Hay algo que estalla en las palabras
POEMAS DE MARÍA PAULINA BRIONES
(ECUADOR, 1974)
Ceremonia interior
Pero casi tuvimos un hijo si no fuera porque yo lo ahogué en su propia sangre. Casi fuimos padres, sí, y eso ya jamás lo sabrás. Un columpio se mece en el borde de la memoria. Yo vagabundeaba cerca de un parque asfaltado esperando otro futuro. Las aguas se espesan para dar vida.
Pero nunca sabrás que casi tuvimos un hijo.
O lo tuvimos, tal vez lo tuvimos durante unos pocos días. De vez en cuando aparece un niño saliendo del mar y despierto. Es solo eso.
La tierra te cubre y te pierde.
Volverás a nacer quién sabe en qué estrella
Pero nunca sabrás que casi tuvimos un hijo. Un túnel. Unos metales helados
Observatorio de las aguas
Agitarse en el mar como cuando te lanzas una cubeta de agua helada a las cinco de la mañana y la piel se quiebra en lamentos que punzan la cabeza,
y la totalidad de lo que se es se apaga hasta que lo único visible es un charco turbio y deforme.
Así me preparo contra el deseo que había sepultado en un montículo de sal.
Con los ojos bien abiertos y la respiración agitada casi levitando como una faquir famélica que sueña un escenario cerrado. El público aplaude la hazaña de elevar el cuerpo, hacerlo volar.
Ingravizar la carne que duele. Casi crepita.
Diría reptar. Dejar una huella siseante y ambigua; reptar como una iguana cuando cruza a nado el estero o como una serpiente atraída por la sangre caliente de un roedor de pantano;
Repta el amor expulsado del presente; repta el aliento que trae palabras vencidas y se detiene cuando se exhala la última posibilidad.
Las ciruelas yacen sobre la mesa. Hieden y congregan moscardones, moscas inquietas y suplicantes.
El Tiempo juntura zurcida con el más fino de los hilos. El deseo, diría, es el sonido de un martillo metálico.
Carbones encendidos
Celebraré el futuro: un barco, el puerto, el viento, unas cuantas estrellas;
a duras penas puedo hablar de la llegada.
La experiencia del viaje y la experiencia poética como olas se atraviesan.
Mares y océanos y desiertos testimonian
que hay un tiempo y un mundo ajeno e impredecible
que una ciudad lacere la mirada
que en sus calles confluyan todas las cicatrices
que las hojas del Otoño se extiendan en el asfalto
para crear un suelo acogedor
que el invierno traiga un aire enrarecido y familiar
y un olor putrefacto que sea infancia pura.
Voy a Romper el silencio para gritar que hay algo que estalla en las palabras
¡Gasolina, gasolina, gasolina!
Encendidas procedo a introducirlas en mis fauces
ahí dentro siguen prendidas de ají
como luminesce mi cuerpo en la oscuridad.
Ese arbusto va ardiendo
es un follaje incandescente una antorcha
un sendero que huella la entraña,
ahí hay solo espacio.
Te miro, sí, por el rabillo de mi ojo y encuentro una silueta desgastada. Ese es mi amor que camina, y yo intento buscar ese hilo comunicante, esa tela de araña que se expande cada vez que vas al Sur.
Mi nariz se llena de los olores de la ciudad: el estero, la ambulantería, los grillos y los gatos. Sobre unos cables de luz cientos de palomas nos miran. Este camino se recorre con los ojos cerrados.
No tenemos música, pero sí baúl.
No tenemos casa, pero sí cama.
No tenemos mesa porque sentarnos a comer es un rito para niños con familias, de hogar.
Nosotras estamos exiliadas,
caminamos sin tocar el piso,
flotamos,
volamos,
levitamos,
hablamos, sí,
y las palabras,
esos nudos,
vuelven a salir de nuestras bocas
como carbones encendidos.
Nocturno I
Te adelantas en el sueño siempre
respiro tus males y siento el sabor del Clonazepam en tu lengua (Este no es un poema de Ileana Espinel, no es ella la única poeta farmacodependiente).
Enmudecen en mi lengua las palabras.
Oscuridad, de ella son tus ojos,
aljibes paralelos a los sueños.
A esto jugamos
te arrancaré los ojos.
Insomne resguardo las noches y presencio tu salida
de ese lago quieto.
Nocturno II
Camino entre las sombras de la noche; llueve escasamente,
y el viento trae los olores de la tierra mojada.
A esta hora elucubran las estrellas
¿Cuál será el fulgor que se apagará primero?
y rondan las libélulas cansadas
y caen algunas hojas secas
y la oscuridad mece la cama que me retiene.
Una sola pastilla no es suficiente. Pero luego,
los dragones se encienden
abandonan un sueño milenario
combustionan sus entrañas
iluminan esta lobreguez y despliegan sus alas.
En silencio brotan las llamas que cortan la noche.
El sueño se propaga con el incendio.
Nocturno III
Estoy muerta
me veo en el suelo
y mi ángel se aproxima con esas alas enormes
y desnudo se acuesta sobre mi espalda
lame un poco eso que ya no soy.
La muerte puede esperar un poco más
si hemos llegado los tres juntos hasta este presente.
La escritura siempre es un descubrimiento, pero así como es una revelación también hay un ocultamiento. Es como ir a ciegas en un espacio al que quieres habitar. ~ Paulina Briones
La poesía es una grieta de lo posible para nombrar todo lo inefable. ~ Paulina Briones
María Paulina Briones es editora, docente, poeta, ensayista y narradora. En 2009 creó La Casa Morada, una empresa de iniciativas culturales especializada en promoción a la lectura, programas de lectura y escritura para niños, jóvenes y adultos. Como parte de esta iniciativa funciona La Casa Morada Librería, siendo un espacio vitrina para las editoriales independientes de Ecuador y América Latina en el que se realizan eventos, talleres y demás actividades relacionadas al mundo de la Cultura.
Dirigió el Sistema Nacional de Bibliotecas (SINAB) entre 2011 y 2014 y su especialidad es el desarrollo de políticas públicas de lectura y escritura, la gestión cultural, proyectos institucionales de lectura, y procesos de lectura y escritura.
Actualmente lleva las cátedras de Edición y Publicaciones Periódicas, Introducción a la actividad editorial, en donde creó el taller de creación y edición El Hipopótamo, y la cátedra de Literatura Española en la Universidad de Las Artes.
En Diciembre de 2013 publicó la novela Extrañas bajo el sello Pacarina de la Campaña de lectura Eugenio Espejo. En 2014 apareció su libro de cuentos El árbol negro bajo el sello Línea primitiva (ARG). En 2016 ganó el primer premio del concurso internacional de poesía Ismael Pérez Pazmiño con el poemario Tratado de los bordes o La cercenación del estero. En 2012 creó Cadáver exquisito ediciones.