Cuánta soledad en los relojes
POEMAS DE MARIALUZ ALBUJA BAYAS
Si ella pudiese
solo ahora
recuperar los ademanes de la casa
aquel calor en la cocina
apenas sombra que habitó estos muros antes de su cuerpo
antes, también, de conocer
esa manera en que la muerte imprime señas sobre un rostro
gestos que nadie ha descifrado
laberintos.
Si aún supiera descubrir la madrugada
en que ella misma apareció tras la negrura del ciprés
para entrever en las pupilas del abuelo
ese dolor que se escondía bajo tierra
como un despojo que hasta ahora puede amar.
Y si quisiera recordar el breve júbilo
de las palabras descubiertas
como sueños
comprendería lo que tanto le hace falta
y en amistad con cada cosa
partiría.
Casi fugaz.
De frente.
Sin ninguna culpa.
No soy yo
ni soy esto que escribo.
Tampoco soy la sombra de lo que habría querido ser
o escribir.
Menos aún, mi rostro en el espejo
fiel a su imagen
desde hace cuánta soledad en los relojes.
No soy la madre de tres hijos
ni la mujer de un irlandés americano
misógino
anarquista
ni el fantasma de mí
ni la serpiente en que pensé me había convertido
(en los poemas para Ulises
tú lo sabes).
No soy mis manos
aunque me llama la atención su tosquedad
y su simpleza.
No soy el poema que sigo esperando en las noches despejadas
-como caído del cielo-
y nada tengo que ver con ésa que se sienta a leer versos en la mecedora.
Pero me he acostumbrado tanto a mí
que tengo miedo de perderme
aunque, en verdad, no pierda nada si me esfumo
si mis sentidos
mis ideas
mis terribles presunciones
hacen un pacto con la muerte
a mis espaldas.
Tal vez por eso
mi pequeño personaje
inútilmente se entretenga en fantasías y supuestos…
Intimidado frente a aquello que sí soy
no puede más que alucinar
por si le creo, nuevamente, sus mentiras.
Ven a decir lo que se te antoje
insulta
grita
despierta a todos.
No temas desenmascararme
-hace tiempo perdí la reputación-.
Quisiera dormir para siempre
mas la curiosidad de escuchar lo que digas
me tiene en pie.
Tu voz me ayuda a cruzar murallas
cuando presiento la cercanía de lo perfecto.
Quisiera asumir la entereza de ser lo que soy
con el descaro de los que llegan a cualquier hora
sin importar hasta dónde
ni cuándo.
Quisiera…
Pero agonizo al saber que en mi mano
estuviste.
Desparrámate
riégate en mí
toma la página y déjala sucia con tus señales.
No tengas miedo, poema.
Has sido más libre que un soplo
y yo
como una idiota inmovilizada
te tengo envidia.
Háganse a un lado desertores de lo bello
quiero estar sola entre las uvas y el ramaje
no vaya a ser que todo caiga en el olvido
sin yo guardar su nitidez,
sin celebrarla.
Cédanme espacio para el duelo
y no me miren
mientras beso la palmera
hundo las manos en los huecos del ciprés,
cierro los ojos…
Guarden silencio mientras salgo de esta casa
donde mis pies reconocieron la quietud.
Voy a abrigar
antes del fin
el paraíso.
Ahora pueden regodearse entre mis restos.
Han demostrado lo que soy.
Escarmenté.
(Todos los textos de: Detrás de la brisa, 2012)
Quito, 1972. Poeta, traductora y editora. Ha publicado los poemarios Las naranjas y el mar, Llevo de la luna un rayo, Paisaje de sal, La pendiente imposible, obra premiada y publicada por el Ministerio de Cultura del Ecuador, Detrás de la brisa, mención de honor del premio César Dávila Andrade, Cristales invisibles (mínima antología personal), y El invisible despertar del páramo (recopilación) . También es coautora de los libros para niños Cuando cierro mis ojos y Cuando duerme el sol. Su obra ha sido parcialmente traducida al inglés, portugués, italiano, francés y euskera. Es magíster en Estudios de la Cultura, con mención en Literatura Hispanoamericana, por la Universidad Andina Simón Bolívar. Cofundadora del sello editorial Rascacielos.