POEMAS DE ALBERTO QUERO

 

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Balada inocua

 

Paso invulnerable y simplísimo,

ya invisible a fuerza de desnudeces,

árido de frescores.

He hurgado.

He sorbido cada golpe.

No soy libre, soy mundo:

me pueblo y me despueblo

a voluntad, solo.

Empiezo y termino en mí mismo

y aún así temo se me escape alguna herida

que vaya a parar a cualquier destino innumerable.

A partir de este momento me supongo muralla

y me repito;

me repaso, me compruebo.

Nada más juego con mi propio barro.

Hago silencio.

Me repliego.

Agonizante de puentes

no recibo inquisiciones

(o mejor: las ignoro)

anémico de anclas

me he hastiado de ataques

y me revuelvo en círculos concéntricos.

Así es mejor:

nadie trocará sus alaridos

por cuanto he descubierto.

 

 

La vida inocua

 

Me siento a mi propia vera.

De tanto tragar filos mis voces son apenas

silbidos inaudibles

proclamas de tardes y de vientos.

Las piedras me han servido de confidentes

Ignoro con cuál fin, pero velo.

No nombro infiernos ni convoco umbras:

los anticipo.

No deseo más que una mujer,

una lo suficientemente ciega

como para atreverse a permear sobre mí

sus perfumes,

una que olvide mi rostro, mi cuerpo y sus espinas,

una que no tase más que mi incienso

y me escrute sólo con la punta de los dedos.

Arsenal o cerebro, no sé:

hace tiempo que me deshice de eso.

Me flagelo si maldigo

o si blasfemo contra el silencio.

Repto; mezclo telarañas y moho,

examino cifras, restauro granos de arena

y me ufano únicamente de ser

orfebre de ningún escándalo.

Eso es todo;

en realidad ya no me queda mucho qué decir:

mudo tras las avalanchas,

caracol adrede,

soy abundante sólo en ecos.

 

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Lento

Para mí no es la vida probable

ni el asombro ante ella;

yo carezco de apremios, de fulguraciones

y de incisiones desapercibidas.

Tampoco me llama el placer trotamundos

y aun menos la sabia fecundidad del nomadismo;

yo giro en torno a los crepúsculos

y mi único rugido es una catarata;

yo no soy prisas

ni las previsibles furias de una sangre a medio estrenar

sino la erosión y las mareas:

a mí me surca la calma

y mi sombra huele a parsimonia.

Así que, si el mundo está apresurado,

que se vaya, no importa:

ya pasará otro.

Y en ése me iré.

 

alberto-queroAlberto Quero (Maracaibo, Venezuela). Narrador y poeta. Licenciado en Letras, Magister en Literatura Venezolana, y Doctor en Ciencias Humanas por la Universidad del Zulia. Miembro de la Asociación Venezolana de Semiótica y del Colegio Venezolano de Licenciados en Educación.

Ha publicado los siguientes textos de narrativa Dorso (1997), Esfera (1999), Fogaje (2000), Giroscopio (2004) y Aeromancia, (2006), y el poemario Los que vinieron (2013).

Ha obtenido los siguientes premios: Mención de honor en la XII Bienal de Literatura “Eduardo Sifontes”(1997), Segundo premio en el concurso estudiantil de poesía de LUZ (1998), Premio único en el concurso estudiantil de cuentos de La Universidad del Zulia (1999), Primer premio en el concurso de poesía de La Universidad del Zulia (2001), Premio “Andrés Mariño Palacio”, otorgado por la Gobernación del Estado Zulia a escritores noveles (2002), Primer premio en el concurso de poesía “Por una Venezuela literaria”, Editorial Negro Sobre Blanco (2013).

Textos suyos han sido recopilados en “Los espejos plurales” (Poesía, Universidad del Zulia, 2000) y en “Cuentos de monte y culebra” (Cuento. Universidad de Los Andes, 2004).

Ha sido citado en el “Diccionario General del Zulia” (1999) de Jesús Ángel Parra y Luis Guillermo Hernández y en la compilación “¿Quiénes escriben en Venezuela?” (2005), por Rafael Ángel Rivas Dugarte y Gladys García Riera.

 

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