El nombre de las cosas
Poemas y Prosas
Miguel Falquez-Certain
Hipótesis del sueño
And it came to pass, when he had made an end of speaking onto Saul, that the soul of Jonathan was knit with the soul of David, and Jonathan loved him as his own soul.
―First Samuel, 18:1
Let him kiss me with the kisses of his mouth ― for thy love is better than wine.
―The Song of Songs, 1:2
Sin embargo, nunca di cuenta cabal de tu total entrega. Después de todo fui yo quien buscó tu olor a musgo hasta encontrarte distraído junto al bar en las luces opalinas de la tarde. Estabas rodeado de turiferarios que me impedían acercarme; nuestros ojos se cruzaron con paciencia. Al inclinarme percibí los vellos de trigo que formaban abesanas en tu nuca, sentí la marejada de tu aliento, presentí una entrega. Nuestros labios nos mostraron el camino.
Una ruptura reciente me había vuelto vulnerable. Codiciaba tus besos, anhelaba tu cuerpo joven de caña dulce, aspiraba la fascinante sorrostrada de tu ingenua labia. Abandoné todo por tus labios. Con la resolana del verano golpeando las paredes, mordisqueé tus botones hasta arrancarlos y te encontré, sólido y perfecto, en el sudor alicorado de tus muslos, en la transpiración interna de tu ombligo: nos incorporamos en medio de las sábanas con los embates tercos de una lujuria postergada, irguiéndonos en el ombú de aquella tarde irremediable.
La costumbre nos vuelve deleznables. Adocenado y pusilánime, prefiriendo lo seguro ante el azar de lo sublime, regresé al sendero tortuoso pero conocido, a la artritis complaciente del olvido.
Todo me ofreciste y, sin embargo, preferí los requilorios de una alianza insulsa. Un día codicié los besos de tu boca. Ya no existes. Vives en la hipótesis del sueño.
A Magdalena Araque
De Usurpaciones y deicidios, 1998
El nombre de las cosas
Siempre existe algo que no marcha con la realidad de las cosas.
Si miras el ocaso y no comprendes el viaje que a punto estás
de emprender, tal vez sea necesario recoger tus pasos,
acaso recordar cómo era el cielo que se sumergía en el océano
como la tinta indómita de un pulpo desquiciado. No sientes
hoy en el recuerdo el grito ahogado del disturbio ni el reflujo
de un don inconfeso: comprendes la pluralidad de voces
y la marcha indefectible de tus jugos, o saltas o mueres
o vives o triunfas, pero el mundo allí continúa, ajeno en su
cercanía de abismos, con los ecos de múltiples ofertas
y las renuncias de canículas en los estertores de la cúspide,
o tal vez con el llanto incomprensible y hosco que hace posible,
finalmente, el conocimiento histórico de tu realidad.
Cada hecho es posible interpretarlo y reinterpretarlo
de múltiples maneras, porque es necesario que sepamos
lo que es la razón y cómo alcanzarla: la existencia subvierte
la verdad, ocultándola, desplazándola, suprimiéndola.
Sin embargo, no comprendes la acuciosidad de sus
desempeños (ese rito inveterado de su muda elocuencia)
ni los conflictos de los diversos significados.
El mundo
ocupa los espacios de la mente: mi auténtico yo,
no puedo poseerlo, porque la realidad es presente
como transición. Estamos solos. En medio de la libertad
absoluta de la noche, en el gesto decidido de la desposesión,
en la ausencia irrecordable de ataduras, fetiches y estirpes,
el alba anuncia, en el incendio glacial de los arreboles,
el fin ineludible de nuestra larga noche y el inicio de la paz.
De El radicalismo de un futuro, inédito.
Ciclos
Aletargada en un sueño eterno
la rosa presiente el eterno ciclo,
ires y venires, ya todo apunta
al retorno eterno, cíclica vida
que siempre desembocará en la muerte.
Tu cuerpo esbelto reposa dormido
y al no percibir mi impertinente
atisbo, tus miembros cincelados en
el mármol vibran sorprendidos.
La fría nebulosa tiembla en la
crisálida, los brotes verdes saltan
perforando la glacial corteza,
y surgiendo la rosa finalmente
retando a tu hermosura te despierta.
De Palimpsestos, 1999
Simulacros
A Rafael Barros
Cayenas, trinitarias, balazos y capachos ―
tu jardín; la pileta en donde humedecías
tus tiernos rizos; guacamayas, pitirres,
turpiales ― enjambres enloquecidos en el patio;
en la cocina los olores del culantro y la cebolla;
los pinos gigantescos en la puerta: recuerdos,
o acaso fábulas que inventaste, en la edad
del mediodía la certeza te abandona, inútiles
preguntas, clasificaciones absurdas, innecesarios
recuentos, el tiempo es un juego en que las reglas
cambian o se olvidan fácilmente. Hoy nuevamente
solo. Las uniones ¿qué son?, ¿para qué sirven?
El Caribe seguirá carcomiendo la piel de la arena,
el sol brillará cada vez con menos fuerza ―
entropía inevitable. Allí la luna es diferente,
diversa como la muerte que a cada quien
acecha; las cartas y las fotos descansan
calladas en el fondo de un baúl olvidado;
los amigos, la familia, los amores ― pabilos
que se apagan día tras día. El destino se forja
en la palabra y en ella habitas, porque tú le ofreces
el significado deseado, y nada significa fuera
de ese orden, tú lo inventas, cuartillas borroneadas
que sólo muestran el simulacro de tu intento,
siempre transitorio hasta que la muerte
le brinde su clasificación definitiva. Todo es verdad,
nada es mentira ― lo contrario también: el mundo es
una ficción que nos inventamos nosotros mismos.
De Habitación en la palabra, 1994
Orfandad
Al quebrarse en miles de esquirlas, rota
para siempre la potera bávara,
el frío estupor de desconcierto ya
amilana la furia concentrada.
Los diamantes, los juegos de amatista,
las rifas portentosas que abarcaban
todas las riquezas de aquella magia
hoy desvanecida ya en la nada.
¿Qué se hizo el impulso adamantino,
las tortuosas alianzas, adónde
han ido? Sólo nos quedan dos muertes
verdaderas. En la orfandad precisa
del obscuro laberinto humano
sólo rutila la certera nada.
De Palimpsestos, 1999
El radicalismo de un futuro
Dicen que en el garito (que es la vida) y entre hermanos,
la tierra y el agua son de todos y se reparten por igual,
pero no os engañéis, que en el pasado, el presente y el después,
en el ayer que ya no es, en el ahora que sólo existe y en el futuro
que aún no es, las cosas tienen el nombre que el lobo les asigna
en su lucha sin cuartel por poseer, hoy y tú, mañana y yo,
ayer y él, no somos en las circunstancias que nos dais sino
en las que decidamos nominar, el hombre y la mujer,
la garota y el chaval, el lobo, la zorra y el bufón, todos
circulan indefensos y sublimes por los meandros mercuriales
del dolor y del placer, tú y yo somos uno en la miseria
del tener, pero múltiples, unívocos y solidarios
en la cinta infinita y variopinta de Möbius en la que todos
sin temor nos encontramos, hoy y ayer y en el futuro
que aún no es, los hermanos sin revés, la calma ahíta
de la tierra en la que el agua, la suma de las cosas
y el placer, la ternura del momento en que el sinsonte
catapulta la sonrisa tintineante del reconocimiento
unánime y solidario, vibrante en su inocente
madurez, saldremos, tú y yo, los vecinos y el nogal,
la humanidad entera en su sabrosa idoneidad,
adelante dando tumbos y hallando el equilibrio,
la perfecta testarudez de una síntesis mortal,
construyendo el radicalismo de un futuro que es
presente sin fronteras, sin pronombres posesivos
en su turbulenta y engañosa realidad, la vida,
las cosas, la madera del nogal, la cama en la cintura
del huésped que eres tú y la risa que soy yo,
mi angustiosamente resuelta humanidad,
porque hoy, que no es ayer, construimos
la nervuda y musculosa realidad en la fragua
centelleante de la paz, discurriendo en el presente
y no en el futuro que aún no es, sin presiones
verticales ni ansias reprimidas, desenvolviéndonos
como lúdicas serpentinas en la irreductible
consonancia de un yo plural, el hoy en su cálida
presencia de brumas y arreboles, cara al sol,
sin antes ni después, en la elipsis transitoria
del placer y del saber, el hombre y el chaval,
la garota y la mujer, danzando en el círculo
inconcluso y seductor del atardecer, retomando
el día en la noche y el temblor, en las cenizas
del lobo y en el estertor de un nuevo amanecer,
solos, tú y yo y la entera humanidad, en el discurso
sinuoso y convincente de la solidaridad.
De El radicalismo de un futuro, inédito
Ítaca
A Claudia Acosta-Madiedo
El sol poniente inunda de amarillo
el viejo muelle abandonado y sucio;
por él desfilaron divas, tenores
y barítonos, el gran Titta Ruffo
fue recibido con laureles al son
de una concertina. Los tiempos grises
opacaron su esplendor, redujeron
a polvo su estructura, y en la foto
agrietada ves los años que fluyen
a la inversa, espuma de la vida
que filtra los recuerdos de la infancia:
el cantil que te succiona, los gestos
inútiles, el yodo en los pulmones ―
la quimera de un viaje sin retorno.
De Palimpsestos,1999
Cadáveres Exquisitos
(Carta a Verlaine)
Devant une neige un Être de Beauté de haute taille. Des sifflements de mort et des cercles de musique sourde font monter, s’élargir et trembler comme un spectre ce corps adoré; des blessures écarlates et noires éclatent dans les chairs superbes […] Oh! nos os sont revêtus d’un nouveau corps amoureux. […] O la face cendrée, l’écusson de crin, les bras de cristal! Le canon sur lequel je dois m’abattre à travers la mêlée des arbres et de l’air léger!
―Arthur Rimbaud, “Being Beauteous”
Un pistoletazo habría de cancelar todas las posibilidades. Antes, en la campiña, soñaba con tu rostro griego como burilado en la cera mágica de un túmulo ― parecías irreal aunque podía pasearme desnudo por los corredores de tu casa para siempre desembocar en tus brazos fuertes. Me alzabas en vilo y me sentabas sobre una mesa de roble y me mirabas lánguidamente, tratando de descifrar mis pensamientos en las llamas prusia de mis ojos. Me despertaba extasiado con el sabor de tus besos cerriles en mis labios.
Perseguí mi sueño hasta finalmente conocerte en medio de una turba que nunca entendió la necedad de mis empeños: eras diez años mayor que yo y el yunque de la fama te prodigaba sus apetecidas delicias. Aquello no fue óbice a nuestros desenfrenos y redescubrimos día a día nuestros cuerpos en una demencial lujuria que sólo ofrecía renovados retos.
El-mundo-nos-parecía-un-pañuelo en nuestro insaciable nomadismo, emborrachándonos en todas las cantinas y tabernas que nos topábamos por los caminos polvorientos del continente. La palabra y nuestros cuerpos eran los únicos requisitos. Tú creías en la música, en la obligación de un ritornelo. Yo, a veces, me despertaba enloquecido en medio del desorden de las sábanas y despotricaba contra el mundo tratando de recuperar la cordura en las visiones pavorosas de mi infancia, en la iluminada necesidad del verbo. Tú insistías en creer que yo estaba poseído por el diablo.
Sin embargo, fuiste tú quien nunca pudo comprender mi condición de libertad, mi emancipación de tus requilorios burgueses. Mis orines en la mesa de la élite no fueron apreciados. Tus celos en verdad me tornaron monstruoso y mórbido. Aquel pistoletazo puso término a lo que ya había muerto definitivamente en nuestros cuerpos.
De Usurpaciones y deicidios, 1998
Dulces estrellas de la Osa
Vaghe stelle dell’Orsa, io non credea
tornare ancor per uso a comtemplarvi
sul paterno giardino scintillanti,
e ragionar con voi dalle finestre
di questo albergo ove abitai fanciullo,
e delle gioie mie vidi la fine.
―G. Leopardi, Canti, XXII, “Le ricordanze”, 1-6
La madre murió y nunca pude regresar. El sol obnubila la conciencia de un lagarto adormecido y tuve que volver buscando el rostro, la figura magra de una madre evanescente; ¿qué hacer con el solar, con la pileta congelada en el ensueño?
El jilguero insiste en despertarme y el firmamento prosigue sus prusios devaneos: mas no es lo mismo. Tú has partido hacia la nada dejándome inconcluso. Nací para morir en tu regazo. Y no se pudo.
A tu jardín me harán siempre volver las dulces estrellas de la Osa.
De Usurpaciones y deicidios, 1998
Taínos
A Joaquín Méndez Gaztambide
Tus manos largas prefiguran tus talentos. Cuidadosamente desenvuelves tus figuras precolombinas aunque la situación parezca insostenible. Al fondo se oye el “Agúzate” de Richie modulando la sabiduría de una lengua argótica que se regodea en lo avispado de la burla, en el desenfado altanero del boricua citadino. Tu gliptoteca particular ahora brilla espectral bajo las luces fluorescentes. Me sonríes dubitativo, tanteando las figurillas como incitándolas a que cobren vida propia. No sé qué responderte. “Three quarks for Muster Mark” se me escapa de los labios. Tal vez el silencio, la soledosa solicitud de tu sabiduría. Tu mirada me interroga y digo “Joyce” por salir del paso, sin saber si todo esto tiene sentido. No quiero que te enfades, no quiero destruir este momento perfecto. Mi rostro inclinado sobre el tuyo analiza las figuras indígenas bajo la luz glacial de la lámpara. “Son grotescas”, te digo mientras beso tus manos de “El caballero de la mano al pecho”.
De Proemas en cámara ardiente, 1989
Miguel Falquez-Certain. Nació en Barranquilla (Colombia) y reside en Nueva York desde hace más de cuatro decenios donde se desempeña como traductor en cinco idiomas. Su obra poética, dramática y narrativa ha sido distinguida con numerosos galardones. Licenciado en literaturas hispánica y francesa (Hunter College). Cursó estudios de doctorado en literatura comparada en New York University.
Es autor de los poemarios:
– Reflejos de una máscara (Nueva York: Editorial Marsolaire, 1986)
– Proemas en cámara ardiente (México, D.F.: Impresos Continentales para la Colección Brújula, 1989)
– Habitación en la palabra (Nueva York: Editorial Marsolaire, 1994)
– Doble corona (Río Piedras, Puerto Rico: Mairena, 1994; Nueva York: Editorial Marsolaire, 1997)
– Usurpaciones y deicidios (Nueva York: Editorial Marsolaire, 1998)
– Palimpsestos (Nueva York: Editorial Marsolaire, 1999)
– Mañanayer (Nueva York: Book Press, 2010), compilación de los seis poemarios anteriores. (Única mención honorífica en “The 2011 International Latino Book Awards” como mejor poemario en español).
– El radicalismo de un futuro (en preparación).
Es autor de una noveleta y de seis obras de teatro, así como de cuentos, ensayos y relatos. Book Press–New York publicó Triacas (narrativa breve) en 2010.
(Todas las fotografías son cortesía del autor)