El Poeta del Amor y la Muerte
Gabriel Cisneros Abedrabbo
Ecuador, 1972
SECRETOS
Tus nombres
tienen el misterio
de las palabras,
lo encierran todo,
me desordenan,
se meten
en la intimidad
de mi noche.
Espero el día
en que tus nombres
sean el agua
que se pose en mí
y me lleve
a esa tarde final
donde mis muertos
me aguardan.
Mujer libélula,
milagro de los higos,
tus nombres
guardan secretos
que sin más
arriban al poema
y resuenan en mi boca.
Estoy perdido
en los sudarios del amor,
solo
en ese estadio
donde los poetas
escriben frente al espanto del vacío.
Estoy perdido sin ti,
sin tu eje fundamental
en el motor de mi pecho.
Soy un prisionero
exiliado de tus pulgares,
de tus bronces
en el que amamantas al mundo;
soy un precipicio
sin un suicidio en su abandono.
No estas y, sin embargo
me revientas,
me descubres en las nubes
hechas con mis lágrimas.
Hay días en que no resisto
hay días en que mi cadáver
me recuerda
que soy un muerto sin ti.
SINCRONÍA
Imagina que soy el espejo,
al otro lado de ti
dentro de tus párpados;
rompamos los oráculos
que niegan el evangelio
de lo imposible,
en nuestra memoria
no hay tiempo muerto,
somos dos ausencias
transformadas en
caos cósmico
al encontrarse.
Imagina
no estoy afuera
de tus murallas,
sino
adentro
en el vientre de tu galaxía.
Lo bello es no pertenecernos,
saber que no hay
un círculo que contenga
la furia, el deseo,
podemos tú y yo
bailar en otras soledades,
sin embargo, siempre
volvemos al fuego
solo en los besos.
Si el amor existe,
si puede tener un concepto
en el leve murmullo
de lo humano,
debe ser así de incierto
como la presencia de Dios
como este rito
en el que vibramos tú y yo
al romper el silencio.
Imagina
los relojes suenan
en tu espalda,
anunciando que es el momento
de volver a vernos.
SINFONÍA
En el perfil indescriptible de los Andes
tu cuerpo es mío,
lo fue desde el inicio
con la primera partícula,
lo será en los cristales fragmentados
del universo que se dilata;
tu cuerpo es la gruta
donde dibujé las primeras batallas
y será la galería
donde se reinventarán
las vanguardias de lo clandestino.
Tú eres entre todas las piedras
el camino,
entre todas las notas
la sinfonía,
entre todas las siluetas
la oscuridad y la luz
que durante siete vidas
ha de levantar mi muerte.
Tú el espiral interminable
y la lluvia
que rompe con semillas
mi tierra,
tú
la hembra sol,
la hembra luna,
la hembra que se alimenta
con mi sangre
y que me incendia
en sus adentros.
NADA
Los algarrobos
de la muerte
levantan mi horizonte,
el quiebre de las ramas
es inminente
y los pájaros
en mis hojas
vuelan por otros cielos.
Mi lápida se escribe
mientras tiemblo
en una íntima lucha de alacranes.
Fui en mi lozanía ingenuo,
pensaba que la muerte
es una fórmula incandescente
en la que se funden los amantes,
cuando un corazón se detiene
y mueren dos mundos,
las aves
que agitan la sangre
y transgreden los muros
en busca de la rosa prometida.
No me queda nada,
tal vez el delirio,
la fragata
donde se salvan mis libros,
las cartas de la juventud
donde un nombre
es corpiño, verbo y equilibro.
No me quiero morir,
no aquí, en las espinas,
en el zaguán escabroso
donde se apilan
los huesos que amé.
© Gabriel Cisneros Abedrabbo