Juntando poemas
Desde Metaforología nuestra sección
“Poetas en Nueva York” presenta a Magali Alabau
por Manuel Adrián López
Andamos de estreno con esta sección en la Revista Metaforología. Me seduce poder mostrarles a esos poetas que nunca dejo de leer y a otros que me interesan leer más, o los que todavía no he descubierto por completo. Todos ellos habitan en esta jungla, llamada Nueva York y quiero compartir sus versos con ustedes.
No existe proyecto para mí, si no logro tener la opción de contar con la poesía de Magali Alabau. Es así de simple. En estos días casualmente se ha publicado su libro, “Amor Fatal” editado por Felipe Lázaro en Editorial Betania de España. La portada y las ilustraciones interiores son obra de la artista Sylvia Baldeón. He tenido el honor de escribir el prólogo, del mismo un fragmento que aquí comparto:
Magali Alabau no ha escrito un libro común sobre el amor, sin embargo desde los primeros versos se percibe ese agridulce sabor que está relacionado con el sentir y también el pensar. La fatalidad en las relaciones humanas, el desgaste que a veces nos lleva hasta los golpes. Ella poetiza una época, textos con ribetes biográficos, aunque no lo son en su totalidad. Tiene el don de saber tejer magistralmente, e intercalar fragmentos de sueños esporádicos y ruidos de una ciudad que devora… Las páginas de Amor fatal arden entre mis dedos, queman con la misma rapidez que he sentido otras veces al leer la obra de esta poeta reclusa que siempre está a la vuelta de la esquina, mostrándonos en bandeja una pizca de un mundo tiznado entre el recuerdo y la fábula…”
Los textos que les presento pertenecen a este libro que debería leerse como si fuera un solo poema, un solo aliento de principio a fin.
¿Por qué una canción,
un rostro nos arroja hacia el pasado
que ya no puede recorrerse?
Apareces en pedazos de sueños.
Cobras vida por un momento.
Cuando despierto, siento tu amor.
El amor que tiene que perecer,
que no puede recrearse por el día
porque es como invocar un muerto.
Muerto que cava hoyos en el pecho,
huecos profundos de vergüenza.
Reconocerme en tus besos,
el toque mágico para poder seguir,
para levantarme y comer las estrellas.
Lo que he sido después, lo que he buscado
en esos espectros y radiologías del tiempo,
ha sido pretender odiarte y odiar todo.
Somos dos preparaciones para morir,
hasta el final tus ojos me persiguen.
Tu mirada hizo que escribiera una palabra
y luego dos que fuera la mejor o la peor.
Fueron tus pupilas laberintos en que nos encontramos.
Una historia se unió con la otra.
El deseo en cada una se vació
dejando un poco de ti en cada molde.
Tú, ahora, con ojos azules o grises,
yo, gritando barbaridades
por esta picazón constante de la vida.
Uno debe confesar en la cima,
sacar fuerzas para recitar las últimas líneas del script.
Tocar el corazón una vez más, rescatarlo.
Lleno de violencia,
el amor se expresa
en ciertas formas de besar.
El útero clama
un orgasmo
que se aguanta
y sube hasta la espalda desgarrado.
Alrededor, tacones,
pintalabios, botellas
destilando vapores que trastornan.
Ritmo brutal al golpe de Disco.
¿Qué hacemos aquí?
La embriaguez nos monta en un taxi.
El carro nos transporta
a los brazos de Shiva.
Solo mirarnos,
un enchufe eléctrico nos amarra.
Olvidamos dónde dejamos la ropa.
Nos entregamos desde la boca hasta el infinito.
Nuestros dedos entrelazados
abren esferas celestiales,
nos revolcamos entre ellas.
En el espacio grabamos
un nacimiento y una muerte.
Una esfera para llenarla
de dulce hiel.
Un año,
unos meses,
una semana.
Que me sorprenda la muerte.
Que traiga rosas, un ramo
como tú me trajiste el primer día
en ese afán de conquista.
Pensé ordenar los poemas,
que estuviesen listos,
legibles.
Pasar a una caja
los ya terminados
y los insatisfechos
ponerlos en otra
con una nota póstuma.
Ahora no hay ahora.
Solo existe el reloj
compitiendo con ese otro
de los condenados.
Los que no logre reescribir,
al fuego conmigo
en la misma caja de pino,
y que ardan con mi cuerpo
en ese crematorio desconocido.
A última hora alguien traerá un folder,
o varios y se pagará extra
por esa inesperada quemazón de papeles.
El encargado, un amigo o el ángel de guardia
seguirán las instrucciones hasta el último detalle.
El ángel recuerda
tu voz baja,
tus ojos tristes
ante mi vozarrón
haciendo temblar el edificio,
digo, el teatro.
Juntando poemas,
uno escrito antes
se une a otro escrito ahora.
Mientras el reloj no camina
respiro este largometraje.
Me daba vergüenza besar a otra mujer.
Prefería besar a mi padre.
Era fácil, simple.
Una natural disposición
para invitarlos y luego
olvidarme que existían.
Pensé, quizás, me dijeron, quizás,
eso de que era una abominación.
Mi madre y mi tía repetían: qué asco.
Cuando pronunciaban la palabra pecaminosa
hacían una mueca como si fueran a vomitar.
Se referían a mi otra tía que según ellas,
padecía de la enfermedad.
No solo era una enferma,
es que era mala, nació mala,
una mujer sin sentimientos.
No quería a nadie.
Mira cómo abandonó a la madre
y se fue al Norte a los veinte años.
Siempre fue un problema
con eso de los escándalos
y las amigotas.
Jarros de agua fría,
agitadas, las urracas vociferan
que hubieran preferido una puta
a ya tú sabes qué.
Yo y mis serpientes,
aplastadas por unos años.
Sus pedazos reaparecieron,
revueltas salamandras,
les salieron patas,
volvieron a caminar.
Me ayudaron a salir
de la oscura cueva.
Me forzaron
a levantarme,
a dejar las escamas.
Sacrificios sanguinarios,
sierpe en toda época venerada
por su sabiduría.
Mis vertebras son tuyas,
en mis huesos vives
con deseos irracionales
y venganza.
Iluminada serpiente,
una vez que te abraza
no te deja ir.
Magali Alabau. Reconocida poeta cubana. Reside en Nueva York desde 1966. Autora de 10 libros de poesía: Electra, Clitemnestra (1986); La extremaunción diaria (1986); Ras (1987); Hermana (1989); Hermana / Sister (Bilingüe, 1992); Hemos llegado a Ilión (1992 y 2013); Liebe (1993); Dos mujeres (2011); Volver (2012) y Amor fatal (2016). Su obra ha sido traducida a varios idiomas y aparece en diversas antologías y colecciones de poesía. Para saber más sobre esta autora o sobre Amor Fatal pueden entrar a la página de Editorial Betania, o adquirir su libro en Amazon.com.
Manuel Adrián López nació en Morón, Cuba (1969). Poeta y narrador. Tiene publicado los libros: Yo, el arquero aquel (Poesía. Editorial Velámenes, 2011), Room at the Top (Cuentos en inglés. Eriginal Books, 2013), Los poetas nunca pecan demasiado (Poesía. Editorial Betania, 2013. Medalla de Oro en los Florida Book Awards 2013), El barro se subleva (Cuentos. Ediciones Baquiana, 2014) y Temporada para suicidios (Cuentos. Eriginal Books, 2015) Su poesía aparece en las antologías: La luna en verso (Ediciones El Torno Gráfico, 2013) y Todo Parecía (Ediciones La Mirada, 2015). Actualmente reside en Nueva York.
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