El poeta y su llama
Desde Metaforología Gaceta Literaria el escritor Xavier Oquendo Troncoso nos presenta un fragmento de un largo estudio sobre el poeta ecuatoriano Antonio Preciado seguido por una mínima antología de su enorme obra poética.
LA POESÍA DE ANTONIO PRECIADO
Por Xavier Oquendo Troncoso
La poética de Antonio Preciado se inscribe dentro del mundo impredecible de la intuición. Esta poética tiene un tono revelador desde su nacimiento hasta la entrega de su último trabajo. No son versos que salen del experimento ni del trabajo visionario de un poema concebido como una casa repleta de andamios a la que hay que ir armando. Esta es una poesía que proviene del aire. Es decir estamos frente a un poeta genuino en su concepción directa y por lo tanto, estamos conscientes (a lo mejor el poeta no lo está), de que su poesía es producto de la intuición sobre el peso de la academia, sobre la intelectualidad, sobre el discurso meramente científico y, por lo tanto, alejado de la regla enaltecedora de que la poesía sea un trabajo del rigor conceptual, solamente, o de la inteligencia parsimoniosa o de la mera petrificación de conceptos, o solo de la forma hostil que trae la disonancia de albergar versos en formas caprichosas que no dicen nada, porque nada tienen que decir.
Sabiendo que la poesía estará siempre inmersa en el concepto más beligerante del significante “misterio” y que la mezcla de este trabajo de orfebrería relojera resulte ser el tono totalmente límpido y alejado del ruido de una poesía que nace más que de la emoción y la intuición, que de cualquier otra cuestión, Preciado es uno de los poetas que vive con la poesía porque su sonido se acompaña a su discurso y crea una conexión entre lo ya dicho con lo que está por decir (he notado que esta poesía a la que denomino “de la intuición” está tan presente en la conciencia del poeta que incluso muchos de estos poemas nacen de la oralidad, primero, están alojados en el ritmo del sonido y los conceptos permanecen anclados en la memoria). Esta poesía es parte de la música diaria, de las alusiones constantes, del mundo lingüístico y fonético del poeta.
Preciado pertenece a la generación de los años sesenta en la historia de la poesía ecuatoriana y esto ya es una garantía para verificar su solvencia como un gran escritor, ya que en esta época, la pléyade de poetas que habitaron el tiempo de la Patria era extraordinaria a la hora de trabajar el nuevo poema. Esta generación ha sido de las más fructíferas y decidoras a la hora de organizar el panorama de nuestra lírica.
La obra de Preciado vendría a resultar una suerte de “isla” creada por su palabra, siempre necesaria, a la hora de establecer nuevas formas, nuevas precisiones en el tratamiento del fondo y del sonido. Su trabajo está sostenido, pues, en una balanza que contiene, en cada pesa, dos realidades: su condición de poeta de la negritud, y, por lo tanto, del canto, de la sonoridad de la palabra con la magia precisa de la realidad sincrética de su razón de ser, de su raza amparada por la historia (o desamparada, debería decir), por el concepto de su cultura, de su idiosincrasia.
Su poesía se fue haciendo en medio de los años de la utopía, en medio de las luchas más claras de las sociedades latinoamericanas que querían desacralizar los conceptos establecidos. La otra parte de su poesis está hecha con la armonía espesa de la reflexión filosófica, del amor y del dolor, del los derroteros y los buenos días; la gama armoniosa de la figuración poética que nos propone Preciado va también por el lado de las visiones descriptivas, hasta particularizarse en las imágenes del resplandor, en aquellas que tanto bien hizo para la poesía la generación a la que pertenece y en la que batieron las alas los poetas Rubén Astudillo y Astudillo, Euler Granda, Carlos Eduardo Jaramillo, Ana María Iza, Ileana Espinel, Violeta Luna, Rodrigo Pesantez Rodas, y tantos otros poetas que conforman esta promoción.
La poética de Preciado se sostiene siempre en los amores dirigidos hacia su raza, a la poesía, a los otros, a los “ellos”, a los personajes que siempre lo han asombrado, que le han entregado el mundo paralelo. Y al amor, también, a ese que hace presencia vital en la poesía desde hace siglos: el amor de carne, de trascendencia, el amor vital, vivo, renacido, esperanzador.
MINIMA ANTOLOGÍA DE ANTONIO PRECIADO
ALGO ASÍ COMO HUMANO
Cuando le hicieron sitio,
ya fue tarde,
porque le había crecido otro cabello
y tenía en la lengua otra palabra.
También le habían crecido las uñas
y los dientes,
y, como es hombre,
le había salido punta en la esperanza.
Desde entonces se vive solitario,
se entretiene tejiendo
un látigo terrible con su barba,
cantando ese murmullo indescifrable,
mascando roca,
vigilando el alba
o atrapando luciérnagas
para hacerse un farol como la luna
y un faro para hormigas extraviadas,
cortando escamas de hojas,
para peces,
o parchando el tonel para sus lágrimas.
Cuando le hicieron sitio,
ya fue tarde.
Dicen que por las noches
se desata la piel
y que la cuelga
de la caña de azúcar de la entrada;
bebe un poco de hiel de sus panales
y se acuesta en el aire
con su viejo brasero como almohada,
que duerme a ojos abiertos
y que sueña,
qué sueñan los que sueñan,
y de mañana,
al minuto del sol,
cierra los ojos,
empieza su canción
y se levanta.
De “Tal como somos” (1969)
HALLAZGO
Hoy saqué de la arena
un hueso que me ha pertenecido
porque tiene una señal de sangre
idéntica a mi mismo,
y el horrible dolor que me he palpado
siempre en el mismo sitio.
Además,
es del mismo metal
que en una uña de mamá he sorprendido.
Pues bien,
me haré una flauta,
compondré una canción a mi asesino,
y la saldré a tocar todas las lunas
a lo largo de todos los caminos.
De “Tal como somos” (1969)
DULZURA Y TEMPESTAD DE LAS MANZANAS
Hace ya mucho tiempo,
las manzanas querían erguirse en todas partes
y los pastos andaban
sobre un dulce secreto incomprendido.
Solo faltaba entonces
que el hombre se abriera otros dolores
en el vivo costado de la tierra;
y así fue que ató un buey a su cansancio,
y juntos anduvieron
el hombre con el buey,
el buey y el hombre,
hacia el fondo de la tierra,
honda,
vieja,
dura,
dulce,
amarga;
y el buey junto a la miel
endulzó para siempre su mirada.
¡Ah los bueyes ven lejos.
lejos,
lejos,
y sacó la cabeza y dio un bramido
porque algo tras la miel amenazaba.
Venid a ver con vuestros propios ojos
que este manzano ha florecido un indio
aquí a plena luz de la mañana.
Yo lo conozco bien,
lo reconozco,
es José Andrés Amaila,
el aprendió a crecer desde la tierra
con la estatura de las flores altas,
y vean por acá cómo este Antonio,
por quererles hablar
dice manzanas.
De “Tal como somos” (1969)
TAL COMO EL AGUA
Parto de que me bebo este poema,
de que yo siempre sueño cataratas,
de que no en vano se me va la lengua
si, aunque se atoren las palabras secas,
cuando empujo mi sed,
empieza el agua.
Empieza el agua buena de los niños
el agua niña del alegre charco,
el agua de los lunes,
los domingos,
el agua primordial de todo el año;
el agua audaz que se decide a ola,
el agua firme que horadó la roca,
el agua torrencial que me ha mojado;
el agua lavandera de la casa,
el agua pobre que jamás descansa,
el agua que anda a pie por los sembrados;
el agua perspicaz que al coco trepa,
el agua que pensó con la cabeza,
el agua sabia que colmó el milagro;
no el agua tonta que confió en la arena,
no el agua boba que se dio a la pena,
no el agua insulsa que se ha vuelto santa
(el agua que se enjuaga los pecados),
no el agua dolorida de la lágrima,
no el agua boquiabierta de la gárgara,
no la gota voraz como un océano,
no el agua mansa resignada a poco,
no el agua muerta de los ahogados,
ni el aguasangre de mi pueblo roto.
De “De sol a sol” (1976)
DUDAS PARA UN EXAMEN DE HISTORIA
Helena ya no cabe en el pretexto de la huida,
sino que su marido le envenena los besos
y la mete de noche
en casa de cualquiera.
¿No es otro el del pecado?
¿No es otro el ofendido con la ofensa?
Penélope maneja un simulacro
mucho más engañoso que su tela,
y Aquiles va a morir,
ya le acertaron
en el mismo dolor,
pero esta vez con una simple piedra.
Fracasada la burla del caballo,
porque los vietnamitas no lo aceptan,
los dioses más propicios del espanto
dejan al loco solo con su tema.
No hay duda,
ya es el fin,
están perdidos,
Agamenón se equivocó de guerra.
De “De sol a sol” (1976)
IDEA DE LO QUE DEBIÓ DE SER UNA ANDADURA
DE CÉSAR HACIA EL FONDO DE VALLEJO
Seguramente andaba
cayendo en sus abismos,
buscándose por túneles de espejos,
por esas soledades repetidas,
como para encontrarse
cara a cara
con brumosos recuerdos;
siguiendo romerías de tristezas,
cualquier atisbo de cualquier tormento;
o, a veces, avanzando, ferviente,
hacia la multitud que le habitaba
el lado esplendoroso de la vida,
ese gentío que jamás pisaba
la región despoblada de su fatalidad;
pero enseguida otra vez amargo,
en contravía,
vagando con el mundo bajo el brazo
a tientas,
soledoso,
transversal,
descalzo,
por el desfiladero flagrante del costado
que pasaba bordeándole la muerte;
o arrastrando pesares,
una infelicidad de medio uso,
angustias,
necias culpas,
dolores apañados
de dolor en dolor,
de Dios en Dios,
de Vallejo en Vallejo,
llevándose a sí mismo de la mano
hacia un inevitable desencuentro,
después de deambular
César tras César,
rostro tras rostro,
cejijunto,
herido,
tropezando por dentro.
De “De ahora en adelante” (1993)
YO Y MI SOMBRA
Por cierto,
si te fueras
me quedaría solo
y no habría en el mundo soledad más completa.
Lo digo porque temo
que llegues a cansarte de ser como yo soy
o que tal vez descubras
que vamos a pasar sobre nuevos abismos
y entonces te dé miedo
de aquí en adelante
seguirme la carrera.
Atrás
tú bien lo sabes,
queda un largo camino
que has andado conmigo
como mi inseparable compañera,
has leído mis libros,
has bebido mi vino,
has comido en mi mesa;
en fin,
has hecho innumerables cosas mías
como esta de pasarte mis noches
escribiendo poemas.
A veces se me ocurre
que bien pudo gustarte tener algotra vida,
por ejemplo, ser blanca,
hacer cosas distintas,
oír música suave
y no andar alelada al son de mis tambores
desde que eras pequeña,
volverte contra mí,
ser anticomunista,
o por tu cuenta ir
cuando yo, en cambio, ya estaba de regreso;
pero no,
si hasta en mis malos ratos
siempre estuvo,
flaca,
comprometida,
al lado de mis culpas,
tu leal inocencia.
Definitivamente,
tú vales mucho más de lo que pesas.
Sombra mía,
sopórtame,
no me falles jamás,
yo soy tu cuerpo.
De “De ahora en adelante”: En primera persona (1993)
SINCRETISMO
Si Exú le corresponde a San Antonio
(o viceversa),
sin ser un arribista
o cualquier otra cosa
que por la obvia implicación de altura
pudiera parecer,
y nada más que por lógica mayor,
yo vengo a ser, entonces,
la indiscutible parte que me toca
de una divinidad.
Soy mi lado de acá,
mi nombre en carne propia,
una de las dos sombras de hace tiempo
moviéndose en la sombra más sombra del sigilo,
el otro subrepticio del encuentro;
soy, pues, ahora con toda claridad
y de tú a tú,
medio tocayo con un ser de luz,
o sea que tengo
parte en algún fulgor del firmamento.
De “JUTUTO”: Los Dioses (1996)
EL POETA Y SU LLAMA
En verdad solo era
una pequeña llama,
pues el poeta apenas
empezaba a meter su leña al fuego
y el poema, verso a verso,
se iba iluminando.
Fue cuando ellos dijeron
que con las altas lumbres de los astros
ya había suficientes claridades,
que mucha luz, para dormir, perturba
y, con mayor razón,
los destellos escritos,
que hasta suenan
y, por cierto, se escuchan,
no dejan conciliar el sueño a nadie;
que, además,
una pequeña llama como aquella
(esa pequeña llama con entrañas)
en tan pocas palabras ya tendría
todo lo necesario para seguir ardiendo,
volverse inapagable llamarada
y quedarse alumbrando.
Entonces decidieron
que aún estaban a tiempo,
que había que apagarla,
y, con poeta y todo,
en verdad
¡la apagaron!
De “JUTUTO”: Dispersos (1996)
LOS QUIÑONEZ, SU CASA Y YO
Los Quiñónez vivían en la esquina del barrio,
muy cerca de nosotros,
más o menos a un grito de mi abuela,
que es lo mismo decir a tres o cuatro vuelos
de las incandescentes mariposas
que caían del sol
o les crecían a los matorrales de bledos en las calles.
Tenían una casa de hacía unos cuantos árboles
que, amartelada y hasta con el mismo apellido,
también vivía con ellos,
y año tras año
la repintaban de un color inmenso,
muchísimo más grande que la casa.
Después de tanto tiempo,
ahora ya no están;
mas parece verdad que el tiempo vuela
y que todos han muerto
tan solo de la noche a la mañana,
como si fuera de una sola muerte,
y de esa misma muerte
se haya muerto la casa.
De “De boca en boca”: Del terruño interior -Recuerdos
que me canto en voz alta para que otros me los oigan- (2005)
POEMA CON PÁJARO ROJO
Ya está de nuevo aquí
el pájaro de fuego
que viene por las tardes cuando escribo
y se queda conmigo por poemas enteros,
gorjeo tras gorjeo,
palabra tras palabra.
Yo contemplo en silencio su afable llamarada
cuando con devoción anida entre mis versos
y permanece quieto
mirándome,
mirándome,
como queriendo ver si también tengo alas.
De “De boca en boca”: Dispersos (2005)
Antonio Preciado Bedoya (Esmeraldas, 1941). Es un poeta, humanista y catedrático universitario ecuatoriano. Fue embajador y ministro de cultura.
Obras
Jolgorio (Quito, 1961).
Este hombre y su planeta (1965).
Más acá de los muertos (Quito, 1966).
Siete veces la vida (1967).
Tal como somos (Quito, 1969).
De sol a sol (Bogotá, 1979).
Poema húmedo (La Habana, 1981).
Espantapájaros (La Habana, 1982).
De ahora en adelante (Quito, 1993).
Jututo (1996).
De boca en boca (2005).
De para en par (2005).
Antologías
De sol a sol (Quito, 1992).
Lírica ecuatoriana contemporánea (Bogotá, 1979).
Poesía viva del Ecuador (Quito, 1990).
La palabra perdurable (Quito, 1991).
Con todos los que soy.(2012).