

Por Judith Santopietro

Festival de Li
Fotografía: Casa Cultural de las Américas

Para acudir al Festival Internacional de Literatura de Houston hay que hacer una búsqueda de lo que pareciera imposible: una capilla entre los múltiples jardines y edificios con salones y oficinas de la Universidad de Houston. Una capilla como símbolo físico de las religiones que cohabitan en este espacio desde el siglo pasado, incluso antes de que se fundara esta institución en 1927.  Esta capilla que simboliza el compromiso entre la universidad y la comunidad religiosa, reminiscencia de las clases diurnas que se impartían en la Segunda Iglesia Bautista durante las negociaciones del nuevo espacio de esta universidad entre 1934 y 1935, está plagada de símbolos religiosos y espirituales genéricos que funcionan de forma inversa: no son específicos de ninguna religión, son arcos como símbolo de lo eterno y lo divino, vitrales sin rastros de ninguna creencia, emblemas de belleza en lugar de ilustraciones de una tradición. El arquitecto construyó el recinto aquí porque halló 12 ramas de un arbusto, igual número de los clérigos fundadores de esta Universidad y de los 12 representantes de los grupos religiosos que forjaron la idea de este centro. De la A a la Z de las religiones, acordaron en una reunión, de los anglicanos al zoroastrismo para que todas tuvieran cabida. El arquitecto vio su propia águila parada sobre un nopal devorando la serpiente, igual que en aquella crónica de la fundación de Tenochtitlan narrada en la Tira de la Peregrinación [1] para así construir el Centro de Estudios Religiosos que se fortaleció después de la Segunda Guerra Mundial con el florecimiento de organizaciones religiosas que, a su vez, servían a la creciente población universitaria: veteranos de guerra, sus familias y estudiantes de reciente llegada.

En este recinto que es cuna de los grupos religiosos, el Festival Internacional de Literatura reúne a poetas latinoamericanas de Argentina, Bolivia, Colombia, Ecuador, México, España, Estados Unidos, Uruguay y Venezuela ante un público académico y universitario que escucha esa diversidad lingüística del español en EE UU -el segundo idioma en este país en la actualidad-.  Poetas de distintas tradiciones y generaciones, poetas del Sur y del Norte, que migraron en el siglo pasado en busca del exilio o de la patria nueva y extendida; otras que, antes y después de las dictaduras, permanecieron en sus países en una resistencia implacable a través de la literatura. En su poesía habitan los rasgos del trasiego de las cosas y los cuerpos, de la voz en permanente búsqueda de otros lenguajes: la música y el canto: La voz traspasada por otras disciplinas y también por el aprendizaje y contacto de otros idiomas: si el quechua, el inglés, el portugués, el español en territorio americano, si el spanglish.

En este ensayo abordaré algunos aspectos de la producción literaria de cuatro de estas poetas: Diana Bellessi (Argentina), Ana Cecilia Blum (Ecuador), Ida Vitale (Uruguay) y Matilde Casazola (Bolivia). Para este acercamiento consideraré los postulados de Gilles Deleuze en su libro La lógica del sentido, por lo que este análisis de su poesía también podría considerarse una meditación sobre el cuerpo y la voz, un análisis al acontecimiento, definido por Deleuze como el paso de un texto por un cuerpo hacia otros cuerpos. Acontecimientos que son ideales y singulares por naturaleza, cuyo alcance va más allá del presente, un tiempo que se vuelve el vaso comunicante entre todas estas singularidades. Un tiempo que es el Aión sin límite, muchas veces expresado en el infinitivo (Deleuze, 45) en sus poemas. Hallaremos los rasgos del acontecimiento deleuziano en los versos de las poetas.

Acto 1

La golden hour se acerca.  Una iglesia entre la Universidad se ilumina a través de los vitrales sin imágenes sacras.

Entran las poetas y toman asiento en el púlpito. Diana Bellessi inaugura esta variada serie de performances poéticos que suceden durante los dos días del festival.

Diana Bellessi es una poeta argentina nacida en 1946, de las más importantes después de la dictadura político-militar en su país. Entre sus obras figura Voz en Bandolera, un libro que hace un recorrido por Lima, el río Paraná y el Hudson, por el movimiento político de los Piqueteros, también por Canarias, África, Tenerife y los jardines en expansión que la voz poética planta y ve morir:

He construido un jardín para dialogar

allí, codo a codo en la belleza, con la siempre

muda pero activa muerte trabajando el corazón.

Deja el equipaje repetía, ahora que tu cuerpo

atisba las dos orillas, no hay nada, más

que los gestos precisos -dejarse ir- para cuidarlo

y ser, el jardín.  (104-105)

Bellesi traza la relación con el cuerpo y con el lenguaje en este poema, ese jardín donde el diálogo no acontece como tal entre sujetos, sino en el sentido de ser un esplendor del acontecimiento. Por lo tanto, no es lo que sucede sino lo que debe ser representado, comprendido y querido (Deleuze, 109): un jardín dispuesto a morir, que se renueva, que exige ser podado, que usa los códigos de su propio lenguaje para este diálogo que excede un tiempo determinado. El jardín muere y se renueva idealmente hasta convertirse en el sujeto que lo enuncia.

Tener un jardín, es dejarse tener por él y su

eterno movimiento de partida. Flores, semillas y

plantas mueren para siempre o se renuevan […] (104)

Acto 2

La luz es un golpe directo en la cara, se refracta en la bóveda. Cambiamos de lugares y rotamos como girasoles a la inversa para escondernos de su impertinencia. Desde aquel púlpito lleno de banderitas de países latinoamericanos, Ana Cecilia Blum lee sus poemas. Para mí acontece un reencuentro después de aquel verano de 2014 en el Maratón de la Poesía en Washington DC, donde se reunieron poetas en lengua española.

Ana Cecilia Blum es una poeta ecuatoriana nacida en 1972, que actualmente radicada en los Estados Unidos. Es editora de la gaceta literaria Metaforología, una plataforma que difunde la poesía de escritores latinoamericanos en español. Pertenece también a una generación de escritoras que han navegado en otros idiomas como el inglés. Sin embargo, su producción literaria toma fuerza en español y desde un país que ya no le es ajeno, produce y publica en su idioma materno. De su libro Donde Habitan las Palabras quiero destacar los aspectos de los tiempos verbales a los que se refiere Deleuze:

[…] los verbos y su conjugación encarnan la reacción. El verbo no es una imagen de acción exterior, sino un proceso de reacción interior al lenguaje. El infinitivo puro es el Aión, la línea recta, la forma vacía o la distancia; no implica ninguna distinción de momentos, pero no deja de dividirse formalmente en la doble dirección simultánea del pasado y el porvenir. El infinitivo no implica un tiempo interior a la lengua sin expresar el sentido o el acontecimiento, es decir, el conjunto de problemas que la lengua se plantea […] (134)

En el poema “Ancla el pretérito” del apartado Áncoras 2015 de Blum, encontramos ese tiempo ilimitado -el Aión- encarnado en el infinitivo del acontecimiento:

Frecuentar las sillas que dejamos,

los pájaros encuentran allí la tarde.

Saber si en el patio nos esperan

el juguete,

los árboles que trepamos

y esos frutos

que no quisieron

madurar. (15-16)

Nada acontece en el presente en este poema -aunque así pareciera- sino que transcurre en un pasado que se expande hacia lo que está por venir, el futuro del que no se tiene certeza. La voz poética, que también habla por otros, nos mantiene expectantes ante lo que desea encontrar: lo pasado perenne, unos frutos que no maduran, las cosas estáticas en un sitio que quedó atrás o que espera. Es ese acontecimiento que también es un fantasma, un efecto ideal en el poema que nos mantiene en espera infinita por lo que vendrá, lo que acontece en el momento, lo que no acaba de ocurrir, una especie de fisura en el tiempo (Deleuze, 151-154):

Acto 3

Hay un estribillo que no cesa; una canción que se vuelve tediosa después de que alguien olvida la letra frente al público. Hay una improvisación que celebra los 94 años de la poeta Ida Vitale con las mañanitas. Después de algunos años de escuchar las aristas diversas de su historia de exilio en México historias que transcurren en el claroscuro, la vuelvo a ver. La primera vez la conocí en Austin en 2013. Enrique Fierro leyó un poema sobre la ventana roja y ella sólo escuchaba. Ahora, por supuesto que su lucidez me impresiona. Ha pasado recitando de memoria, con los labios en silencio, los versos que otra poeta citó en un ensayo previo pero que no dijo con exactitud. Una forma tenue de corregirla, sin presunción pero con exactitud. La misma lucidez de otros uruguayos que me criaron en la poesía, la no-generación del exilio, en la que siempre sonó el nombre de Ángel Rama.

Ida Vitale es poeta uruguaya. Entre sus muchos oficios se encuentra el de traductora, ensayista, crítica literaria y profesora. Suma innumerables premios de poesía, entre los que destacan el Premio Alfonso Reyes y el Reina Sofía. Es considerada parte de las vanguardias históricas latinoamericanas y se le considera integrante de la Generación del 45

Casas

Salas en sombra, ciegas, casas solas,

nos miran con paciencia partir,

nos gravan con su quietud,

suspendidas en umbrales esperan.

Saben que siempre se regresa a ellas,

al silo que su sitio significa,

más que a la ciudad misma. (130)

Así como en el simbolismo francés, del que por cierto está influenciada la poesía de Vitale, en este poema el acontecimiento no es el objeto designado sino expresado o expresable, en pasado o en el porvenir. En especial en Mallarmé, el objeto está expresado por ausencia y tiene una posición en el vacío como acontecimiento puro (Deleuze, 100). En este poema, por ejemplo, las casas son nombradas por la ausencia de los sujetos: los que las habitaron y regresarán. La víspera permanente o el estar en vilo ante el acontecimiento sostienen la imagen de un sitio abandonado, casi intacto. “Todo es víspera”, multiplica otro de sus poemas ese momento, la voz poética nos suspende en el sueño, es una voz que se desliza por la superficie de los cuerpos:

Todo es víspera.

Todo sueña un renuevo

y mueve el corazón a defenderse

de los derrumbaderos.

Cada uno en su noche

esperanzado pide

el despertar, el aire,

una luz seminaria,

algo donde no muera. (140)

Acto 4

Viví en Bolivia y, desde entonces, ese acontecimiento se ha vuelto inseparable a mí. Una experiencia corporal atravesada por la música andina, entre ellas la cueca. Esperé dos viajes al Sur, el invierno y la entrada de la primavera invertida en aquella latitud, para escuchar a Matilde Casazola, pero nunca sucedió. Lo más cercano fue un concierto de Jenny Cárdenas. Este jueves, primer día del Festival, la escuché cantar algunas cuecas y me entró en el cuerpo eso que llaman tirisia, la enfermedad del alma cuando alguien se va. La ausencia de un lugar al que no se pertenece.

Matilde Casazola es una poeta y cantautora boliviana enraizada en la tradición musical de su país. Su poesía ha sido difundida por la cantante Jenny Cárdenas y por el cineasta Paolo Agazzi. En 2016 recibió el Premio Nacional de Cultura en su país, como reconocimiento de una trayectoria de 50 años.

Nos dice Deleuze en su decimocuarta serie “De la doble causalidad”, que el acontecimiento es de naturaleza diferente de las acciones y pasiones del cuerpo, sin embargo resulta de éstas. Por lo tanto, al referirnos al sentido aludimos al efecto de causas corporales, que al mezclarse ponen al acontecimiento en riesgo de ser atrapado por su causa. (72).

Los poemas titulados “2” y “VII” de Matilde Casazola dejan estas posibilidades de la doble causalidad al descubierto:

2

¿Quién ha hecho estas casas

estos puentes

estas vías del tren?

Otros hombres que fueron antes que yo.

Sus mentes idearon

sus manos dieron forma […]

Otros hombres respiran

se manejan  

organizan su vida

en olvido completo de mi nombre y su causa […] (35)

Podemos hablar también del tiempo del Aión encerrado en las preguntas que la voz poética dirige al pasado, pero también podemos señalar la causa que está voluntariamente mencionada en el poema, este acontecimiento que se deriva de lo que construyeron, pensaron, idearon, donde el cuerpo fue el elemento principal para llevar a cabo estas acciones que germinaron en el trazo de una ciudad cuya arquitectura trasciende al sujeto. Lo corporal, entonces, cumple una función intensa en estos poemas donde las pasiones del cuerpo derivan en la casicausa que trata de doblar esta causalidad física, la de los sujetos que realizan acciones mundanas y pragmáticas. Esta casicausa encarna el acontecimiento en el presente más limitado posible, el más preciso, el más instantáneo, puro instante captado en el punto en que se subdivide en pasado y futuro (Deleuze, 107): los de antes que erigen una ciudad y los del presente que la habitan.

Acto final

Matilde Casazola canta durante los dos días del festival. Es parca y pequeñita. Lleva esos lentes color humo que le dan un tono serio, pero cuando habla lo hace con esa calidez boliviana que tienta las erres del quechua y el aymara.

Las poetas continúan leyendo. Hilo este ensayo para hallar ese núcleo común en su poética, para ir poniendo un hilo rojo -como en los performances de Cecilia Vicuña donde hay quipus rojos- con el que pueda contar su historia contemporánea a través de líneas y acontecimientos.


[1] También conocida como Códice Boturini en el que se narra la migración desde Chicomoztoc. Data de la primera mitad del siglo XVI.


Bibliografía:

  • Bellessi, Diana. Voz En Bandolera. Antología Poética. Editado por Erika Martínez Cabrera, Visor Libros, 2007. Impreso.
  • Blum, Ana C. Donde Habitan Las Palabras (poesía reunida). Poeticus Press. Metaforología Libros, 2017. Impreso.
  • Casazola, Matilde. Poesía Completa. Editorial Gente Común, 2011. Impreso.
  • Deleuze, Gilles. La Lógica Del Sentido. Escuela de Filosofía Universidad ARCIS. Digital.
  • Vitale, Ida. Sobrevida. Antología Poética. Editado por Minerva Margarita Villarreal, Ediciones Era, 2015. Impreso.

Judith Santopietro (México, 1983). Poeta e investigadora. Autora de los libros Palabras de Agua y Tiawanaku. Poemas de la Madre Coqa. Ha realizado investigaciones de literatura latinoamericana y mesoamericana en la UNAM, la Universidad de Texas en Austin y la Universidad de Leiden en Holanda. Actualmente, investiga y escribe narrativas de migración sobre comunidades indígenas en la ciudad de Nueva York.



Nota de la Autora: Escribí este texto para conmemorar el encuentro de 4 poetas sudamericanas en el Festival Internacional de Literatura de Houston en 2017 donde también participaron: Soledad Bravo, Siomara España, Andrea Cote, Jeannette Clariond, Verónica Aranda, María Cardenas y Debora Mouton. Casa Cultural de las Américas reúne cada año en el mes de noviembre a poetas, escritores y artistas del Continente Americano en Houston, Austin y San Antonio, Texas.