Antonio Leal: entre el cuerpo y el mar
“Thalassa es el gran canto del mundo marino, del Caribe mexicano y el mare nostrum de los mitos universales. Hay que leer, y sobre todo releer, este gran poema. Hay que admirar sin reserva lo que Antonio Leal ha logrado en este oleaje de palabras.” ~ José Emilio Pacheco
¡THALASSA!
Como un rebaño de olas cabritean
en la blancura de esta página.
Buscan el vaivén de las horas más
núbiles de las tres de la mañana.
Suelen esconderse en el vestíbulo
del silencio y nadie las vislumbra.
Duermen yermas contigo, aunque nunca
serán tuyas. Al escenario siempre
llevan el mismo papel desde antaño
en el poema, que es donde envejecen,
sin morir.
Se les puede invocar en las puertas
del sueño, memorando antiguos nombres
de náufragos infaustos que playean
entre escombros, quienes buscan un trozo
infalible, algún breve cascajo
de salitre, el ansiado maderamen
de un barco perdido entre la pujanza
marítima, sacudiendo inútiles
botellas vacías que hoy repiten
desde la punta de este lápiz: “rilke”,
“rilke”, “rilke”, “rilke”, canto augural
de las sirenas cuando así fustigan
sobre los hombres el venal deseo.
Más allá de los párpados sin sueño,
de las horas dulcísimas de un mar
adentro, cuando plañen las marinas
valvas todo reflujo bajo el agua,
distante, desde exánimes arenas,
oh, tú, primera de las Afligidas,
en la espiga de las olas cantabas,
y tu deseo estaba en la sal
viva de nuestros íntimos deseos.
¡Thalassa!, decías: encrespa la ola
y bate al viento abriendo tiernos brotes
en la rosa náutica. Hace al día
más lóbrego, con él endulza el aire
de las ramas altas que anidan pájaros.
Al solaz, “ en la mar en calma y llana”,
al pairo el alma, es canto inaudito
que repiten impunemente valvas
olvidadas. Sueño inútil que sube
al corazón del náufrago en luna
rala. Es el más antiguo sabor
que tiene la sed de salobres aguas,
un pañuelo de viento en el que huye
espantada de sí la lejanía.
¡Thalassa!, herrumbra todo sendero
secreto de la lluvia, desatando
en vasto mar errátil olas glaucas.
Como latido de aguas zarcas, bruñe
con su hechizo todas las nostalgias.
¡Thalassa!,
es un viento de arena escondido
en la camisa de todo poeta,
la hembra del silencio, sólo huesos
donde plañen ingrávidas sirenas.
Vedlas ahora retozar insomnes
bajo el ala más profunda del día.
En esa hora cuando el alcatraz
con su negro graffiti comba el cielo.
Escucha lo que trae la mullente
espuma. Tú eres ahora Ulises
que retorna a su Ïtaca después
de haber amado a las castas sirenas.
El nacido de vientre que ha oído,
sin morir, el canto de Aglaófeme,
la de la voz bella; a Agláope,
de rostro hermoso, y a Imeropa, madre
partenia en culpa por deseo de todos.
Escucha atento a la blanca Leucosia,
a Ligia, la chillona. Mira grácil
esa “atroz escama de Melusina“.
Sobre todo, finge oír la música
de la veneranda Molpe, y guarda
vivo el recuerdo de la doncellez
de Parténope, la sutil lascivia
de Pisínoe venciendo al amante.
Acepta grato lo que tenga Redne,
y a Teles toma por mujer perfecta.
Como un bautismo asume las palabras
de la calma que es pródiga en Telxiepia.
Persuádete de Telxíope, y vuelve
a la abierta memoria de los hombres.
DESDE EL ALCÁZAR ULISES MIRA A LAS SIRENAS
¿A qué loco no lo atan? Bien hacéis. Escila hermosa,
suave Caribdis, sagradas sirenas del negro golfo,
altos montes de Trinacria: decid a voces que Ulises,
dándole el viento sus alas, entre Caribdis y Escila,
atado y vendado escapa de vuestros riesgos, porque
no quede al mundo enseñanza, que así se huyen los extremos,
de la hermosura y la gracia.
Pedro Calderón de la Barca
Desde el alcázar hecho en el remate
de la estribación de uno de los cerros;
a unos tres mil metros del mar distante,
y a varios de ellos sobre el terraplén
de la calle en esta hora desierta,
un zureo de palomas despierta
el trajín de la ciudad. Clap, clap, clap,
clap, lanzan su vuelo en picada como
una bandada de pañuelos muertos.
A babor, casi a un tiro de piedra
de nuestra almadía mecida apenas
por una tenue racha de aire fresco,
como pedazos de un carbón lustroso
beben los zanates la luz del día.
Leva anclas la mirada entre tanto
revuelo de alas. Mogotes de plumas
llenan el pentagrama de los techos
de láminas de zinc. Currucutú,
clap, clap, clap, clap: ahora, desde las tejas
ocre-malvas de los techos contiguos
a la casa que data más de un siglo.
En la suave piragua, a sotavento,
que es la hamaca en que hemos dormido,
cautiva todavía ver la luna
colgada como una medalla antigua,
como un fruto del árbol prohibido
de los sueños, pálida en el cielo
de esta mañana ambigua que comienza.
En la prosodia de este poema
escrito entre las hojas de un cuaderno
que sólo puede hojearse cara al viento,
desde el alcázar donde Ulises mide
el lontanar esta mañana insomne,
vahída y rasante, también se atreve
la mirada lanzarse al vuelo sobre
el caserío que avanza hacia el mar.
Aquí, desde el escarpe arrebatado
a una de las laderas del cerro,
desde este lápiz semejante a un mástil
que cabecea en intrincadas olas,
canoras sirenas laudan: ¡Thalassa!,
¡Thalassa!, que en este verso relumbra
como un gran animal azul dormido.
TOCO TU CUERPO
toco tu cuerpo,
invado un reino consagrado
al trajín de mis hormigas.
hétenos aquí;
celebro un pacto.
propongo
aliar mis huestes inéditas contigo
junto al asombro que en tu piel dormita.
(des)signar de sí la inedia
del fruto del ángel caído.
toco tu cuerpo,
invado un reino,
me desnudo de mí mismo,
trepo,
repto,
sigo,
te persigo,
anido unido a tu cuerpo,
¡aaah, tu cuerpo!,
vástago del mío asido:
la única puerta que conozco
para volver al paraíso.
ANTONIO LEAL (Chetumal, Quintana Roo, México, 1952), es egresado de la carrera de sociología de la Escuela Nacional de Estudios Profesionales, Acatlán, generación 1975-1981,de la Universidad Nacional Autónoma de México, reconocida actualmente como Facultad (FES-Acatlán, UNAM). Becario de Poesía del Centro Mexicano de Escritores 1969-1970. Presidió el jurado del Premio Internacional de Poesía Caribeña “Nicolás Guillén” 2001.
LIBROS PUBLICADOS
Duramar (poesía), Universidad Nacional Autónoma de México, 1981, pp. 79. Canto Diverso, Ed. La tinta del alcatraz, Toluca de Lerdo, Edo.de Méx. 1995. Los cantos de Duramar, Ed. Comité de los Festejos del Centenario de la ciudad de Chetumal, mayo de 1998. Poemas provinciales (reedición), Ed. El taller del poeta, presentación de salvador Elizondo, Pontevedra, España, 23 de julio del 2004. Thalassa (poemas), Siglo XXI Editores, Prólogo de José Emilio Pacheco, Primera Edición, México, 2008. La fauna exaude, libro de poemas publicado este año del 2012 por el CONACULTA. Divagario (2014).