Comiéndome estas palabras
POEMAS DE ALEXANDER ÁVILA ÁLVAREZ
(Novísima Poesía Ecuatoriana)
LA RESACA DE VIVIR
Esto de levantarme solo
de saberte con el aliento mañanero
en otras fauces
(quizá te esquiven
yo siempre me he conformado
hasta con el olor de tu mierda).
Verte en los bares
no poder acercarme
y tomar por el lado de la copa que bebiste
simulando un beso.
Estar en esta barra adivinando
cómo funciona el mundo
y no lograr ser parte de él.
Esperar tu llamada embrutecida
para regalarme una sobra
o completar lo que el otro no pudo.
La resaca diaria
ponzoñosa
es el eco solitario de la habitación
es la cara de mi gato
que me observa con hambre
es conformarme con la belleza universal
y ya no tener que descubrirla
a cuentagotas
en tus párpados
grises.
Mentirme de poeta
y sólo escribirte a vos.
Lanzar piedras a tu ventana
y que no salgas.
Querer saber cómo envejece
tu nuevo lote de calzones.
Tener que dibujar
constelaciones en el cielo
sin los lunares de tu piel.
La resaca de vivir
es saber que nunca
leerás estas palabras
LA ANGUSTIA DEL POETA
En la página han quedado
las puntas quebradas de unos cuantos lápices
nada más
CUANDO NIÑO ME PREGUNTABAN
– ¿qué quieres ser de grande?
vacaloquero, respondía
– ¿qué comerás, entonces?
comeré pólvora
miradas perdidas de cholos ebrios
polleras perfumadas de arsénico
ratas travestidas en cuyes
espumilla de cactus
gelatina de tragos en punta
¿y de qué te vestirás?
de diablo de Píllaro
de toxinas
de quebranto
de moho
de urticaria
de espinillas
de blues
– serás un burro, entonces,
sí, pero un burro que descifra los códigos
de las escamas de las sardinas
– ¿y médico o abogado?
no, prefiero ser la sardina
que entretiene al burro.
Nunca he cargado una vaca loca sobre mis hombros
pero aprendí que también la pirotecnia
se enciende con las palabras
nunca seré aquello que siempre quise
pero tampoco aquello que quisieron que fuera.
MELODÍA DE UN DIABLO TRISTE
El sexo draga como la droga,
los sonidos se descomponen
con el tacto de los amantes,
el silencio es una partitura
construida de gritos fisurados
que dejan una cama en coma y
un zigzag
en el centro luminoso
de una furiosa oscuridad
perseguida por el ronroneo herido
de todas las cavernas.
Se retira inhalando
las líneas de un pentagrama invertido
donde el diablo en su lamento,
musicalizó el llanto.
Los fantasmas se engullen
en el intestino de los relojes y
sus retinas se empañan
en la pantomima de los segundos.
Antropoide, soledad del humo,
¿dónde están las manos que te borraron del tiempo?
17:45
El reloj anuncia
el final de la jornada.
Me retiro, no sé a dónde
pero igual, sigo.
No me apuro
pues nadie me espera.
Solo camino y canto
una canción de cuna a mis úlceras,
que para esta hora,
han empezado a rugir.
EN CADA MUDANZA PIERDO MÁS QUE COSAS,
un pedazo mío se queda en algún rincón
abandonado
como un poema que busca
a su libro.
Pero el libro hace tiempo que fue usado
como combustible en la fogata de algunos
vagabundos
que entendieron muy bien para qué sirve
la poesía.
Los dos gatos que abandoné un día
traen en la tristeza de sus ojos
mis pedazos perdidos
para soldarlos a mi carne
con su lengua de lija.
Pero yo nací roto
así que ya nada importa…
me volteo y me voy para siempre
de ellos
y de mí mismo;
me mudo a la poesía
me mudo al fuego que ahuyenta
el frío
de los
vagabundos.
EN MI INTENTO POR
tallar la roca
continúo desarmándome
Un hombre recoge mis fragmentos
y construye su propia lápida
La poesía es el lugar destinado
a aquellos que no tienen lugar
a dónde ir
DE CÓMO FALTAN LOS DÍAS
Irónicos son los momentos
como hallarse un buen poema en los baños de un terminal,
pensar en un Dionisio de pene pequeño y abstemio,
un Mein Kampf sin los Protocolos de los Sabios de Sion,
como una lúgubre fiesta de San Fermín.
Los días de espera caminan sin herraduras.
En la desesperanza de no saber cómo ocuparlos:
dos libros de poesía, la crónica roja y soft porno.
Merienda de uñas con chocolate
y tres onanismos frente al computador por quién no vendrá,
los hacen menos miserables.
La astilla de la ansiedad me levanta de la silla,
me obliga a fumar;
me acuesto, me paro y camino,
pero la puerta nunca suena, jamás suena.
Y así me faltan los días,
no para ser felices:
solamente para esperarte
y quedarme con la pieza medio dura,
comiéndome estas palabras
que me causan indigestión.
Zetix para el insomnio,
limones con sal para que sea menos amargo no levantarme con vos,
agua fría como anti afrodisíaco,
el muro de tu red social para saber que no piensas en otro,
y de nuevo: dos libros de poesía, la crónica roja y soft porno.
DE TODOS LOS LOROS
aquel que no repite lo que decimos
ni piensa aquello que pensamos
está condenado al olvido.
Por ello el mundo está lleno
de amores enjaulados y
de aves exiliadas que vuelan desplumadas
en un abismo de dagas.
La poesía es un puerto
para alas sangrantes.
Alexander Ávila Álvarez. Ecuador, 1986. Escritor, psicólogo y músico bajista de Las Cuerdas Rotas. Ha publicado en “Oniria Cia. Ltda.” (Mecánica Giratoria, Cuenca, 2014), “Apuntes sobre el Incendio” (Ninacuro Cartonera, Cuenca, 2013); en las revistas ANTESIS (México, 2016), “Matapalo Revista” (Quito, 2015), etc.