Y otras vidas vendrán a visitarnos

Poemas de Marian de Vicente desde Salamanca

Marian de Vicente, Fotografía José Amador Martin

BENDITOS

Benditos los que ríen
cuando invisibles lágrimas
van limpiando su duelo.

Benditos los que callan
cuando arden las palabras
muy dentro, pero escuchan.

Benditos los que no saben que saben
pero gozan de todos
los pequeños milagros cotidianos
y están en cada cosa sin nombrarla.

Benditos los que saben que no saben,
y buscan, incansables,
y abrazan cada día
el asombro, el misterio.

Se posa algunas veces
la luz sobre lo que antes
nunca habías mirado,
y entonces se hace nueva
la ciudad, y te trae
sensaciones, matices
de lugares ignotos
y también conocidos:
Faltan las melodías
no oídas, el sabor
de lo nunca probado.
Mas cómo habla la luz
a todos los sentidos,
cómo alza y despierta
lo que yacía callado.

Descender
y encender las tinieblas.

Escuchar
y captar las ausencias
-las ocultas presencias-

Ahondar y oir la luz.

Esperar, no volver
la vista atrás. Seguir
caminando
desposeídos ya
de un don que se hace entrega.

NOVIEMBRE

Regresará el viento. Caerán
las hojas que aún resisten. Alzarán
definitivo el vuelo algunas aves.
Y lloverá con furia
o lenta mansedumbre.
Volverá a arder el fuego
en sombríos rincones.
Regresarán retazos de la infancia
envueltos en aromas
de brasas y castañas.
Los juegos reinventados
caldearán las estancias.
Se colará el misterio
por rendijas de luz.
Y otras vidas vendrán a visitarnos
a través de ventanas encendidas.

“Los vencejos se desplomaban sobre el atardecer” José Manuel de la Huerga

Se alzaban todos juntos

                                    al final de la tarde

                                                Ascendían sin miedo

                                                                        Eran un solo cuerpo

                                                            un cuerpo solo que

                                                serpenteaba al viento

            que crecía, decrecía, sinuoso, atrayente

    Al unísono un canto:

Gratitud, despedida

Se alzaban todos juntos

y luego descendían

Y éramos nosotros

            también un solo cuerpo

                                    una sola mirada

                                                            al contemplarlos.

Donde no veo

                        ni horizonte ni orilla

                                    Donde te escondes

                                                Donde el deseo

                       sobrevuela tejados.

Sin alas, techos

                de escayola me cercan, mas no cedo

     a todo cuanto aquí

                                    pretende aprisionarme.

                Donde todo se expande

              aquí, en mi centro

              Donde todo lo alcanza

            -donde me aguarda-

            el aliento, la voz,

            -las espumas: palabras-

            Donde el anhelo

                        donde no veo

                                    donde no llego

                                                            donde todo lo siento

                                                                        dentro de mí.

A veces, el poeta, dice “Noche”, y se abre
un silencio, un espacio, una luz: y la ves.

Donde muro, cristal
y hojas donde rejas.
Donde antes cortinas
ahora cielo, tejados,
chimeneas.

Ya desciende la noche.
Se han encendido
dos huecos, dos ventanas
bajo las tejas.
Donde las sombras, luz.

Donde lo otro, la recreación.
Donde lo ajeno y frío,
lo más íntimo y bello.
Donde la ausencia, vida.
Donde el dolor, amor.

Desde tu hueco en mí
partir para encontrarte.

¿Dónde mi hueco en ti?

Abismal atalaya,
insondable oquedad que no separa
aunque parezca
la lejanía infinita
-distancia inabarcable-.

Un sagrado hontanar desde el que fluye

-entre las sombras,
en la profunda noche-

la luz en el silencio:
la palabra.

Donde el junco se curva

donde asciende

                                    y desciende

el sendero

donde tus manos
tus labios y tu cuerpo

                                    se curvan

donde todo se ondula
donde el aire hace ondear

                                    aguas y hojas

donde se gesta

                                    la nueva vida

donde libas el néctar

donde el regazo
donde la tierra
donde su boca
donde tu pecho
donde la madre
donde la vida
donde todo es redondo
donde todo es perfecto.

Marian de Vicente, fotografía de Jacqueline Alencart

Marian de Vicente nació en Salamanca, en cuya universidad se licenció en Filología Inglesa y en Filología Románica, y donde también realizó los cursos de doctorado y estudios del Máster de Creación Literaria. Profesora de enseñanza secundaria y escritora, amplió su formación en las universidades de Edimburgo, Perugia, Salerno y Temple, en Filadelfia. Becaria internacional a través de los Programas Fulbright y del Consejo de Europa, ha participado en diversos encuentros, talleres y cursos de enseñanza, literatura, escritura creativa y poesía, tanto en Estados Unidos como en Europa, y ha colaborado en múltiples actividades colectivas (antologías, recitales, revistas, libros) en torno a la poesía, en y fuera de España.
En 2013 publicó el libro Desde el silencio, por el que recibió el Premio Sarmiento de Poesía en Valladolid. Actualmente, forma parte de la tertulia poética Papeles del Martes en Salamanca, donde reside, y colabora en diversas actividades culturales y poéticas de la ciudad.

Marian de Vicente