Donde ruge tu mar
Metaforología tiene el gusto y la primicia de presentar 10 poemas inéditos del ecuatoriano Gabriel Cisneros Abedrabbo, muestra que hemos titulado con unos de sus versos: “Donde ruge tu mar”.
LA CIUDAD
La ciudad se extingue en la esquina
donde se multiplica
el esperma en estrellas y carne,
candelabro
que ha perdido lágrimas
en la lluvia tóxica
y en la dentadura apolillada de un piano,
el agua de la unción del bautismo
ahora lastima los parpados.
La ciudad está sola,
yo estoy solo
en nuestro interior los monstruos
matan las orquídeas.
La belleza de las flores
es veneno en medio del smoke.
A mi lado
se desvanecen los elfos
que un día fueron
el rugido desesperado
de la felicidad,
en la mesa de mis padres
hay un vacío
que oxida los días y el alfabeto,
las mujeres que amé,
las que dijeron amarme han desaparecido
en una diáspora inevitable.
me duele el roce de una caricia,
una noche bajo Andrómeda.
Al final la telaraña
no es más que el reflejo de una historia,
que es imposible escribir.
La mujer que amo
en este presente lleno de pliegues infectados,
se esconde, incluso de mí,
para beber mi aire.
DEJAVU
Vuelvo a caminar
el ombligo lleno de estrías,
donde se han hecho cenizas
las paredes
y mi país de tercer mundo.
Vuelvo,
planto un árbol en tus labios
que fingen no conocerme,
te miento con las mismas palabras
con las que amasé
el horizonte de tu cuerpo gris.
Me duelen las casas de abobe
donde aullábamos
el rosario subversivo,
se mete tierra a los pulmones
y presiento que voy a morir
en el útero de la mujer que amo.
La canción suena en el agua,
pretendo no saber los párrafos
que siguen
con la ingenua esperanza
de ser nuevamente mesa llena en tu hambre.
LA PANTERA
Besé a la pantera negra
cuyas garras
asaltan en el camino
de las dudas,
atrás de ella se quedaron
los olores y el paraíso mentido
de esas otras
intensidades con las que esperaba
la muerte.
Besé sus látigos,
su voz susurrando tristezas en inglés,
sus pezones apretados en el cuerpo;
ella flotaba en el centro
de una oscuridad donde otra negrura
la alejaba de mi necesidad
de su cuento de brujas.
Besé a la pantera
en la que escribió Bukowski
la insensata esperanza de ser amado.
TE AMO
A veces no puedo negarlo,
sin más se me sale un grito
y los ojos se quedan quietos
en la cisterna íntima
donde ruge tu mar.
Saco sustantivos de las mujeres
con los que hacemos una gran soledad,
me duele que nunca serán verbos;
que la carne, en los pétalos o en el látigo,
es sólo un plano que camina a la muerte,
al exilio doloroso donde
las guitarras olvidan.
Los aviones van y vienen
sin ritmo de ninguna espera,
tu olor vuelve,
irrumpe en la resaca de mi ser cansado
y Dios es nuevamente
tercer día en tu cuerpo.
A ratos a ti y a Dios no puedo negarlos.
MANIFIESTO DE LOS AMANTES
Ebrios de piel,
nos acurrucamos en el placer de las palabras
para que no sea el cuerpo solamente vino de una madrugada,
puñal donde se sacrifica
la luz
en ofrenda a las deidades del hedonismo.
Juramos no atarnos en el círculo
de una escafandra,
descubrir las grietas del amanecer,
venerar la estrella negra,
ser cazadores
de esa última gota de candor
que escondemos
de nuestros ojos.
Cuando nuestra sangre se mezcla,
muere el universo,
el que construimos en un castillo de naipes,
en ese acto engendramos un hijo,
ser azul que se expande
en la elipse apócrifa que entonamos,
no sé si es el amor o la música
en ese instante solo existimos los dos.
MANICOMIO
Me habitan mujeres
que se negaron a ser sal,
no bajaron la vista
frente al fuego de Sodoma.
Insumisas,
forjadas en el abismo
de los soles,
fuego y aceite
cuya metáfora
reinventa el amanecer.
Me habitan mujeres,
en cuyos nombres me escondo.
ENCRUCIJADA
La lluvia
no puede explicar
esa libertad
donde me quieres
y a veces me amas.
Me voy convirtiendo
en ese monje
que ha perdido toda capacidad
de discernir entre las estrellas
y las lámparas de petróleo
que desfallecen con las ciudades;
predicador de tu universo,
verbo y carne
de una memoria apenas posible.
Las manos desaparecen huérfanas
sin inventar la caricia que te delate.
Esta esclavitud no se acaba con una guerra,
ni asesinando al ángel caído en mi cuerpo.
Vida y muerte,
señora de mis infiernos
a veces tengo un segundo
en el agua de dónde emerges
y ese sólo instante
me hechiza en un jardín de dioses rotos.
DUELO
Después
de quemar las lágrimas
junto al ocaso
y saber que no puedes regresar
porque mi ausencia nos ahoga a los dos,
arranco con furia
de la piel el milagro,
los besos y la música
Me dejo morir
y mi ser se vuelve un cementerio abandonado
donde se pierden
descarnadas nuestras memorias.
Me dejo morir
y en una esquina guardo luto
por nuestro olor.
Pirata negra de mi cuerpo azul,
te mato
con el dolor de los ángeles
que están cansados de la eternidad
y la angustia de ese dios de barro
que ya no tiene más
preguntas que responder.
MIÉRCOLES
Vuelve a doler con el viento.
Abeja suspendida
en las flores maltratadas
que se aferran a la acera.
Estampilla,
que esconde una epístola
de amor.
Vuelve a romper el corazón
con la música de los nardos;
un día
su magia de escapista
se desvanecerá
y podré tomarla
en la copa de un sombrero.
Tal vez sea miércoles.
Miércoles,
holocausto
en la mujer que canta,
y al medio día
inventa noche.
Miércoles,
no hará falta que sea domingo
o volver de la muerte.
para sentir la carne y los huesos.
Miércoles en otro cuerpo,
el mundo con otros ojos
la lluvia con otra alma.
Morir ajenos
como dos fronteras de mar.
Tal vez sea miércoles,
el día
que olvidemos los puntos suspendidos del paraíso
y en esta tierra
sin más ventanas
podamos recibir
al sol sobre la hierba ajena.
MUJER
Grieta de luz donde
el aire se asfixia
y el genoma de las estrellas
duele.
Gabriel Cisneros Abedrabbo (Latacunga, 2 de diciembre de 1972). Escritor, comunicador social y gestor cultural. Ha publicado: Ceremonias de amor y otros rituales, 1996; Ego de piel y Cópula panteísta, 2003; El otro Dios que soy Yo y Ombligo al infierno, 2004; Mujeres para Morir, 2005; Peregrinaje y Raptos, 2006; Para Justificar el Aire en los Pulmones, 2009; 20 Giros en la Pólvora y Otros Textos, 2010; Mi Yo Malo, 2012; y Pieles, 2014. Ha sido Presidente de la Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión Núcleo de Chimborazo, y actualmente se desempeña como Vicepresidente de la Casa de la Cultura Ecuatoriana.
PALABRAS DE LA EDITORA
Gabriel Cisneros sucumbe al incendio del amor; a ese sentir de pasiones gigantescas desde una ciudad que va multiplicando sus versos como alfileres clavados en el cuerpo que ama y que es amado. Un son de ritmos intensos nos entrega la danza de su corazón hecho de cristales que se fracturan en una urbe que comparte su extrañeza y su fatalidad: “…La ciudad está sola, / yo estoy solo / en nuestro interior los monstruos / matan las orquídeas…”
Ama el hablante, ama con los dientes, ama con furia, ama en estallidos y desde allí aparecen los sonidos líquidos que prometen el amparo de algún momento de sosiego en el lenguaje, donde los arrebatos de la piel, la avidez de sus instintos, los delirios de sus verbos puedan aplacarse ante “la canción que suena en el agua…”
Hacia la palabra se orienta el que enuncia y de palabras se alumbra, es el oficio que lo cruza su andén de redenciones y gozo más allá de la carne, ya luego de haberse perdido en apetitos que inundan los folios de lava en el abismo de sus elucubraciones, retorna al lugar seguro que será siempre el poema: “Ebrios de piel, / nos acurrucamos en el placer de las palabras…”
Los graves y penetrantes textos de Gabriel están habitados de mujeres; sujetos líricos que forjan, atan, liberan, cubren: “…Me habitan mujeres, / en cuyos nombres me escondo…” y de todas estas -mujeres imaginarias y reales- florece una única, la mujer universal, aquella “mujer que canta, / y al medio día / inventa la noche…”. Ser donde la voz definitiva se funde y se reinventa, donde logra “volver de la muerte”, donde quiere ser salvado de la soledad.
Los mismos años me unen a este poeta de las intensidades, de versos extremos e incandescentes. Somos hermanos desde hace tanto tiempo porque como dice un proverbio indígena-americano “la sangre no hace a la familia, es la tribu la que hace a la familia”… Esta tribu coterránea y contemporánea, esta tribu de los mismos quehaceres literarios nos ha unido. Un cariño inmenso le tengo a este vate que cada vez que me abraza me transfiere sus carbones encendidos por la vida, esa vehemencia inalterable con la que existe y obra.
Gabriel y yo jamás hemos cruzado una palabra amarga, jamás un gesto de desdén, o una mueca a las espaldas. Entre él y yo siempre ha persistido esa amistad purificada por la bondad y la querencia. Gracias hermano por caminar conmigo los mismos tiempos, las mismas edades; gracias por esa pasión tuya a este itinerario de poeta y de gestor cultural tan grande que abarca y te abarca, y así trasciende en los anales de nuestra historia ecuatorial. Voy queriéndote amigo -hijo del fuego-, voy extrañándote siempre. ~ Ana Cecilia Blum (Editora de Metaforología Gaceta Literaria)