Los Poetas de la Emoción
(Fragmento)
Por: Xavier Oquendo Troncoso
Los poetas que formamos este libro creemos que la poesía debe ser un instrumento de comunicación. Un puente que acerque al poeta a su lector a través de la emoción. La emoción es una cuestión intrínseca en todo acto creativo. No se podría entender a un poeta sin que trabaje, emocionado, frente a su obra artística, emanando ese halo espiritual que da la creación y la sensibilidad. La emoción, según el concepto que propongo y justifico con esta muestra de poesía, es diferente al concepto de diccionario (Alteración del ánimo intensa y pasajera, agradable o penosa, que va acompañada de cierta conmoción somática. Interés expectante con que se participa en algo que está ocurriendo[1]), ya que se encuentra adaptada al sentimiento artístico. La emoción poética es una actitud no solo del que escribe poesía sino de su interlocutor: del público, del lector.
La emoción como concepto en la poesía
Se ha llegado a decir que hablar de “poesía de la emoción” es un concepto ingenuo, inmaduro y anti académico; un tema advenedizo en la poesía. Sin embargo, y contradiciendo a esto, el gran poeta lojano Carlos Eduardo Jaramillo dice sobre el tema: Siempre me he considerado un poeta “de sangre”, “emocional”, no intelectual, como decía García Márquez[2]. O la cita tan importante de Archibald Mac Leish: El verdadero efecto de un gran poema es hacer que uno conozca realmente lo que ya creía saber. La eficiencia de un gran poeta consiste en traer al conocimiento lo que ya se daba por tan sabido que dejaba de ser conocimiento en absoluto[3].
La emoción es un instrumento vanguardista en estos tiempos, porque permite recuperar la direccionalidad poética hacia un lector. Sabemos que el lector siempre estará alejado de las concepciones lingüísticas que usa el poeta para construir su poesía (recursos fónicos, lingüísticos, metalingüísticos, semánticos, semióticos), pero, y pese a ello, esa sensación que deja el ritmo del poema, los sonidos de las palabras y sus significados vendrían a ser los detalles que ayudan a construir la emoción en un texto. Esto, sumado a la construcción de un metalenguaje comunicativo y nada pretencioso, que se sostiene en la profundidad del idioma y de la aplastante sencillez de los conceptos, forma el andamiaje de la emoción.
Si bien es cierto que el hecho de la emoción puede darse tanto en el intimismo como en la poesía escatológica, todo depende del lector, de su concepción y experiencia y del tratamiento del poeta a la hora de trabajar con imágenes sutiles o ríspidas que su concepción poética logre (por ello, lo conversacional y la poesía de la experiencia también están emparentadas con este tipo de poesía al que me refiero). En la “emoción”, las imágenes poéticas sirven por lo que dicen y suenan, y no solo por el peso semántico que tienen en un poema. Mark Van Doren dice sobre ello: En nuestro tiempo, bastantes cosas grandes han perdido su significación, y una de ellas es la poesía[4]. La idea de que la renovación de la poesía tenga que vincularse solamente con la renovación del significante lingüístico y no del significado es bastante imprecisa y nada sostenible.
La nueva lírica no puede ser medida y juzgada solo porque alguien dictamina la falta de unas supuesta “ruptura, novedad y sorpresa”, entregando, a cambio, un acto poético en el que lo conversacional y la experiencia van de la mano de una primera persona del singular, de un yo que delimita la universalidad. El poeta boliviano Gabriel Chávez Casasola dice: Hay muchos que escriben racionalmente e incluso defienden el expolio de toda emoción como condición para el acto de escritura… Sin embargo, creo que el concepto “poesía de la emoción” tiene que ver más con la recepción que provoca cierto tipo de poesía –lo que suscita en el lector- que con las condiciones en que, deliberadamente o no, fue escrita.[5]
La “emoción” en un poema no podría vincularse con un tipo de poesía que, a mi juicio, es apenas un andamio hacia un discurso poético verdadero, original, sostenido. El poeta mexicano Mario Bohórquez[6] define a esta poesía, a la que sus seguidores en la actualidad la llaman “de vanguardia”, con las siguientes características:
Ruptura de la ilación de la frase, de la integridad del significante. Explosión y reflexión de fonemas. Semiotización de los blancos. Desaparición de la palabra. Intento por sobrepasar los límites textuales. La escritura obedece a la noción de proceso indefinido. Una poesía no del yo, sino de la aniquilación del yo. “Cierta disposición al disparate, un deseo por lo rebuscado, por lo extravagante, un gusto por el enmarañamiento que suena kitsch” (Perlonguer) El lenguaje abandona su función de comunicación para desplegarse como pura superficie. Pérdida del sentido y del hilo del discurso.
Los poetas de la emoción son también vanguardistas. La vanguardia es un acto natural para crear un estilo propio. Esto nos ha enseñado la historia de la poesía. En este contexto se persigue la ruptura de los moldes establecidos.
El Lector de poesía y la emoción
¿Habrá una suerte de poeta onanista frente a su trabajo y discurso individual? ¿Será tiempo del aparecimiento del lector lingüista y la desaparición del lector común? ¡Nunca!, ¡Nunca! No hay que permitirlo. Si la poesía fuera solo destinada para un conciliábulo de iniciados, entonces habremos de ser cómplices de la muerte del lector. Si la poesía deja de conmover y de emocionar a la gente entonces está fallando el otro polo que crea la electricidad. Ese otro lado que el gran Baudelaire admiraba con amor y odio: “-lector hipócrita-¡tú, mi prójimo, mi hermano![7]”. Muchos justifican esta incertidumbre afirmando que no hay lectores de poesía. Alberto Rodríguez Tosca afirma: Claro que hay lectores de poesía. En primer lugar, los propios poetas, algunos críticos (a veces a pesar suyo) y los cada vez más raros devotos de la musa Polimnia[8].
Ernesto Goldar dice:
Unas relaciones por demás inquietantes: las que existen entre la poesía y el lector de poesía. Entre el poeta y quién le lee. Se habla de un gesto de encuentro, de las intenciones más o menos afortunadas entre un emisor y un receptor, de un modo de leer, de leer para compartir el asombro, del placer de encontrarse un poema, del contacto con el texto y, en seguida, de la aventura de la metáfora y de los símbolos, del prestigio del lector, de la libertad del lector, de los márgenes de interpretación, del mensaje poético como un llamado a nuestra capacidad original, y todavía más: del lector y sus aproximaciones al poema, de la sensibilidad y la inteligencia de quien recepciona el discurso poético; y, además, varias preguntas. Por ejemplo: ¿cómo se acerca el lector al texto?, ¿cómo se acerca el lector a este texto?, ¿cuáles y cuántas son las etapas recorridas por la historia de la literatura para responder a éstas preguntas? ¿Estamos en los comienzos de una estética del lector, de la preocupación por el lector? ¿De una teoría de la recepción del poema?
Jaime Jaramillo Escobar dice:
Muchos fracasos literarios se deben a que los autores no cuentan con el lector. Y continúa: Desde luego, los más seguros lectores de poesía son los mismos poetas, aunque, contrariamente a lo que podría pensarse, resultan ser también los más encerrados en escuelas y retóricas[9].
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[1] RAE: Diccionario de la Lengua Española – vigésima segunda Edición.
[2] Conversación en mail con el poeta.
[3] Extraído del libro “Método fácil y rápido para ser poeta” de Jaime Jaramillo Escobar: http://www.jaimejaramilloescobar.com/Metodo-facil-y-rapido-para-ser-poeta/index.html
[4] Idem.
[5] En una conversación de facebook por chat.
[6] En su muro de facebook.
[7] “Al lector”, poema del poeta francés Charles Baudelaire (1821-1867)
[8]El lector de poesía: Escrito sobre el Hielo, de Alberto Rodríguez Tosca y editado por La Pobreza Irradiante. El Criticón, Madrid | 12/11/2007
[9] EL poeta y el lector: Ernesto Goldar. http://apoarevistalaguillotina.blogspot.com/2011/09/el-poeta-y-el-lector.html