La Voz de José Díaz Díaz
Llegaron a mis manos dos obras de José Díaz Díaz: el Último Romántico y Ausentes. Díaz es uno de los escritores colombianos más sólidos dentro la literatura contemporánea, y ha sido un gusto hondo leer estos dos libros tan provocativos, que demandan del lector involucrarse, comprometerse, saber escuchar y descubrir quién está hablando y qué es lo que nos están contando.
Este autor sí sabe narrar y se nota en sus líneas que es además un intelectual con toda la redondez de la palabra, pues las múltiples referencias literarias, históricas, geográficas y culturales en sus obras lo confirman y dan fe de ello. Por lo tanto puedo prometer que ambos libros más allá de proponer tramas y personajes interesantísimos ofrecerán un conocimiento amplio del mundo y la cultura, unos referentes que uno había olvidado y otros nuevos que hacen levantarse de la silla y escudriñar hasta encontrar respuestas.
La narrativa de este autor se le incrusta a uno a ratos como espina, a ratos como daga y de repente ya se está atrapado, herido, como colgado; y sospecho sobre el premeditado goce del escritor, seguro sabe lo que ha hecho, especialmente cuando prepara escenarios y discursos con los cuales se propone jugar con el lector desde sus tan bien logrados sarcasmos, ironías y parodias. Así son las obras de Díaz, de pulidos personajes coloridos, monólogos interiores y múltiples sub-historias ante las cuales el lector no puede resistirse a reír o lamentarse.
El Último Romántico nos narra la vida de Gerardo Antonio quien a los 23 años conoce el mar por primera vez y desde entonces decide ser un peregrino por las tierras Bolivarianas mientras escribe una novela de amor. Esta es una historia que acontece en la segunda mitad del siglo XX y tiene como escenarios lo rural y lo urbano, de una región de américa del sur que se muere y se reinventa, se vuelve a parir en palabras de García Márquez; una región hermosa, aromática y verde pero también oscura y pestilente.
Ahora, la colección de relatos los Ausentes, como su nombre lo anuncia, lleva como eje central el tema de los éxodos, las distancias, la extrañeza en las tierras nuevas, el siempre migrante en el corazón y ese llegar a ser finalmente cuerpo hecho de norte y de sur.
A propósito de sus dos obras, aquí les comparto gratamente una entrevista con el autor, quien nos habla en detalle sobre algunos de los temas tratados en los libros que nos ocupan. ~ Ana Cecilia Blum
La Voz de José Díaz
—Tanto en El Último Romántico como en Ausentes el desencanto y el hastío así como la esperanza y el asombro son temas que van tomados de la mano en las historias y en el recorrido existencial de sus personajes. Esta antítesis escritural es una constante a lo largo de su obra. ¿Podría contarnos más sobre ello?
Claro que sí, Ana. Esa antítesis que tú has captado en mis personajes obedece a una decisión tomada de antemano, algo así como una plataforma sicológica para denotar la complejidad de la gente. Nadie es totalmente bueno o malo, sagaz o ingenuo, pervertido o cándido, bruto o inteligente. Todos tenemos de todo. Es el yin y el yang, la tesis y la antítesis, vaya, la teoría de los opuestos llevada al terreno de los personajes literarios. Mis personajes son complejos como lo es la conciencia del hombre de hoy. La verdad absoluta llevada a la conciencia colectiva actual, no existe. Ahora nadie sabe a qué atenerse, la confusión de valores se expande, todo es relativo y mientras tanto, el tablado social pareciera desmoronarse ante la carencia de principios que rijan el comportamiento de la comunidad. Mi literatura busca reflejar esa confusión de conciencia.
—Es muy difícil encasillar su narrativa dentro de una corriente particular; por ejemplo, en el caso de El Último Romántico, esta es una novela que parece ser naturalista pero no lo es, una novela que parece ser romántica pero no lo es, que parece ser urbana pero no lo es, parece ser histórica pero no lo es, erótica pero no lo es. ¿Será porque es una novela que se niega a enjaularse en una sola clasificación sino que en su lugar toma de todas estas categorías zumos para convertirse en una jugosa novela posmoderna de experimentación y heterogeneidad?
Pretende ser esto último, Ana. Como tu bien lo anotas, mi afán es el de lograr un texto posmoderno en donde la heterogeneidad y la experimentación corran libres de toda atadura. Parodia, alegoría y sarcasmo. Por supuesto que esta narrativa se desarrolla dentro de los canales de la Ficción Histórica porque considero es una línea que ata al arte con la vida y en este sentido permite que la narración involucre al lector como testigo de lo narrado. De otra parte, utilizo todo tipo de técnica que se me deje elaborar. Me gusta la mixtura de géneros y también me gusta jugar con ellos. Utilizo la <<licencia poética>> para sacarle el jugo e innovar hasta donde se pueda.
—Sin duda lo erótico ocupa un lugar importante en su obra, y no es lo erótico connotado sino lo erótico denotado, a veces brutalmente realista y crudo; y sin embargo hay ocasiones en que el amor romántico y puramente sutil también hace nido en su narrativa; y así una vez más el lector se enfrenta a esa antítesis humana que recorre su obra. Cuéntenos sobre este tratamiento del amor carnal y del amor espiritual en sus libros…
“Ni santa ni puta”, me decía una poeta amiga a quien yo inquiría por su comportamiento a veces convencional, a veces libertino pero siempre solidario y hasta sublime. Qué te puedo decir. Amo la doctrina tántrica y aquello de fusionar cuerpo, mente y espíritu me atrae a morir. En narrativa, los personajes son los que imponen su comportamiento erótico-sexual y para presentarlos creíbles, realistas y vigentes hay que describirlos y hacerlos hablar como ellos lo hacen. Eso sí, huyo de la vulgaridad, más bien celebro el humor y la picardía. La línea que separa lo erótico de lo pornográfico es muy delgada pero todos sentimos al leer un texto si estamos denigrando de la condición humana o si estamos celebrando la riqueza de su sensualidad. Desde que conocí El Decamerón de Boccaccio supe que podía gozar leyendo. Desde que conocí a Baudelaire y sus Flores del mal supe que de la miseria humana también se puede extraer belleza. Cuando leí la Historia del ojo de Bataille, me persuadí de que el ejercicio libre del erotismo y la sensualidad son algo más que <<hacer el amor>>. Con Lolita de Nabokov, Los trópicos de Miller y el <<realismo sucio>> de Bukowski supe que el arte no tiene barreras y que si en la vida real no se puede ser totalmente libre, en la literatura sí.
—La ciudad y las ciudades son un referente poderoso en la narrativa de José Díaz, pero lo son desde lo decadente, desde lo que se va perdiendo, lo que ya no es ni será y en medio de todo lo que mengua afuera parece que adentro sus personajes aunque rodeados por tal devaste y a ratos inyectados de vacío, se niegan con alto tono a perder el deseo de vivir y de amar, deseo a través del cual sobreviven a todo lo roto. ¿Qué nos puede decir sobre esto…?
La ciudad es un escenario real del encuadre narrativo en donde la carga de lo absurdo se da cita. La tragedia, inocencia y culpa se unifican, y el contraste entre lo sublime y lo grotesco se dan la mano; en donde se le mide el pulso a los coletazos de la historia que parece dominada por la perversa venalidad de sus dirigentes. Basta ver a Bogotá convertida hoy en ciudad de<<desplazados>> o a Caracas en una voz sollozante de libertad. Pero una ventanita siempre queda abierta. Es la luz invencible de la fe y del sí se puede. La narrativa debe estar teñida de este sentimiento.
—En El Último Romántico el yo-narrador habla con frecuencia con el lector ficticio. Cuéntenos un poco sobre la elección de esta técnica que hace al lector no solo sentirse partícipe de la obra sino cómplice de la misma…
El narratario (persona a la cual se le narra) a veces es el mismo lector. Tienes toda la razón, poeta. Para mi es esencial tener en cuenta al lector. En tanto escritor, me debo al lector y es a él a quien dirijo toda mi atención. Estoy totalmente de acuerdo con Foucault cuando afirma que el papel de la literatura es la de mostrar nuevos caminos a partir de diseccionar la realidad en que se vive. Mostrar nuevas posibilidades, nuevas utopías que le den un segundo aire a una población diezmada por la increencia, la banalidad y el desencanto.
—En Ausentes se impone la presencia de los éxodos, de lo que queda atrás, y de la llegada hacia lo nuevo. Una tierra distinta a la natal, otros escenarios, otra geografía que acaso no se pueden ni entender ni penetrar completamente. En especial en los cuentos “Vértigo y Penumbras” e “Isabela” se nota la necesidad de contar con una voz de emigrante. Háblenos sobre esto…
Esa “voz de emigrante”, como tú muy acertadamente la llamas, es muy cara para mí. Y siento que me acompañará como un eco de mis silencios y de mis aullidos. Como emigrante que soy, navego en ese limbo fuera de toda frontera, sin melancolía por lo que queda atrás y con afirmación de lo nuevo que se pisa. Total, las raíces no se pierden, ni se esconden, ni se negocian porque ellas embardunan la conciencia donde quiera que tú vayas.
Busco en mi narrativa la universalidad y no lo local o folclórico. Por fortuna la mayoría de los escritores no padecemos de <<mal de patria>> porque para nosotros— como dijera Borges y después Bolaño— la patria es el lenguaje. Por fin ganamos una, poeta…
—Don José Díaz -el escritor- es usted el último romántico, el último librero, el ausente de su tierra natal o el hacedor de los ya mencionados; o quizás entre las mágicas posibilidades de las letras y la vida todos los anteriores…
Todos los anteriores y ninguno…, Ana. Y gracias por hacerme fáciles las preguntas tan puntuales e inteligentes, porque en la misma cuestión que planteas escribes generosamente la respuesta. Pienso que la relación escritor-personajes es cercana pero también, distante. La influencia biográfica en todo texto narrativo es innegable, puesto que el autor es un sujeto atado a sus circunstancias de las cuales no se puede desprender, como dijera Ortega y Gasset; y lo es distante en la medida que el novelista ficciona y fantasea con todas las posibilidades que su imaginación le permite. Ahí descansa la originalidad del enfoque y del estilo de cada escritor. Si bien es cierto que el escritor es el “hacedor” o demiurgo de sus creaciones, es ante todo, un amanuense de la realidad, que con las herramientas del oficio transcribe, en el lenguaje que es su material de trabajo, las señales y guiños para que su lector se entretenga mientras otea y devela senderos imprevistos y nuevos gracias a la magia de la buena literatura.
José Díaz Díaz. Escritor colombiano-americano (1948), vive en USA desde 1996.Estudió Filosofía en la universidad de Santo Tomás de Bogotá graduándose en l973. Luego adelantó estudios de postgrado en la Universidad Javeriana de la misma ciudad en la especialidad de Literatura. Trabajó durante diez años en el campo de la docencia en la capital colombiana. Del año 1978 a 1989 residió en Caracas, Venezuela y durante un periodo de cuatro años trabajó en la Embajada de Colombia en ese país. Desde entonces viene escribiendo artículos y reseñas literarias, a la vez que mini-ensayos sobre poesía y narrativa.Ejerce la crítica literaria y se desempeña como corrector de estilo. Dirige la Escuela de Escritura Creativa:LA CAVERNA.