Prácticas de Sueños
La Prosa Poética de Basilio Belliard
Metáfora tras metáfora. Imagen tras imagen. La creación de lo onírico tan etéreo y humano al mismo tiempo. Leer la prosa poética de Basilio Belliard es andar un sueño adentro de otro sueño y descubrir que el sueño es el ser mismo; el ser y su andar, el ser y su búsqueda, el ser y su gozo y su pena. Amalgama de voces que se quedan rondando son sus Prácticas, con ese tono particular terso y fluido, desde el cual dice el mundo real e imaginario, desde el cual sentencia que “lo que soñamos sufre la herida de la memoria”. Hay tanto don de hacer e inventar lo lírico entre estas líneas, y lo celebro entrañablemente. ~ Ana Cecilia Blum
Saltos mortales
“Sé poeta siempre, hasta en prosa”. (Baudelaire)
Los sueños tienen una cáscara resbaladiza que evapora a los durmientes. Detrás de ellos, y en medio de sus ojos, habitan superficies circulares. Los soñadores tienen su piel amarga, mientras que los insomnes la tienen avinagrada. Ambos recuerdan los números y los horóscopos de los asesinos. Viajan como astronautas y hablan con Dios, y juegan al ajedrez en los momentos de duermevela. Cuando vuelan, su respiración despierta los sueños de los locos, que se disputan una piedra volcánica con la que se defienden de los metafísicos.
Piel del aire
En las provincias de los sueños nos intercambiamos las pieles. Sin hablarnos, éramos una misma realidad mezclada con el aire, una oblicua verdad teñida de piedad. La claridad del crepúsculo es más real que el temblor de tus manos y que el sueño de los cuerpos cerrados. Despierto y no veo los juegos de los ojos derretidos en sal, sino el fuego en la noche dibujada por tus sombras. Escribo estas letras que van a ninguna a parte. Son reflejos de tu memoria que cava en mis sienes y construye ríos, cuyos ecos resuenan en el fuego de tu nombre. Las palabras de tus dientes arden en el viento y desembocan en la noche del olvido. La tarde entra a los cuerpos como un huésped lunar y le acompaña la tempestad de la sangre. Lo que soñamos sufre la herida de la memoria. La luz del aire inunda con su eco las sílabas de tu piel. En el cielo naufragaron tus palabras, y en la mar, tus silbidos como astros donde moran las reinas y los zánganos. Tu cuerpo se hizo hielo y fuego, y echó a andar sobre las noches estrelladas, y se transformó en camino, al trillar en las madrugadas las semillas de las rosas. La vida se detuvo en Cronoville y engendró un valle de cigüeñas. En las montañas de Landlife bebimos licor de incienso mientras oíamos las canciones de los colibríes y las homilías de los ruiseñores. En medio de la nieve éramos pieles abrazadas que hacían ingrávido el mundo, y los cuerpos reconocían su sangre en los deseos. La luna que soñé hace mil siglos y la que vimos con los ojos cerrados en la planicie de Tempoville ilumina las ruinas y la historia. Entre los álamos siempre había palabras para jugar con los nombres de las cosas en las tardes de manzanas y de aires. Tras las cenizas del mar, como quien espera la eternidad, las sombras de nuestras miradas trazan los caminos de nadie y la luz de la nada. Las vidas giran como monedas de horóscopos. Todos soñamos poco y despertamos poco. Siempre morimos antes y nacemos póstumos. De regreso a casa recogimos de los surcos las letras y el destino. Y nos sentamos a soñar tocando las campanas de las serpientes, y despertamos con los siglos en las palmas de nuestras manos.
Los versos son ríos
Los versos son ríos implacables; son como las líneas de las manos, cuyas ondas reptan en frases numéricas. Los versos huyen del agua y se escapan: se refugian en imágenes oblicuas y redondas. Se derriten como aire en el fuego de la sombra.
Corazón del aire
“Un poeta es un ruiseñor que permanece en la oscuridad y canta para alegrar su propia soledad con dulces sones”. P.B. Shelley (Defensa de la poesía).
Las alas de los pájaros son de viento. Con una pluma de ala de pájaros escribo la página que lanzo al aire. Las alas de viento del pájaro vuelan y escriben los versos entre las nubes, con su pico de aire y de espumas. Los pájaros con alas de viento dibujan con el vuelo el corazón del aire.
Raíz del verbo
La palabra se despierta y se despereza. Raíz del verbo que balbucea y susurra sus sílabas podridas. La palabra besa el aire y emprende su vuelo: decora el espacio, y en breve cárcel, repta en superficie acuática. Germina el habla: resucita el viento; clarean los instantes de la realidad: toma cuerpo y presencia. Se hace transparente y su apariencia despierta los oídos y abre la boca de la memoria. La palabra canta y enmudece. Alimento de la tribu, la palabra inventa desiertos y bosques. La palabra calla, y su eco revolotea en la plenitud del azar.
Inmortalidad del corazón
El corazón nunca se enferma de cáncer; es fuerte como la sangre, y no se muere de amor. El corazón es un cazador casado con un tiro al blanco. El corazón no se muere de muerte natural: muere calcinado por el fuego y por las llamas de las rosas. El corazón sólo se muere con un tiro de gracia.
Litoral de la aurora
No habitábamos en el desierto sino en el fondo del mar. Así pensamos, mientras los vientos cuaresmales nos tiraban en estribor. Sosteníamos el mástil, atados a la quilla, cuando el día salado nos arrancaba los párpados. La brisa nos abrigaba en la paz de la arena. El reino de la soledad se apoderó de nosotros y bañó todo el litoral de la aurora. Cuando nuestro navío bogaba en pleamar de vértigo, un relámpago de humo circuló en azar torbellino sobre los golfos crepusculares.
Isla al aire
Nadie está más solo que un isleño. El habitante de una isla está aislado porque el agua lo separa del mundo. El isleño es más solidario que un mediterráneo porque desconoce la tierra firme. Su experiencia de vida está cercada, aislada. El mundo es una isla. El isleño se alimenta de espacio: tiene sed de viajar y de volar. Nace con alas y lleva una barca en su corazón. Una isla no tiene fronteras y sus habitantes se alimentan de la sal del mar. Una isla es un pájaro rodeado de alas por todas partes. Toda isla es un punto que navega y flota en el Cosmos. Todos somos islas. El mundo es una isla. El mar es una isla rodeada de tierra. El sol es una isla en el cielo con su lago, la luna. Como las estrellas, que son ojos en el cielo, las islas son archipiélagos de sal y arena. Una isla es la metáfora del viaje, la ensoñación de lo posible, el sueño de Tomás Moro. Todos los mares nacen y mueren en las islas.
Basilio Belliard nació en Moca, República Dominicana, en 1966. Es poeta, ensayista y crítico literario. Estudió filosofía y letras en la Universidad Autónoma de Santo Domingo, donde enseña para las Facultades de Artes y de Humanidades, en las escuelas de Crítica e Historia del Arte y de Letras. Tiene un master en filosofía por la Universidad del País Vasco y la UASD, con una tesina titulada Filosofía y poesía: una relación histórica de atracción y repulsión, así como un postgrado en docencia universitaria por la Universidad Católica Santo Domingo.
Textos suyos aparecen en las antologías Miroirs de la Caraibe: douze poetes de Saint Domingue, de José Rafael Lantigua, Juego de imágenes: nueva poesía dominicana, de Frank Martínez y Néstor Rodríguez, Jinetes del aire: poesía contemporánea de Latinoamericana y el Caribe, de Margarito Cuéllar, Cantos del aire: antología de poesía dominicana contemporánea, de Emanuele Bettini y La invención del vuelo, de Danilo Manera, así como en las revistas Caribe, de Marquette University, Hispanic Culture Review, de George Mason University, Cuadernos de poética y las revistas mexicanas Tinta seca, Blanco móvil y Crítica.
Es autor de las obras: Diario del autófago (poesía, 1997), Vuelos de la memoria (poesía y ensayo, 1999), La espiral sonora: Antología del poema en prosa en Santo Domingo, 1900-2000 (2003), Poética de la palabra. Ensayos de teoría literaria (2005), Sueño escrito (Premio Nacional de Poesía, 2002), Balada del ermitaño y otros poemas (2007), Los pliegues del bosque (2008), Piel del aire (2011), Oficio de arena (minificciones, 2011), Soberanía de la pasión (ensayo, 2012) y El imperio de la intuición (ensayo, 2013). Editó el libro El búho y la luna. Entrevistas a José Mármol (2005) y coeditado, junto a Alexander Meléndez y Mario Ulate: Puentes de palabras. Compilación de poesías costarricenses y dominicanas (2006), Plata Caribe. Poetas dominicanos y uruguayos (2007), con Rafael Courtoisie, Máscara de Orfeo. Poesía dominicana y brasileña, con Floriano Martins, Quedar en lo cantado. Poesía dominicana y argentina, junto a Florencia Castellanos, Antología de poesía de la República Dominicana, con José Mármol y Palabras de una isla. Antología de la poesía dominicana y haitiana, con Gahston Saint-Fleure. Ha participado en diversos congresos literarios y festivales de poesía en España, Italia, México, Costa Rica, Nicaragua, Panamá, Colombia, Venezuela, Perú, Argentina, Cuba, Puerto Rico y Estados Unidos.
Actualmente es Director de Gestión Literaria del Ministerio de Cultura y Director-fundador de la revista País Cultural. Poemas suyos han sido traducidos al francés, portugués e italiano. Prácticas de sueños, de poemas en prosa, es su más reciente libro publicado.