Siempre el mar
POEMAS DE FÉLIX ANESIO
En el borde
De todos los desiertos que habito,
ninguno tan cruel,
como el de la palma de mi mano.
Aridez surcada por gastados laberintos
que proclaman, de algún modo,
que he amado
que he procreado
que he vivido.
Ay de mí, al contemplar, imperturbable,
esa fecunda aridez extendida hacia lo alto.
Hacia un cielo, ya sin nubes, que derrame
generoso, la gota de lluvia indispensable
que permita cantar mi último verso.
En el borde de la palma de mi mano
yace un abismo insondable.
Siempre el mar
¿Qué puede el sol en un pueblo tan triste?
La isla en peso. Virgilio Piñera, 1942
Dejar atrás los libros de toda una vida,
las fotos y poemas en el cajón apolillado,
los recuerdos más gratos, los más duros;
el beso último y desconsolado de la madre,
la lágrima de un padre que aún desconocía el llanto.
Todas las cosas lo abandonaban de golpe:
las amables puertas del vecindario que tantas veces abriera,
como si fueran propias, con la feliz insolencia de los niños;
las esquinas del amor, el canto del pájaro enjaulado,
los maestros que nunca más volvería a escuchar,
la sopa de la abuela en las tardes más frías.
Habiéndose forjado un mítico universo,
hoy renunciaba a todo en busca de otra tierra
donde inventarse sueños;
y el mar, el siempre mar,
sería el único camino nunca antes transitado.
(Poema publicado en la antología Balseros, 2015)
Sucesión y límite
El retorno de las flores de la primavera
vistiendo las nieves del último invierno.
La fiel convergencia del día hacia el ocaso
y todas las fases de la encantada luna
pregonando la epifanía del próximo sol.
Una mujer gimiendo en su dolor a término
y el ruido de una nueva vida al filo del alba.
El regocijo de la vendimia y el vino de la celebración.
Una nueva arruga que se asoma al espejo de tu rostro.
Las fotos que cuentan, otra vez, una historia de ancestros.
La extraña felicidad de un poeta que yace en una cama de hospital,
rodeado de amigos, ante la umbría de una muerte insospechada.
Un libro que se cierra como un golpe en la sombra
otro que se abre
y esta finita sucesión de versos
fluir de realidades declarando
que todo acontece dentro de los límites de un reloj inescrutable.
Otra vez Narciso
Así el espejo averiguó callado…
J. Lezama Lima
Ni aún la timidez adolescente,
ni el mítico pudor, impiden admirar
tu propia hermosura ante el espejo.
De frente, de perfil, de frente,
de frente, de perfil, de frente,
otra vez, tu dolor y tu delirio.
Mas ese rostro amable del reflejo
se irá desdibujando con el tiempo:
eso lo sabes, y a eso le temes como
al destino mismo, del cual nadie escapa.
¿Por qué no has de amarte entonces,
impúdicamente, en el instante
eterno de la luz, que se derrama
sensual sobre tu cuerpo en flor?
Nadie más, Narciso, amará esa
imagen como tú.
Aunque no has de saberlo
hasta el día en que se quiebre,
en pedazos, tu ser.
a Chely Lima
Destellos
He vuelto a ver los ojos de mi padre.
He visto una gaviota suspendida en el viento
etérea, ingrávida, como un sortilegio alado
sobre el mar donde jugamos, mi niño y yo
como nobles hijos de la espuma y el salitre.
He vuelto a ver los ojos de mi padre.
La gaviota gira en círculos concéntricos
en derredor nuestro, como si fuéramos el sol
como si fuéramos la felicidad
Mi padre me ha visto con sus ojos de tiempo
en ese efímero instante dorado de la playa
instante de salitre y espuma, ola tras ola,
inmaculado.
La gaviota me mira fijamente y piensa
(si es que acaso las gaviotas piensan):
El hombre es feliz en la leve eternidad del instante.
He visto un destello de emoción en su pupila gualda.
Y antes que se marche hacia otro sitio me pregunto:
¿Por qué me miras
animal
gaviota
con los ojos tristes de mi padre?
A Dylan Thomas, mi nieto menor.
Visión de una vieja en harapos
Se extingue la bondad en los jardines privados.
A. Fonseca
Deja a los otros los trajines del Tiempo
y los vanos afanes que a nadie justifican
los desvelos de la víspera, los autos de lujo
las sábanas de 700 hilos, los triviales perfumes
el confort del baño y el desayuno puntual
las acolchadas pantuflas, las envilecidas marcas
y el altivo decir: Esto es lo mío y lo otro también.
La apropiación no se hizo para ella.
Bástale haber hallado un pedazo de papel mugroso
y una pluma abandonada en un basurero de un Banco
como si fueran un tesoro: el espejo de una fuente
de la que han de brotar sus versos desmedidos
su poema vital que quizás nadie entienda.
Más eso no le importa, si es el fruto desollado
de largas horas bajo el sol, bajo la lluvia y la ventisca
en una parada del ómnibus que nunca ha de tomar
en una esquina cualquiera y decadente.
En una esquina del suroeste de Miami, bajo una sombrilla rota
–como único refugio del espíritu– brota la poesía
como un manantial enajenado, entre la turbulencia del tráfico
la contaminación, el reverberante asfalto, las luces de los semáforos
que rigen la premura de los otros, las miradas esquivas de los otros
de esos que, como yo, pretenden ignorar a una vieja harapienta
que nos ofrece, como espléndido regalo, su vida en esencias
con todo el fervor de los ungidos.
Life (1961)
Ernesto sonriente bebiendo un daiquirí.
Ernesto vestido de niña en una foto antigua.
Ernesto, cazador de espléndidos antílopes
al pie de las nieves perpetuas del Kilimanjaro.
Ernesto, el de la fiesta brava ensangrentada.
El guerrillero enamorado en la Sierra de Guadarrama.
El que cultivara, en París, una mítica rosa judía.
El viejo pescador invencible del Gulf Stream.
Ernesto, barbado y de titánica apariencia
admirador apasionado de toreros y estrellas
de tantas exóticas criaturas que hoy adornan
las paredes de su casa cubana, La Vigía.
¿Pudo La Academia percibir su peculiar naturaleza
imaginar su tiempo como el de un gigantesco iceberg:
a la deriva siempre/
hacia otros mares siempre/
rumbo a la nada siempre?
Su corazón atravesado por la espada de un pez
(esa imagen no está en página alguna)
palpita grave en mis oídos, cada vez que doblan
las campanas de la Iglesia Mayor de mi ciudad
mientras hojeo una revista, en mi terraza, a solas.
el gato
Un animal también puede contar su historia.
J. C. Valls
no es una buhardilla
ni está en el París romántico
tampoco la habita un poeta
de una generación perdida
pudiéramos decir.
es un sencillo estudio
—poblado de libros y tapices
espejos, cerámicas y pinturas—
en el suroeste de Miami
ciudad hostil al arte
feudo de venales mercaderes
que no redime a esos
seres diferentes, los poetas.
una empinada escalera, recia y rústica
—en el mismo centro de la pieza—
conduce hacia la alcoba, flanqueada
por una soberbia estatua de San Lázaro
aposento alto donde se fraguan los sueños
manantiales de donde emana, gracioso
algún que otro verso trascendente.
en el suroeste de Miami se gesta
algunas noches —inmortal y pobre—
la poesía, mientras se pasea
(como en una aparición)
majestuoso y confiado, un gato
que se deja acariciar y que nos mira
a sabiendas de que es parte del enigma.
In Paradisium
A Arístides Vega Chapú
Una tarde de asueto en pos de la terrenal belleza
de un espléndido paraje enclavado entre la Selva y el Mar.
Dos poetas que se allegan como niños inquietos que han
de disentir sobre lo sacro y lo profano tersamente.
Uno prefiere, vanidoso, el Palacio; el otro, humilde, el Mar.
Ambos se pierden en el viviente jardín de las palabras…
El silencioso lente de la cámara,
como el Ojo de Dios,
atestigua el hecho.
Palacio de Vizcaya, Miami
Octubre 2015
Efímero
Todo es efímero
banal, pérdida, ausencia.
El hombre nunca será flor radiante,
nunca cielo, nunca estrella.
Quizás no seamos ni siquiera eso:
la indispensable gota de rocío,
esa que escapa furtiva
tras el primer rayo de sol enamorado.
Félix Anesio (Guantánamo, Cuba, 1950) Poeta de oficio e Ingeniero de profesión. Ha publicado el libro de relatos Crónicas aldeanas y la versión en inglés A Tale of Two Villages. Sus relatos y poemas han sido publicados en revistas como Linden Lane Magazine, USA; y La Otra Costilla, Chile; así como en varios blogs especializados y revistas digitales. Ha sido reseñado en el Diccionario de Escritores Guantanameros, 2011 de la Editorial El Mar y al Montaña, Cuba. Actualmente edita la revista digital www.cronicasaldeanas.blogspot.com