Habito como quien parte
10 Poemas de Victor Oliveira Mateus
SOBRE ESTA TIERRA ME RECUESTO Y DIGO SOL
Lo digo en la pertinaz comodidad del caserío, donde por la noche
las mujeres, todas vestidas de esperanza, adornan con pequeñas
conchas la tremenda orilla del silencio
¡Ah, nadie ya osa semejante Viaje!
O siquiera un frágil gesto, como quien convoca, en el encaje
de las arenas, la belleza de un espejismo; especie de visión fulgurante
donde se muestra una puerta propicia
Sobre esta tierra me recuesto y digo sol
Lo digo con el feliz desaliento que trago siempre, con el desapego
de dos manos en la fértil aridez del Desierto
¿QUÉ VOZ LLORA POR MÍ
al otro lado de las grandes piedras?
¿Qué lamento? ¿Qué murmullo por entre la sombra
escasa de los arbustos? Tal vez sea el viento: el
azote de un extraño viento oceánico en mi
rostro mientras duermo. O tal vez sea el sol, que engarzándose
a las largas nubes, después cae directo sobre mi cuerpo. O
también -¿Quién sabe?- tal vez no sea ninguna de esas cosas; tan
sólo el escurridizo silbido de una serpiente en su treta para
tentarme
Pero no, nada de eso podrá llorar por mí al otro lado de las
grandes piedras. Nada, a no ser el eco de tus ojos; el azul
desmayado de esos ojos donde mi sueño era un barco imposible
y las palabras zozobraban en la raíz de mi deseo
NUNCA CUIDÉ DE MI VIDA
pero sí de mis sueños, que son fieles y verdaderos
y traen la osadía de los grandes desgarros, cuando, en el desnorte
que me guía, ponen la tenaz luminosidad que suaviza y nutre
Nunca recelé, aunque fuese muy necesario, ante cualquier
desacierto. Y de la arena hacia el sol insisto la Luz, en contra de
lo habitual. Insisto y tú quedas, oh memoria inconsolable, farol
refulgiendo en la negrura ácida de la tierra – irreductible soledad
de todos los Viandantes
Nunca cuidé de mi vida
pero sí de mis sueños, que son hermosos e insumisos ante el
desorden que hoy reina
HABITO LA EXTENSA CURVA DE LAS ARENAS
la suma de todas las vastedades, solo áridas en apariencia,
donde lo lejano
se despliega como la obvia simplicidad de las cosas puras
Habito este extenso continente, donde, en el heroísmo ciego
de no querer nada, los hombres viven el despojamiento de
todo: posesiones, estatuto, fama… ¿Fama? Qué es, finalmente,
la fama? Una estatua de bronce
donde las palomas meticulosamente depositan sus excrementos
Habito la caricia del sol sobre mi rosto
Habito los aromas fuertes del barrio copto: el arroz de azafrán,
el humeante té de anís en un vaso de grueso vidrio
Habito el encalado desprendiéndose de las paredes, como de mí se
suelta todo el deseo vacío
Habito esta condición de forastero; irrevocable pedazo de nada,
esto es, habito como quien parte
De Pelo Deserto as minhas mãos, Carcavelos: Coisas de Ler Editora, 2004.
(Traducción de Alfredo Pérez Alencart)
PARTIDA
Cuando partí nadie apareció al borde del camino
Cuando partí dos viajes eran algo simple y banal,
y no este deseo de buscar un sentido para
la tristeza, un lugar para la ausencia, una fuente
-por minúscula que fuera- para saciar aquello que
no interrumpe la sed. Cuando partí todos estaban
ajetreados en viajar, pero de otra forma
voracidad de prestamistas, ojos desorbitados
donde el tiempo es tan negociable, bien sea a un futuro
hipotecado o a una simple llanta oxidada. Cuando
partí tuvieron la atención de advertirme que la poesía
nunca salvará a nadie, que la búsqueda de las raíces
(bien como conocimiento de un pasado no
ocurrido) era cosa tan ridícula como obsoleta
para la risa estúpida de muchos. Cuando partí la buganvilla
de la casa del frente estaba esplendorosa y había
un gato agujereando la malla metálica. Cuando partí
una mujer de la casa vecina sacudía un pequeño tapete.
Me saludó. Sonrió. Cuando partí imaginé
sus escarnios, las llamadas de unos a otros,
las conversaciones. Cuando partí nadie apareció
para despedirse, solo estaba yo, un objetivo
incierto, y tu rostro reflejándose a lo lejos
y el sol dando de lleno en los cristales.
De Regresso, Fafe: Editora Labirinto, 2010
(Traducción de por Marta López Vilar)
EN UN CAFÉ DE LA VÍA MONGINEVRO
El muchacho del café me mira con cierta desconfianza,
pero incluso así me habla, es afable. Tal vez sea propio
del país esta necesidad de estar cerca, de irradiar
un solo acortar distancias en este tiempo de explosiones
organizadas. El muchacho del café trae el pedido como
un equilibrista lugareño: la bandeja, de una opacidad
cenicienta, agita vasos, latas… y también a mí,
que reprimo un equilibrio tan incapaz de un yo negándome
unidad y acierto. Un día se alargó más: que era
de por abajo, de Liguria. Había nacido en SestriLevanti. Que si yo lo conocía,
y me miró amenazándome de broma: que sí, que sí (lo tranquilicé),
pero solo de paso, además, es de paso que todo lo conozco.
Conclusión que él entendió, luego me vio libros y papeles.
El muchacho del café tiene algo de metafísico (terminé por decidir),
ya que cuando habla deprisa no lo entiendo y cuando se explica
lentamente no lo entiendo tampoco. Un día me recogió
algunos versos que se me habían caído de la mesa y me perguntó
si yo hacía poesía. ¡No!, le respondí preciso,
es ella quien a mí me hace; es ella la que no me abandona, siempre
negándome razón, aprobación. El muchacho del café perdió,
por fin, su antigua mirada. Ahora tiene otra, más
enigmática, entre la hostilidad y el hechizo.
De Regresso, Fafe: Editora Labirinto, 2011
(Traducción de Marta López Vilar)
ANTÍGONA
Tal vez prefirieses gritos, súplicas
o -¿quién sabe?- que rasgase
las vestiduras y me deshiciese. Aunque, terrible
Creonte, yo poseo la experiencia
de quien no cede, de quien recorre
las sendas de los márgenes y apenas oye
el antíguo saber de la tierra, el único al que vivos
y muertos pertenecen
y nos hierve en las venas sin que sepamos
cómo ni por qué. Puedes, ¡oh hábil!,
combinar las palabras, confundir
las frases en discursos y experimentos
de gloria… Pero tu gloria no pasará
de un mero nombre e incluso ese con tantas dudas
debatiéndose;
tu gloria, esa pequeña barca
de pergamino pudriéndose en las playas
jónicas. No eres nada, ¡oh ridículo mensajero
de lo nuevo!, y ninguna máscara aumentará
esa inmensidad de nada, que jamás
conseguirás disimular. Podrás perseguir,
difamar, convencer a otros de que también
lo hagan, pero nunca eludirás el imperturbable
movimento del gran ciclo, ese
donde los dioses cobran todos los gestos
según el orden del tiempo; lugar
en donde nos movemos: breves,
banales… y tal vez dispensables.
De Antología de Poesía Portuguesa Contemporánea “Meditações sobre o fim”, Lisboa, Edições Hariemuj, 2011
(Traducción de Marcela Filippi Plaza )
HAY UN RUMOR EN ESTA DISTANCIA
Hay un rumor en esta distancia,
un ardid con el que tiño las palabras
con trampas que vibran
y no protegen. Hay un puerto,
húmedo y desierto, como todos los puertos,
cuando no estás, y hay también un mapa,
un antiquísimo mapa sin costas
ni orillas, donde rehago
esta insoportable sed de ti
conmigo dibujando islas al otro lado
del tiempo. Hay aún -o parece
haber- un puente… un paso
amenazado: y todo esto, todo, porque
hay un rumor en esta distancia
De libro Gente dois Reinos. Fafe: Editora Labirinto, 2013
(Traducción de Marcela Filippi Plaza)
LO QUE DUELE NO SON LAS RUPTURAS
Lo que duele no son las rupturas, el alejamiento,
la incapacidad minando como un cáncer
oculto y certero. Lo que duele no es
la poca solidez con que se dijo
esta o aquella palabra, esta o aquella frase;
con que se insistió, a pesar de recelos varios,
en la grotesca escenificación de lo que se preveía
muy próximo a cualquier futuro. Lo que duele
no es la viscosidad de las emociones inscribiéndose
en algún mapa anticipadamente condenado,
ni tampoco la insistencia de un indisoluble
recuerdo escapando. Lo que duele verdaderamente
es despertar un día y descubrir
que nada de eso tuvo importancia alguna.
De Gente dois Reinos, Fafe: Editora Labirinto, 2013.
(Traducción de Marcela Filippi Plaza)
COMENTARIO DE ADRIANO A YOURCENAR
Somos los viajes que hicimos, el ansia de encontrar
en el alboroto de los hombres todas las ciudades que debíamos
construir. Somos esta inmortalidad a la que los dioses
nos condenaron y que ahora disfrutamos con la irreverente
naturalidad que algunos entienden por frialdad
pedante o por un aristocratismo que en verdad
nunca sentimos. Somos el azul inconfundible del Egeo
con sus islas y templos, con sus ruinas y colinas
donde las más antíguas voces todavía se levantan,
para después enmarañarse en agitada distracción
de los hombres. Somos este vacío que quedó, esta memoria
de lo que ninguno de nosotros consigue huir: tú a vigilar
un cáncer despiadado, yo como un ahogado entre los brazos.
¡Ambos derrotados antes de tiempo! Ambos con toda
la gloria que nos insistía, a pesar de nuestro cansancio,
de nuestro aislamiento, de nuestra hambre de silencio.
Somos esta culpa por no habermos entendido,
por no haber sabido leer ternura y merecimiento,
por haber dejado escapar lo que al final era
bien nuestro por derecho y corazón. Somos este fuego
que no tiene nombre. Este monstruo que todavía nos devora
y envenena las mañanas, cuando, insomnes,
tanteamos a ciegas la penumbra y no encontramos
sus rostros, sus cuerpos que se prolongaban
de nosotros, su respirar que nos insuflaba la vida
y cuya ausencia nos dibuja hoy esta muerte
que se aproxima. Somos este aciago anochecer,
este trémulo deambular, que, en el soplo ordenador
del mundo, espera la barca que nos devolverá
todo aquello que no cuidamos como debíamos.
De Clepsydra, Lisboa: Coisas de Ler Edições, 2014
(Traducción de Alfredo Pérez Alencart)
Victor Oliveira Mateus (Lisboa, 1952). Licenciado en Filosofía por la Universidad Clásica de Lisboa, poeta, profesor y antólogo. Tiene publicados nueve poemarios, entre los que destacan Nas águas a luz suspensa, 1998; Movimento de ninguén, 1999; A noite e a voz, 2001; Pelo deserto as minhas mãos, 2004; Regresso, 2010; Negro Marfim, 2015. Tiene poemas, cuentos y ensayos dispersos publicados en Portugal, Brasil, España, Mozambique, México, Italia, Estados Unidos y Macao. En 2013 La Unión Brasileña de Escritores (UBE-RJ) le concedió el Premio Eugénio de Andrade. Es miembro de la A.P.E. (Asociación Portuguesa de Escritores); y también miembro de la Dirección del PEN Club Portugués.
Este poeta que confiesa no haber cuidado de su vida pero si de sus sueños, este poeta que declara no hacer poesía mas preciso confirma que ella lo hace. De este vate, de su boca, de sus dedos, de su tinta me llevan en vilo unos versos, sorpresa de magias exquisitas, líneas que suavemente estiran su mano y reciben la mía, para conducirme a escalar la emoción sobre la existencia vivida, sobre todo aquello que se pierde y nos pierde, y sin embargo se logra recuperar en la palabra desde el dolor, la nostalgia, el aprendizaje estirado sobre el tiempo. Estos textos de Víctor Oliveira Mateus son, una vez más, otro regalo que me llega de Europa, fosforescencias de metáforas que componen orbes tan humanas, tan sensatas, tan reflexivas; imposible no consumir sus versos y consumirse con ellos, no meterse en sus ponderaciones de campos fértiles, y decir sol, justo como el poeta lo dice. ~ Ana Cecilia Blum (Editora Metaforología Gaceta Literaria)