Indicios
Metaforología Gaceta Literaria tiene el privilegio y la primicia de presentar 26 poemas del ecuatoriano Julio Pazos, tomados de su libro Indicios; el cual fue publicado por la Casa de la Cultura Núcleo del Tungurahua en el año 2015.
Hendeduras
Reflejo
El autor se altera y quiere afirmarse.
(Vuelva, usted, a restaurar la piel;
crezca, repítase, saboree sal;
sea hierro abandonado en el llano y fuego;
descomponga la resistencia, sea desgaste lírico).
El autor perturbado es un azor sin rumbo.
Evaluación
Viví en resquicios de páginas.
Estuve a dos pasos de repeticiones y escombros.
No leí en orden adecuado.
No me acostumbré al sueño nocturno ni a la vigilia.
No acumulé el claro entendimiento, preferí esa planicie
tachonada de charcos residuales
-un pasatiempo para buscar respuestas.
(El individuo busca definirse. No logra configurar su misión. Sólo sabe que la belleza es esquiva).
Visto en tercera persona
No es cazador ni ciudadano precavido.
En el margen social disfruta de postres y adelantos técnicos. Tiende a menospreciarse.
Se compara con el titán que sube la piedra sin finalidad.
Es cardo en el pedregal o paranoico suelto más allá de cuantas piletas migran al olvido.
Relaciona tilos florecidos con el asfalto de calles remotas. Guarda sombras y se abisma con arcos que sostienen el cielo.
Su desvarío no se apacigua.
(El día no es suficiente para recuperar ángulos insospechados: himno de gotas en la piel que imita el terciopelo que envuelve al ángel; carcoma en bronces que se levantan en el engaño de la perduración; golpes que fugan en profundos escenarios).
El yo acecha
El yo busca un espejo que confirme su existencia.
En la tarde se acoge al ejercicio de esperar.
El yo reproduce sintagmas que cubren la heterogénea realidad.
Se calma cuando pronuncia canoa, piragua, maní, ají, barbacoa.
El yo tiene propensión a contemplar la basura en fuentes de piedra,
sin motivo, sin reproche.
El yo recoge sus pasos en galerías y escenarios,
en sombras de álamos y torres
y repite las palabras que tanto le asustan,
que tanto le conmueven.
Sin ahorros
A nada bueno te encaminas sin ahorros
No conviene vivir al día y endeudado
Lo poco que tienes dilapidas en libros de arte
Por qué te empeñas en promover los guisos tradicionales
Vives sin lógica y has hecho de fantásticas analogías tu morada Por qué te aferras a esas oscuras comparaciones
Qué te han hecho las competencias que las desprecias
Sin motivo te aterran los bancos y te asustan los aviones
Por qué lees libros que nadie lee
Cuando alguien te oye por qué repites la crónica roja
A nada bueno te conduce el sobrepeso
Siempre apoyas las causas perdidas
Algo tienes contra el futuro y contra el presente
Y solo te entusiasman casas viejas y museos
Agradece que te acepten con tu absurda iliquidez
Todavía puedes regenerarte
No digas que lo único bueno es la poesía
Solo tú sabes que no deliro
Mi nombre en tu boca
Cabello, tela del vestido, colores fugaces:
es solo un instante de filmación que se apodera del cerebro
o de mi vacío.
Espío y espero mi nombre en tu boca, sonidos en la incierta canción del cuerpo.
Te recuerdo mirándome
Te recuerdo mirándome,
quizá me figurabas un joven lince de patas almohadilladas
que entraba en tu sueño.
Fueron esas horas en la penumbra,
mientras mi cuerpo se alertaba en la fiesta de tus dedos.
El doble
Me acompañas y tu interés está en mi otra persona,
la proterva, la triste, la que gira sobre la refracción de los tejados.
Padezco el síndrome del cuerpo desecho en fugaces células
y mi otra persona me apoya.
Me acompañas y no sabes con quién estás.
Adherido a mis ojos leo mensajes.
Concentrado en mis manos escribo claves.
Una y otra vez intervienes en el monólogo.
Amanezco unificado y con voces que fluyen en tu aire.
Estaré contemplándote,
entre el comienzo y el fin seré esos puntos brillantes de tu sueño.
Poética
Ilusos
Los poetas hacen signos más allá de cajeros automáticos
y de cuidados intensivos.
En el erial dejan sangre y guirnaldas de alusiones.
Muestran platos con penas y colocan bandas de alcanfor alrededor del planeta.
Revisan proyectos que proponen extrañas valentías.
Suscriben epifanías y alianzas de cultura popular con excelsas oberturas.
Levantan armazones con luminarias, sombras terribles y lujurias fugaces.
En sus colapsos comienzan tenaces canciones de perros muertos, secretas exhumaciones y urbanas pestilencias.
El idioma
El idioma se consume y deja su ceniza sobre los objetos de los usuarios.
En mi cerebro es un gamo perdido en el bosque.
El idioma, noche tras noche, resplandece debajo de los párpados,
y me acompaña con su flor, sus alas
y la piedra que se formó en la sangre del interior de la tierra.
El idioma, suave carne de aguacate, celebra la vulva
y atesora la constancia de vivir.
El idioma recicla rumor de aves que anidan en la llanura del papel.
Que no confunda
No incruste metáforas en la lengua común,
esos cambios descubren la intención de figurar, de agradar a la gente, son similares a flores de oropel en los cabellos de mujeres descontroladas.
No adorne el discurso con la espuma de máximas descerrajadas
de adormilados textos.
No confunda la poesía con el léxico que los preceptistas
acumulan en largos insomnios
y no declare obsesiones en los paraninfos.
Personas
Medio orgánico
Arde el individuo medio orgánico.
Sus primeras maniobras registran bandadas de loros y bosques de arrayanes.
¿Qué experimenta el individuo?
Roces de moscardones en piel medio conceptual,
linimentos pestilentes en frágiles rótulas,
punzadas, colmillos de tigres sables que se hunden en pantorrillas duras.
El individuo con medio aire intenta reconstruir el placer:
amor, música, olor, pintura, sabor de ciruelas…
Ahogado el individuo, cuelga de su negación con una cuerda
medio sintáctica.
De sus miembros chorrea un almíbar inasible.
Desaparecidos
Las imágenes de los desaparecidos
se posan en cada piedra, en árboles inocentes y claman.
El lunes, a la hora de clarines y tambores, el martes de coro y orquesta, el miércoles de danza, el jueves de teatro, el viernes de predicadores, el sábado de novias, el domingo de guardianes y fotógrafos: las imágenes se posan en la voz del corazón que
resuena en todas las regiones del cuerpo.
Las imágenes se introducen en patios y claustros, en salones y paraninfos,
en alcobas y vigilan en la puerta que impide la entrada del saurio del olvido.
Objetos ensamblados
por conciencias desconocidas
se ofrecen al sigilo del sujeto
Cuadros
Lienzos colgados en invisibles armazones
hasta donde alcanza la pasión de la mirada.
Colores veloces vuelan en mis pupilas como aves sin edad. C
ian, carmesí, añil arriban ligeros a mi nuevo corazón
con aire de vecinos apremiados por el alborozo de vivir.
En el cosmos, las pinturas se regodean con luz serena y perdurable.
Velas de cera
Ceras adornadas con hojas verdes y azules y conchas doradas,
se desplazan en el vacío del domo y no puedo asirlas.
Son mi cardumen de asombros.
Las ceras terminan sin cuerpo, sujetas como están al exterminio.
Barquilla
Una barquilla de niebla me acompaña, titila sobre la cabeza y su resplandor modifica la materia oscura.
Mi nave supera opacos laberintos y taimados espejos;
ayuda en oficinas que duplican casos tristes;
apoya, cuando digo con voces dispersas, mi descomunal amor.
Se trata de cambiar
Se trata de cambiar el orden de cosas personales.
Esta pared está demás.
La colina parda del fondo me parece triste y sobra,
en su lugar una fuente estimularía el deseo de alcanzar otro día.
Mis cosas se alimentan con desperdicios sentimentales.
Toda clase de artículos, más duraderos que omóplatos,
se amontonan como si fueran rosas de bardos anónimos.
Asaltan incoherencias
mientras el cadáver tirado sobre carrasposa lava que besan las olas, se desmenuza.
Cosas y tiempo
Descubro que algo sucede con las cosas.
¿Será el tiempo que rodó unos milímetros en las pupilas?
¿Será que lejos de mí las cosas se desgastaron a su gusto?
He aquí las cosas y el tiempo.
El tiempo estruja mi corazón, pertinaz y ajeno a toda súplica.
Otra vez irrumpo en la mañana,
de lleno,
sin advertir el paso de la ruina que avanzan con su verdad.
Objeto
Pasará un asteroide:
roca sin día ni noche,
penetrada de radiación solar,
ignora el trino del agua;
roca sin besos de frías nubes,
sin rumor de brisa en los árboles.
No sabe del candor de la nieve.
No sufre la violenta impresión que causan profundas heridas,
ni se asfixia con la consumación de frágiles cabañas.
El objeto vagará en la inclemencia del espacio
o terminará en lluvia de metales sobre la superficie de un astro
sin nombre.
Ámbitos
como en el “jardín del paraíso”
del Bosco
Pequeñeces
Prefiero madreselvas muy temprano, en el peralte del tiempo.
Elijo un local en esta Tierra, bailarina con túnica de nubes y cesta de cenizas.
Aspiro frases de huertos marginales.
Algunos poemas son insectos atrapados en transparentes bandolines.
Celebro el punto de fuga del claustro
y el triunfo del director de orquesta.
Aplaudo el lapso, el paréntesis, la yapa,
el borra y va de nuevo, la pizca, el brote, el pase de cortesía,
el comino, la peca, la una nada, la errata, el parpadeo,
la quimera, el atraso, el desmayo,
la mentira piadosa, la puchuela, la burbuja, el tris, el toque,
el mador, la piltrafa, la punta de chuchillo, el tefe,
el grano, el hilo de agua, la chispa, el soplo.
Me deshago en una página tercamente recomenzada.
Euforia
Ciudad, avance de jirafas:
altas cabezas de barrios que se ocultan entre nubes.
Miren el caserío rosa y el monasterio gris según sea la voluntad de la luz.
Observen escalinatas que reptan hasta el borde de la quebrada.
La ciudad gira en la invención de mi tiempo.
Clase social
Observo desde el margen de una indefinida clase social.
Cerca de la casa presidencial, detrás de una muralla,
en el cementerio de monjas enclaustradas,
los rosales cobijan a catorce gallinas de guinea.
En la acera, una mujer con delantal de popelina azul pregona
espumilla de mora.
Un ciego con gafas bordonea su guitarra y canta el árbol de mi casa está muy triste.
El ciego guitarrista sube al frontón de piedra. Vuelan mujeres con pestañas postizas y collares de tagua.
Ascienden gladiolos públicos.
Fuera del margen invento una clase social.
Mientras el aire…
Relación social
Venga el individuo que no padezca síndrome de grandeza y
consuma en paz maíz y frijolitos.
Venga el que desconoce sus raíces
el don nadie
el infortunado transeúnte
el extra
el condenado
el expulsado del club de poetas.
Se ofrecen huestes de álamos en la memoria.
Bienvenidos al jardín de la vida.
Desorden
Pocos leyeron tragedias griegas
y adoptaron esas tristes afirmaciones de la condición de los mortales. En las montañas algunos soasaban tubérculos en el rescoldo.
Las canciones fueron consultorios de gente que solía culpar de
todo al corazón.
Otros sacaron de los anaqueles,
como se arrancan bulbos del silencio de la tierra,
El Extranjero y El malentendido de Camus.
Ahora, en público y en privado, contemplo el desorden
y padezco el desgaste que causa cada cosa,
cada idea que clama en páginas y canciones desflecadas en niebla.
Congéneres
Resbala una gota de tristeza
se adelgaza y es un hilo que impide la separación total,
el despegue de irisada burbuja que gira y gira.
Congéneres pasan con perros blancos.
Y si fuese por la calle, en sentido vertical, sin ni siquiera
el color de aguamarina de la veladura de algo grato,
¿qué anhelo me liberaría?
Otra vez la roca impenetrable
y esa materia oscura que flota en la cuenta de asimétricos días.
Imágenes
Admiro el brillo del café
y el chorro de agua termal que goza con el músculo dorsal.
Las imágenes han encumbrado apetitos carnales a dignos sitios
y han desenfocado el odio de turiferarios civiles y eclesiásticos.
Campesinas de hirsutas cabelleras lavan zanahorias en el canal.
Solemnes azafatas atraviesan el mar de las sirenas.
Cabezas de perros y caballos aguardan en fétida carnicería improvisada.
Algunas imágenes se afanan conmigo, su propósito es desvanecerme.
Julio Pazos Barrera (Baños de Agua Santa, Ecuador, 1944). Licenciatura en Pedagogía, Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE). Doctorado en Literatura, PUCE. Posgrados en Literatura: Instituto Caro y Cuervo de Bogotá; Instituto de Cultura Hispánica, Madrid. Profesor visitante de la Universidad de Nuevo México, Albuquerque; Decano de la Facultad de Comunicación de la PUCE (1993-1997), Director Nacional de Cultura del Banco Central del Ecuador (1997-1998); Presidente del Instituto Cultural Ecuatoriano Israelí, 1998 – 2004. Actualmente es profesor de Apreciación de Arte de la Facultad de Comunicación, PUCE. Profesor de Apreciación de Arte, cursos abiertos del Museo Jacinto Jijón y Caamaño de la PUCE, desde 1990; profesor de Literatura de la PUCE, desde 1970; profesor de apreciación de arte quiteño de la Facultad de Ciencias Humanas, PUCE; Director de la revista Letras del Ecuador, de la Casa de la Cultura Ecuatoriana y Director de la Revista América.
Poemarios: Ocupaciones del buscador (Quito, 1971); Entre las sombras las iluminaciones (Quito, 1977); La ciudad de las visiones (Premio Nacional de Literatura “Aurelio Espinosa Pólit”, Quito, 1980); Levantamiento del país con textos libres (Premio Casa de las Américas, Cuba, 1982, 2da. ed., Quito, 1983; 3ra. ed. Quito, 1992); Oficios (Quito, 1984); Personajes volando en un lienzo (Cuenca, 1985); Mujeres ( Premio Jorge Carrera Andrade del Municipio de Quito, Quito, 1988); Constancias (Quito, 1994); Holograma (Quito, 1996); Días de pesares y delirios (Quito, 2000); Documentos discretos (Quito, 2003); Indicios (Ambato, 2015). Poesía Junta (Quito, 2008, 2da.edición, Casa de la Cultura “Benjamín Carrión”).
Ha publicado también La peonza (Quito, 2006) ensayos literarios y de apreciación de arte en diarios y revistas del Ecuador; El tomo de ensayos Arte de la memoria (Quito, Paradiso editores, 1998); La cocina del Ecuador, recetas y lecturas (2005); El Sabor de la Memoria; e Historia de la cocina quiteña (2008, FONSAL).
SOBRE “INDICIOS”
Por Ana Cecilia Blum (Editora Metaforología.com)
“Un azor sin rumbo es el poeta”
y en aquel extravío, el ave extraviada posee una ruta intrínseca
que suele existir “en resquicios de páginas”.
Indicios de Julio, para conocer la desnudez de su voz,
para adentrarse en sus íntimos misterios.
Que no leyó como debía
Que no se acostumbró a la vigilia
Que prefirió “esa planicie tachonada de charcos residuales”.
Mas todo fue para definirse, todo para encontrarse entre las sílabas
que han logrado “configurar su misión” pese a que “la belleza es esquiva”,
como suele serlo la palabra
belleza y palabra, agua que resbala por los ojos.
Sísifo es, confiesa el hablante, Sísifo se sabe
guarda la sombra de la roca
“y se abisma con arcos que sostienen el cielo”.
El desvarió es su condena, sentencia inequívoca
de todo aquel que se atreve a escribir versos en los ojos.
Buscador de espejos, perseguidor de multiplicaciones,
la espera es su horizonte
cuando vienen desde lejos los vocablos encantados
y se posan en su lengua, exigen una estrofa.
Pazos recoge pasos como delicadas migas de pan,
pisadas que serán imágenes en sus folios
metáforas insoslayables “que tanto le asustan,
que tanto le conmueven…”
Vive sin las cuerdas de la lógica
y se atreve a dejar brotar al soñador
desafiar las razones para hacer
de “fantásticas analogías su morada”.
El amor lo inunda, es luz latente que se cuela en sus renglones,
sus rutinas de tinta
el amor lo arranca de la confusión
de la incertidumbre
le ayuda a sobrellevar la incurable enfermedad de las palabras.
La mujer es el amor, ella es quien lo salva día a día:
“Amanezco unificado y con voces que fluyen en tu aire.”
Vaga el poeta por las calles, vaga con sus dicciones de “tus”, de “yos”,
y visita casas viejas y museos,
sin embargo a su oficio se devuelve, a su quehacer de signos retorna
porque:
“Los poetas hacen signos más allá de cajeros automáticos
y de cuidados intensivos.
En el erial dejan sangre y guirnaldas de alusiones.
Muestran platos con penas y colocan bandas de alcanfor alrededor del planeta…”
Hondos, potentes, exuberantes en su sencillez resultan los textos de Indicios;
sus cavilaciones de entrañas sangrantes,
sus sentires inundados de chispa y desaliento.
He descubierto al poeta, he descubierto una voz que
titila aun después de cerrar los ojos.
Gracias Julio por dejar que existan tus versos para nosotros.
Ahora solo queda estar al acecho de todo lo grande que aun queda por venir
de tu boca, de tu pena, de tu risa, de tu ingenio.