Se hace camino al mudarse
POEMAS DE JUAN CARLOS MARTÍN COBANO
Cedamos la palabra
Cedamos la palabra,
hay un orbe de lenguas buscando oídos.
Los versos del hambre
se abren paso
en las academias de la realidad.
Los teoremas de la belleza
se humillan ante el llanto
de una boquita seca.
Las cagarrutas de las aves del Parnaso
sepultan los legajos
del poeta suspirante que cerró los ojos
tras soltar una monedita.
Los muertos del Estrecho supuran
metonimias que enmudecen a las bibliotecas.
Cedamos la palabra
al mensaje viviente.
Reivindico el fracaso
Reivindico el fracaso,
la gloria de los cartones extendidos en palacios de fango,
los belenes de las aceras, al nivel de las suelas,
los establos de carritos abarrotados,
los horizontes de zapatos.
Bautízanos, Señor, en el fracaso.
Aborrezco las medallas,
la miseria de las palmaditas en la espalda,
los besos con aliento de plata,
los treinta apretones de manos,
el oro sin mirra, el incienso sin llama.
Líbranos, Señor, de los fantasmas.
Me enardecen las derrotas,
la verdad que no habita en las espadas,
desesconder las mentiras de los podios,
las guirnaldas del desfallecido,
las lágrimas de su redoma.
Muéstrame, Señor, tu salón de la fama.
Acompaño a los caídos,
a los que aran la tierra con sus rodillas,
los que no regalan al suelo un beso condescendiente,
sino que lo muerden,
lo mastican y lo digieren para dar vida.
Derríbame, Señor, para mirarte a los ojos.
Reivindico al Carpintero tenaz,
soplos de serrín y Espíritu Santo,
cicatrices de astillas y clavos
estigmas de mi terco estrabismo.
No escatimes, Señor, tu cincel sacro.
Reivindico al que conoce
el valor de darse,
de vaciarse,
vaciarse
vaciarse
vaciarse
hasta vaciar su tumba.
Aunque no entiendo nada.
Sumérgeme, Señor, en tu misterio.
La casa del peregrino
Se hace camino al mudarse,
cuando hasta libros sobran.
Es palmaria la necedad del tener
cosas, cosas, cosas.
Cachivaches del alma,
¡vade retro!
Mañana seré polvo,
mañana por la tarde lo serán estas piedras.
Sean sus tinajas de agua utilitaria
albergues del vino de nuestra boda interminable.
Al volver la vista atrás
quedarán casas vacías;
al volver la lista a un lado
estarán siempre tus manos,
mi cierto templo y mausoleo.
Descubrimiento
Descubres la violencia
en el pecho seco de una madre
en la sed de las manos cuarteadas del suelo
al ver sembrar meras astillas
por los surcos en campos de lava vieja.
Quieres entonces
que tu beso de paz sea
el sudor dulce que baña tu esfuerzo
y descienda cuál oleo
por la barba de Aarón,
por el mapa de más de doce,
por las faldas del azul desteñido
y el calzado hiriente y sin atar.
Ruegas entonces
ser la lluvia temprana y tardía,
ser tú el rocío, mensajero de la mañana,
raspar hasta el hueso tu nada
por ser leche,
fundir tus huecos tesoros
por ser miel.
Y quieres morir
(es que tienes que morir)
semilla de eternidades
en breve oscuridad.
La mosca
Un mar claro y vertical de honduras prohibidas
rechaza a la mosca que embiste incansable
al cristal de la ventana.
Sabe el insecto que el confort de las paredes
es una mentira
de días contados.
Las migajas calefactadas la engañaron unas horas,
media vida,
y ahora el mundo real, lo orgánico,
está a tres milímetros infranqueables de luz.
Sin saberlo, espera a la mano gigante del portero.
El pasado
Un león desdentado, melena deshecha,
merodea con sus rugidos tuberculosos
por los patios de geranios de mi paz.
Porta una mochila raída de recuerdos punzantes.
Convencido del veneno de su cargamento
tose reclamos de mercachifle eufórico.
Desde mi mesa se oyen los requiebros,
pero ya estoy sentado:
el buen vino, el pan caliente, el plato en su punto
de la mano y la boca del Amado
tapan la estridencia de sus megáfonos cascados.
Es bello y sencillo el presente.
Es bello y eterno el futuro.
Duelo
A Paula y Tim
Suéltala,
oyes desde lo alto
¡pero tan cerca!
Suéltala,
y ceder sería
arrancar galaxias de dolor de tu pecho ya esquilmado.
Abrir los puños sería
partir el átomo en dos de un bocado.
Suéltala,
ya no lo oyes, lo sabes.
Parirás en canal, del vientre al cuello,
de hombros a muñecas, de ingle a talón
el mudo alarido de la lágrima seca,
la boca desencajada del último “por favor”.
La soltarás y verás que siempre supiste
que no era tuya,
que nada es nuestro,
que ahora todo encaja en su lugar.
La soltaste
y un universo espejo
llena el agujero negro de la entrega.
Juan Carlos Martín Cobano (Carmona, España, 1967), poeta, filólogo, editor, librero y traductor de origen andaluz, formación catalano-aragonesa e incipiente religación salmantina. Ha impartido talleres y dictado conferencias en distintos países con la Asociación Latinoamericana de Escritores Cristianos (ALEC), es asiduo del encuentro Los Poetas y Dios (Toral de los Guzmanes, León), del Encuentro Cristiano de Literatura (Salamanca) y del Encuentro de Poetas Iberoamericanos (Salamanca, en tres ediciones). También ha sido invitado especial del I Encuentro de Música y Poesía Luso-Hispano-Americano, ROIZ, celebrado en la ciudad portuguesa de Castelo Branco en 2019. Hasta enero de 2018 fue secretario general de la Alianza de Escritores y Comunicadores Evangélicos (ADECE) y en la actualidad es secretario general de TIBERÍADES, Red Iberoamericana de Poetas y Críticos Literarios Cristianos. También forma parte del Consejo Asesor de los Encuentros de Poetas Iberoamericanos de Salamanca. Poemas y textos suyos se encuentran publicados en las antologías Los frutos del árbol (2015), Explicación de la derrota (2017), Por ocho centurias (2018), Eunice, cien veces cien (2019), Llama de Amor Viva (2019), Regreso a Salamanca (2020) y Mundo aquí (2021). Ha publicado el libro de ensayos Poesía como oficio sacro y otros escritos (2020) y el poemario Tiempo de cruzar el umbral (Salamanca, 2020). Poemas suyos han aparecido en las revistas Nagari (Miami), Taller Igitur (México D.F.) o Crear en Salamanca, así como en los periódicos Protestante Digital y Salamanca al Día.