CUATRO PROSAS POÉTICAS DE
ALBERTE MOMÁN NOVAL

De Memorias de un gato (Inédito)

 

 

La herradura vencida. La calma impregnada de herrumbre que carcome apenas niebla sobre tus pupilas. Te dejas caer en cualquier superficie y mientes cuando callas. Tu sonrisa es solo una muestra de que permaneces. Espero tu palabra que no llega y mastico mi culpa y recorro tus ruinas con las yemas hasta que duermes o finges dormir para no verme, hasta que la noche cubre el sofá y la mañana nos encuentra separados.

 

Estado de gracia. Lamento tu ausencia cuando ríes, cuando sostienes el teléfono con ambas manos y cambias el gesto para referirte a mí. Cuento tres nubes antes de contestar. La fórmula que me muestra la ventana de la cocina, la única abertura que entre tus muros permite observar el cielo.

 

Espero impaciente la palabra orden. Siento el sudor frío en las manos en cuanto escucho la puerta del ascensor, a pocos metros de la nuestra. Espero, buscando un lugar donde refugiarme si oigo al pomo ceder ante tu determinación. Ninguna postura resulta lo suficientemente neutral, aséptica, inocente, para aplacar mis ansias. Te observo y detengo el tiempo. Apenas un saludo inaudible sin otro gesto complementario antes de depositar la compra en la entrada, mientras te quitas el abrigo, los zapatos. Tus pasos leves por el pasillo siempre demasiado estrecho. Las bolsas golpeando las paredes y la cocina que te hunde aún más, con la vajilla haciendo equilibrios en el fregadero. Me acerco con cautela. Aproximo mis manos al tejido sintético de tu pantalón. Me detengo bruscamente en cuanto descubro tu mirada reprobatoria. Sé que no es el momento adecuado, que la montaña de cerámica seguirá creciendo una noche más, que veré pasar las horas sobre un vaso de leche fría que bebes con sorbos muy cortos sentada a la mesa de la cocina.

 

 

Apocalipsis. Despierto alertado por el sonido del despertador que no apagas. Hundes el rostro en la almohada y esperas. Delicadamente, vuelvo al descanso apoyando la cabeza sobre mis brazos, no sin antes asegurarme de que duermes. La repetición de la alarma se vuelve en nuestra contra, pero no reaccionas. Me levanto para observarte desde la puerta del cuarto. La luz apenas se hace fuerte en puntos concretos de la pared. Quisiera decirte que la hora ha pasado, que el día avanza sin nosotros. Pero todo eso ya lo sabes y das tu conformidad al silencio que esgrimes como respuesta, observándome desde tu posición tan solo cómoda, pues no existen entornos seguros para ti. Todo lugar es el borde de un precipicio, piensas. El calor del exterior hace sudar las paredes, que supuran un efluvio denso que vicia la estancia al evaporarse,  condensándose sobre tu cuerpo, cubriéndolo por completo como el humor que fluye de los entes en descomposición. Reclamo mi necesidad de huir, de salir a la luz y saciar así mi curiosidad por cuanto me rodea, pero apenas consigo de ti un gesto, una mano hacia la puerta que me abre a la soledad del pasillo y a tu ausencia, nuevamente. Visito las estancias en las que no te encuentras. Retomo las imágenes de la tarde anterior al recuperar del suelo tus pantalones arrugados. Los retuerzo entre mis manos como si se tratase de una presa, como el juego al que percibí que jugabas, recreando cada posición de tu cuerpo.

 

 

Alberte Momán Noval. Galicia, España 1976. Ha publicado O lobo da xente (Edicións Positivas. 2003) II Premio Narrativas Quentes; O alento da musa (Difusora de Letras Artes e Ideas. 2007); Ferrol e o que queda por chover (Lulu, 2008); Erótica (Lulu, 2008); Baile Átha Cliath (Caldeirón, 2008); A crise irredutible (Lulu, 2009); Por unha palabra tan só, Poema para @s máis nen@s. (Ed. de autor. 2010); Os quilómetros que percorremos dende aquela (Editorial Toxosoutos. 2011); Vattene! (Cadernos Q de Vian. A Porta Verde do Sétimo Andar. 2012).