Soy mi cuerpo
Metaforología Gaceta Literaria presenta la segunda edición del poemario: SOY MI CUERPO, de la poeta ecuatoriana Aleyda Quevedo Rojas. La primera edición del libro se publicó en 2006 por LIBRESA, y ahora este mismo sello editorial le apuesta una vez más a este inquietante trabajo de la autora.
“SOY MI CUERPO”
Un libro que se devana entre la trascendencia mística y el viaje terrenal
Por: Luisa Fernanda Trujillo Amaya (*)
Hablar sobre un libro, cuando en las manos sus páginas se advierten de forma reservada al deslizar los dedos entre ellas, es intentar atravesar la transparencia de un vidrio humedecido, mientras el dedo índice quiebra la esquina de una de sus páginas. Es marcar una parada, detener el tiempo en la estación donde se inicia un viaje, no siempre de regreso.
Cada libro en las manos de un lector es eso: un viaje; un viaje sin itinerario, guiado tan solo por las pistas que cada línea, cada verso en su lectura propone. Podemos acudir a la antesala de las referencias para abordarlo, para adivinarlo; a las tramoyas impostadas para interpretarlo, pero el libro, una vez en nuestras manos, se impone como cuerpo desnudo en una relación íntima y dispuesta, desprovista de artilugios. Me pregunto: ¿cuántos artefactos en el claroscuro del silencio tienen la cualidad de hablarnos tan íntimamente como el libro? ¿Cuántos artefactos, sin voz, tono o timbre que los identifiquen, tienen la capacidad de proponer con la grafía una sinfonía de tesituras similares a las de la música? En el libro, “Soy mi cuerpo”, de la poeta ecuatoriana Aleyda Quevedo, la voz de la autora dibuja con cada verso un tejido de mixturas honestas en su tono, pero también, inequívocas en su propuesta. “Soy mi cuerpo” conjuga la palabra poética con el devenir existencial y cotidiano de la mujer que habita, con sus luchas y sosiegos, el cuestionamiento a la esencia y al sentido de la vida, el amor, la femineidad y la relación con el otro; de la poeta que lucha por encontrar la forma delineada en los límites corpóreos de una identidad; de los retos impuestos por la búsqueda de un lenguaje propio que la nombre. ¿QUIÉN SOY? Se pregunta la poeta en uno de sus poemas de cierre.
Tal vez la mujer senos de ámbar
y pies helados que escribe versos
para reconfortarse
Mas la poesía
solo logra descarrilarme
Como el tren rojo que soy
Ese tren que se abre paso
entre las montañas puntiagudas
y difíciles de algún país
Ese tren que nunca llega
a ninguna estación de humo
Esta mujer que emana voces
Trenes y más trenes
que me esperan
Versos para sobrevivir
¿Quién soy?
Quizá este cuerpo encendido
que aún guarda tus huellas en los pliegues.
En la poesía de Aleyda Quevedo, las fuerzas de tanatos y eros tropiezan en un oleaje de acantilado sobre el dolor, la enfermedad, y el reencuentro renovado por los roces repetidos a golpe sobre el cuerpo; sobre las huellas dejadas en él a manera de impronta. Golpes de cincel que forjan con su talla el temple de un cuerpo que resiste. Y es aquí donde se halla la diferencia con otras poéticas sobre el cuerpo. Si bien, en “Soy mi cuerpo” se percibe el tono de un yo lírico que ruega por la trascendencia, lejos de la tradición mística por encontrar el éxtasis o nirvana que libera el alma de la corporalidad que la aflige, Aleyda Quevedo se aferra a él para renovarlo en el límite de cada vivencia, sin querer desprenderse, sin el deseo de abandonarlo. Por el contrario, lo viste de rojo y lo impone en el paisaje verde en un tránsito visible, rebelde y autónomo como vehículo de conocimiento. De allí que al inicio del libro Aleyda acuda a la cita de la poeta Anne Carson: “Si el cuerpo es siempre profundo pero es aún más profundo en la superficie. Si los condicionales son de dos tipos, reales e hipotéticos. Si estás empujando, empujando, empujando y luego comienza a arrastrarte”.
Con esta cita la autora abre espacio a la pulsión que guiará su escritura en la tensión ejercida entre tanatos y eros. Dos fuerzas que encuentran su resolución en la centrífuga de la vida, en la que un tercer elemento, la resurrección, completa la unidad de una tríada que posibilita, más allá de un nuevo nacimiento, el reciclaje de las improntas, de sus cicatrices en el dibujo de un nuevo rostro alejado de la vanidad que procura el cuerpo limpio de mixturas y de huellas; lejos de ocultamientos y prejuicios. Ya no es la llaga abierta y dolorida que permea gran parte de la tradición de la poesía mística occidental. Es la cicatriz sellada y expuesta por un cuerpo que vence la enfermedad, el dolor y la muerte sin alejarse de sí mismo. Así las cosas, el cuerpo en apariencia profanado, es un cuerpo asumido en experiencia, abierto al conocimiento, a ser tocado, así la caricia en algún momento lo alcance con rostro de bisturí. En su poema Tatuajes, los trazos dejados por la vida se asumen como un territorio predispuesto para el amor; deja a un lado el ansia por la perfección, por el cuerpo liso, sin fisuras, para aceptar la grieta como un trayecto que invita al recorrido y a la acción, más que a la contemplación del mismo.
Se ama desde las cicatrices
o desde el frío
Mapas de amor contenido
latiendo en el espacio
Aullidos de piel
dibujos pintados
en un campo de batalla
que es tu mente
y a partir de ahí
es corazón tallado
Noble tatuaje
simulando el mar
Desde entonces
me turban los escotes
que dejan ver
el espectáculo de la piel
rayada por el dolor.
Pero en su poética, Aleyda Quevedo no hace entrega del cuerpo por completo. No es su deseo fundirse en el otro. Cada toque le plantea una conversación consigo misma y con el otro. En esta relación dialéctica acude a un lenguaje renovado donde el sustantivo y el adjetivo se alejan del lugar común para incrustarse en la mente del lector forzándolo a nuevas formas de ver y de sentir, como en su poema Hondo muy hondo.
Me afeito la cabeza
y empiezan las preguntas
sobre lo que dejamos de hacer
La alfombra verde que se hace hierba
cuando la pisas y se extiende como
mancha de insectos sobre mis manos
aún permanece en la sala de televisión
Un presentimiento puro
sale de mí
Las preguntas cubren mi cabeza afeitada.
Tal vez sea esta la razón de haber editado por segunda vez, después de diez años, el libro de poemas “Soy mi cuerpo”. Tal vez la afirmación categórica del título justifique su diálogo una y otra vez. Una afirmación que subraya, como todas las afirmaciones, una duda. Así, en el poema ‘Espanto’, la autora dice:
Una puerta me queda
por abrir
infinitos pavores carcomen
mi sombra
Siento rabia al saber
que soy mi propio miedo
enfundado en este cuerpo
Los invito entonces al viaje de leer este libro con la certeza de que para nada será un viaje con tiquete de vuelta. Estoy segura que en la renovación de su escritura, hay nuevos paisajes, nuevos diálogos inacabados por la constante y presente pregunta de Quién soy, en la duda que nos deja siempre la certeza.
(*)Luisa Fernanda Trujillo es poeta, ensayista y docente universitaria. Ejerce como profesora en el pregrado de Creación Literaria de la Universidad Central de Bogotá. Tiene dos obras poéticas publicadas: De soslayo, prendada, editada por la Fundación Palabra a Tiempo en el 2010, y Trazo en sesgo la noche, publicada por la Colección Un libro por centavos de la Universidad Externado de Colombia en el 2012. Poemas suyos han sido publicados en revistas y magazines de Colombia, México, España, Italia y Bolivia e incluidos en antologías de España, Italia y Colombia.
POEMAS DE “SOY MI CUERPO”
(de Libro I)
PERFORACIÓN
Hay una brizna de fuego
detrás de mis ojos cerrados
Vives allí quemándote
aunque finjas
y continúes arriba y abajo de ellos.
HILOS
Ni el valle de los Incas
puede con mi alma
Tomen mi corazón
y siémbrenlo junto a las piedras
Solo entonces la vida será
un río sagrado de arañas.
AFLICCIÓN
Machaco mis dedos
para dejar atrás las azules
llagas de los pesares
Soy la muerta
y mi cuerpo un fantasma
sumergiéndose en los ríos
que mojan la memoria.
ESPONJAS
El agua en su paciencia
va y viene perforando el esqueleto
La voz
solo eso queda
contra las esponjas enfermas
y esta espalda de corcho.
ESPANTO
Una puerta me queda
por abrir
infinitos pavores carcomen
mi sombra
Siento rabia al saber
que soy mi propio miedo
enfundado en este cuerpo.
EVOCACIÓN
En el sopor de la tarde
Miro mi casa llena de fotografías
Las cosas se desgastan
como el amor que te tuve
o el color de aquellas fotos.
HONDO MUY HONDO
Me afeito la cabeza
y empiezan las preguntas
sobre lo que dejamos de hacer
La alfombra verde que se hace hierba
cuando la pisas y se extiende como
mancha de insectos sobre mis manos
aún permanece en la sala de televisión
Un presentimiento puro
sale de mí
Las preguntas cubren mi cabeza afeitada.
AGUA
Cuando regresé
mis amantes
levantaron mi cuerpo sano
y lo llevaron al río de la dicha
Nos bañamos en la locura de las aguas
que prendieron una orgía
en sus bocas de vodka
Agua de pétalos de todos los colores
cubriendo mi pezón reencarnado.
(de Libro II)
LIMÓN PERFUMADO
Soy mi cuerpo
atrapado por partículas de otros cuerpos
Cuerpo que enjabono en el mar
reconociendo suciedades y miedos
Miedos míos
enjuagados con el agua
que todo lo cura
la sal de mi sudor
los celos bien guardados
los dulces jugos
y de nuevo el agua
que me concede
un cuerpo nuevo cada día
Cuerpo fresco
tendido en la cama
como limón al filo
de la ventana
Y el sol quemando
el vidrio
la madera
el limón
perfumado y desnudo
de la ventana que soy
¿Sé quién soy?
me miro en el largo espejo del baño
tengo treinta y tres años
nunca estuve tremendamente sola
abandono de perras
que te marca y deja sin curiosidades
Lloro y mis piernas blancas
se vuelven negrura profunda
que bloquea los sentidos
Quién es mi cuerpo
puede afrontar sus propias
desgracias
incluso las más asfixiantes horas
ansiedad
falta de ti
horas cuando me fundo con un monstruo
que conozco bien
Cuerpo mío
pólvoracielo
intenso estallido
de lámparas que filtran tu claridad
sobre mi pecho
Soy este cuerpo mío.
LO QUE SOY
Desdoblo mi rostro
encuentro a la mujer
en dos planos
La zona de sombras
habitada por murciélagos
y la de las angustias
ocupada por la imposibilidad de vivir
Los días me descubren
huyendo del sufrimiento.
ROSA DE LOS VIENTOS
Hacia el amanecer
una brisa toca mi sueño
y descubro
conchas y caracoles negros
esparcidos sobre las sábanas
Levanto la almohada
y moluscos se arrastran
dejando una sustancia
que tiñe mis dedos
Es cuando el rumor del mar
invade mi casa y empieza otro día.
TATUAJES
Se ama desde las cicatrices
o desde el frío
Mapas de amor contenido
latiendo en el espacio
Aullidos de piel
dibujos pintados
en un campo de batalla
que es tu mente y a partir de ahí
es corazón tallado
Noble tatuaje simulando el mar
Desde entonces
me turban los escotes
que dejan ver
el espectáculo de la piel
rayada por el dolor.
LO JURO
Del modo que un pájaro
atrapa el olor del mundo
con la misma intensidad
el mundo está fuera de él
Del mismo modo estos poemas t
ienen un olor a mundo
sin perder ninguno de mis sentidos.
Aleyda Quevedo Rojas. Poeta, periodista, ensayista y gestora cultural, (Quito, Ecuador 1972). Ha publicado los libros de poesía: ‘Cambio en los climas del corazón’ (Quito, 1989), ‘La actitud del fuego’ (Lima, 1994), ‘Algunas rosas verdes’ (Quito, 1996), ‘Espacio vacío’ (Quito 2001 y Venezuela, 2009), ‘Soy mi cuerpo’ (Quito 2006 y 2016), ‘Dos encendidos’ (Venezuela 2008 y Quito, 2010), ‘La otra, la misma de Dios’ (Quito, 2011), ‘Jardín de dagas’ (México D.F., 2014 y La Habana, 2016); y las antologías de su poesía: Música Oscura (Andalucía-España, 2004), Amanecer de Fiebre, (Guayaquil-Ecuador, 2011) y El cielo de mi cuerpo (La Habana, Cuba, 2014). Obtuvo el Premio Nacional de Poesía “Jorge Carrera Andrade” en 1996. Ha representado a su país en los más importantes encuentros y festivales internacionales de escritores en Canadá, España, México, Argentina, Colombia, Nicaragua, Puerto Rico, Perú, República Dominicana, Venezuela, Francia, Cuba, Chile y Brasil. Ha sido curadora y coordinadora editorial de las antologías literarias: “13 poetas ecuatorianos”, que reúne voces de poetas nacidos en los años 70 en el Ecuador y que fue publicada en Venezuela en 2008; “Mordiendo el frío y otros poemas” del notable poeta ecuatoriano Edwin Madrid, 2010; “Hacer el amor (humor) es difícil pero se aprende” del reconocido escritor Fernando Iwasaki, 2014; y “La música del cuerpo” del maestro Eduardo Chirinos, 2015. Es coordinadora editorial del sello independiente Ediciones de la Línea Imaginaria que tiene en su catálogo 28 volúmenes de poesía. Colabora con revistas de cultura y literatura del continente. Ha sido traducida al francés, inglés, hebreo, portugués, sueco e italiano. Mantiene una intensa actividad como gestora cultural. Trabaja como consultora especializada en temas de artes y educación superior, comunicación y marketing cultural y políticas culturales. En noviembre de 2016 aparece en Francia la edición bilingüe de su libro: “Jardín de Dagas”, traducido por el poeta y traductor Rémy Durand con el sello Villa Cisneros, y el auspicio de la Alianza Francesa.
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