UN CUENTO DE ISABEL GARCÍA CINTAS

“BUSCANDO LAS PIEZAS SUELTAS”

 

Isabel García Cintas
Isabel García Cintas

 

Los hilos se van tejiendo como quien no quiere la cosa. Por ejemplo yo, con mi empecinamiento por encontrar un personaje, un sitio o un tema, darle vueltas y mirarlo desde este ángulo y no, no me gusta, mejor cambio la perspectiva. Desde aquí parece más interesante, me digo, pero todavía no. Los días pasan y, no tengo una comparación idéntica en castellano, in the backburner de mi mente sigue rondando la idea, que no es idea propiamente dicha todavía sino un montón de viñetas sueltas. Hasta que un día, entre mate y mate, después de las novedades cotidianas, nos ponemos a charlar de bueyes perdidos y le cuento que tengo algo que todavía no tiene forma dando vueltas. Él me tira un par de cosas graciosas y desconectadas, como: ¿porqué no escribís un día sobre je n’ai plus d’essence, por ejemplo? Largo una carcajada mientras me remonto a esa callejuela angosta en la zona de los bancos en París en 1977. A nuestro camper-van sin combustible en el medio de la calle, los autos amontonándose atrás y los franceses gritándome quién sabe qué cosas, mientras yo buscaba con urgencia en el librito Berlitz Francés Para Viajeros la traducción para explicar mi problema. Me remonto al policía vestido a lo Charles DeGaulle, que por fin hizo mover el van contra la vereda. Y a esa señora mayor, versión anciana de Mary Poppins (¿que haría en París con esa pinta tan inglesa?) amenazándome con un paraguas cerrado desde la vereda de enfrente. Nos reímos otra vez con los recuerdos. Me parece verlo de nuevo, llegar apurado, por el medio de la calle congestionada, con un bidón de combustible en la mano, treinta y tantos años más joven, lleno de energía y, como siempre, tomando las cosas con calma. Ahora sonríe y confiesa: no me olvido del apuro que tenía cuando compré esa nafta. Puse unos billetes frente al francés de la estación de servicio: tomá, agarrá lo que quieras, apurate. Ese recuerdo nos lleva a otro. Cuántas aventuras en aquel viaje, con el van que alquilamos en Londres para zigzaguear por Europa por unos meses antes de asentarnos en un lugar permanente.

Y así la historia se va armando, todavía no sé si es la que quiero escribir, ya que no tiene forma, aunque sé que está ahí. La hilo como industriosa arañita en el aire, tejo un tramo acá y otro allá, mientras él y yo escarbamos en la memoria las anécdotas que nos quedaron de las tantas que vivimos. Los lugares del mundo que recordamos entre los muchos en los que pusimos pie; fragmentos que no pueden pintar toda la tela porque se nos escapan pedazos, aunque los que tenemos en la mente en este preciso instante, estas evocaciones parciales hacen que los ojos brillen, que sonriamos y pasemos un rato mágico. Seguimos con el juego y por supuesto llegamos a otros recuerdos ya no tan gratos, como aquella mañana en nuestro departamento de Hawthorne, en Melbourne, cuando me desperté y me descubrí bañada en sangre. Fue el día en que perdimos nuestro primer, tan deseado embarazo. Ahora tengo el asfixiante nudo en la garganta que me viene con esta dolorosa memoria pero él, también con tristeza en sus ojos, me larga el dicho de Les Luthiers, suéltame pasado y eso, como siempre, rompe los malos recuerdos. No te olvidés de que en ese viaje a Europa ya estabas esperando a la nena, me dice, siempre mi equilibrio, mi eje emocional. Y mirá que hermosa hija, las alegrías que nos ha dado todos estos años, además de esa nieta preciosa que nos saluda por Skype dos o tres veces por semana. Suspiro y confirmo, feliz. Pero hemos terminado de matear y el cuento que quiero escribir no ha cuajado dentro de mí. Sigo con hilachas sueltas. Me vengo refunfuñando hasta la computadora, pongo los dedos en el teclado, miro un rato largo a través del vidrio este jardín de Miami y al fin digo: qué miércoles, si no tengo un cuento entero hoy, tengo un montón de trozos sueltos, y mejor los paso al papel. Aunque todavía no sirvan para nada, porque son piezas de un rompecabezas que aún no puedo armar ya que algunas quedaron traspapeladas entre tantas memorias. Pero si no las veo sobre el escritorio, sé que están rondando por ahí. Y estoy segura de que cuando encuentre la pieza exacta, ésa, la que va a enganchar a todas las otras, la historia tomará forma.

Siempre, como por arte de magia, aparece.

 

(Buscando las piezas sueltas © Isabel García Cintas)

 

 

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Isabel García Cintas. Escritora y periodista argentina residente en los Estados Unidos desde 1987. Es autora de las novelas: Incidente en la Patagonia, 2005 y Del Mediterráneo al Plata, 2012. Sus cuentos aparecen en antologías argentinas y norteamericanas.

 

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