10 Poemas de Victor Oliveira Mateus

 

Victor Oliveira Mateus (Pintura de Miguel Elías)

 

 

 

SOBRE ESTA TIERRA ME RECUESTO Y DIGO SOL

Lo digo en la pertinaz comodidad del caserío, donde por la noche

las mujeres, todas vestidas de esperanza, adornan con pequeñas

conchas la tremenda orilla del silencio

 

¡Ah, nadie ya osa semejante Viaje!

O siquiera un frágil gesto, como quien convoca, en el encaje

de las arenas, la belleza de un espejismo; especie de visión fulgurante

donde se muestra una puerta propicia

 

Sobre esta tierra me recuesto y digo sol

Lo digo con el feliz desaliento que trago siempre, con el desapego

de dos manos en la fértil aridez del Desierto

 

 

¿QUÉ VOZ LLORA POR MÍ

al otro lado de las grandes piedras?

¿Qué lamento? ¿Qué murmullo por entre la sombra

escasa de los arbustos? Tal vez sea el viento: el

azote de un extraño viento oceánico en mi

rostro mientras duermo. O tal vez sea el sol, que engarzándose

a las largas nubes, después cae directo sobre mi cuerpo. O

también -¿Quién sabe?- tal vez no sea ninguna de esas cosas; tan

sólo el escurridizo silbido de una serpiente en su treta para

tentarme

 

Pero no, nada de eso podrá llorar por mí al otro lado de las

grandes piedras. Nada, a no ser el eco de tus ojos; el azul

desmayado de esos ojos donde mi sueño era un barco imposible

y las palabras zozobraban en la raíz de mi deseo

 

 

NUNCA CUIDÉ DE MI VIDA

pero sí de mis sueños, que son fieles y verdaderos

y traen la osadía de los grandes desgarros, cuando, en el desnorte

que me guía, ponen la tenaz luminosidad que suaviza y nutre

 

Nunca recelé, aunque fuese muy necesario, ante cualquier

desacierto. Y de la arena hacia el sol insisto la Luz, en contra de

lo habitual. Insisto y tú quedas, oh memoria inconsolable, farol

refulgiendo en la negrura ácida de la tierra – irreductible soledad

de todos los Viandantes

 

Nunca cuidé de mi vida

pero sí de mis sueños, que son hermosos e insumisos ante el

desorden que hoy reina

 

 

HABITO LA EXTENSA CURVA DE LAS ARENAS

la suma de todas las vastedades, solo áridas en apariencia,

donde lo lejano

se despliega como la obvia simplicidad de las cosas puras

Habito este extenso continente, donde, en el heroísmo ciego

de no querer nada, los hombres viven el despojamiento de

todo: posesiones, estatuto, fama… ¿Fama? Qué es, finalmente,

la fama? Una estatua de bronce

donde las palomas meticulosamente depositan sus excrementos

Habito la caricia del sol sobre mi rosto

Habito los aromas fuertes del barrio copto: el arroz de azafrán,

el humeante té de anís en un vaso de grueso vidrio

Habito el encalado desprendiéndose de las paredes, como de mí se

suelta todo el deseo vacío

Habito esta condición de forastero; irrevocable pedazo de nada,

esto es, habito como quien parte

 

De Pelo Deserto as minhas mãos, Carcavelos: Coisas de Ler Editora, 2004.

(Traducción de Alfredo Pérez Alencart)

 

 

 

 

PARTIDA

 

Cuando partí nadie apareció al borde del camino

Cuando partí dos viajes eran algo simple y banal,

y no este deseo de buscar un sentido para

la tristeza, un lugar para la ausencia, una fuente

-por minúscula que fuera- para saciar aquello que

no interrumpe la sed. Cuando partí todos estaban

 

ajetreados en viajar, pero de otra forma

voracidad de prestamistas, ojos desorbitados

donde el tiempo es tan negociable, bien sea a un futuro

hipotecado o a una simple llanta oxidada. Cuando

partí tuvieron la atención de advertirme que la poesía

nunca salvará a nadie, que la búsqueda de las raíces

 

(bien como conocimiento de un pasado no

ocurrido) era cosa tan ridícula como obsoleta

para la risa estúpida de muchos. Cuando partí la buganvilla

de la casa del frente estaba esplendorosa y había

un gato agujereando la malla metálica. Cuando partí

una mujer de la casa vecina sacudía un pequeño tapete.

 

Me saludó. Sonrió. Cuando partí imaginé

sus escarnios, las llamadas de unos a otros,

las conversaciones. Cuando partí nadie apareció

para despedirse, solo estaba yo, un objetivo

incierto, y tu rostro reflejándose a lo lejos

y el sol dando de lleno en los cristales.

 

De Regresso, Fafe: Editora Labirinto, 2010

(Traducción de por Marta López Vilar)

 

 

EN UN CAFÉ DE LA VÍA MONGINEVRO

 

El muchacho del café me mira con cierta desconfianza,

pero incluso así me habla, es afable. Tal vez sea propio

del país esta necesidad de estar cerca, de irradiar

un solo acortar distancias en este tiempo de explosiones

organizadas. El muchacho del café trae el pedido como

un equilibrista lugareño: la bandeja, de una opacidad

cenicienta, agita vasos, latas… y también a mí,

que reprimo un equilibrio tan incapaz de un yo negándome

unidad y acierto. Un día se alargó más: que era

de por abajo, de Liguria. Había nacido en SestriLevanti. Que si yo lo conocía,

y me miró amenazándome de broma: que sí, que sí (lo tranquilicé),

pero solo de paso, además, es de paso que todo lo conozco.

 

Conclusión que él entendió, luego me vio libros y papeles.

El muchacho del café tiene algo de metafísico (terminé por decidir),

ya que cuando habla deprisa no lo entiendo y cuando se explica

lentamente no lo entiendo tampoco. Un día me recogió

algunos versos que se me habían caído de la mesa y me perguntó

si yo hacía poesía. ¡No!, le respondí preciso,

es ella quien a mí me hace; es ella la que no me abandona, siempre

negándome razón, aprobación. El muchacho del café perdió,

por fin, su antigua mirada. Ahora tiene otra, más

enigmática, entre la hostilidad y el hechizo.

 

De Regresso, Fafe: Editora Labirinto, 2011

(Traducción de Marta López Vilar)

 

 

 

 

ANTÍGONA

 

Tal vez prefirieses gritos, súplicas

o -¿quién sabe?- que rasgase

las vestiduras y me deshiciese. Aunque, terrible

Creonte, yo poseo la experiencia

de quien no cede, de quien recorre

las sendas de los márgenes y apenas oye

el antíguo saber de la tierra, el único al que vivos

y muertos pertenecen

y nos hierve en las venas sin que sepamos

cómo ni por qué. Puedes, ¡oh hábil!,

combinar las palabras, confundir

las frases en discursos y experimentos

de gloria… Pero tu gloria no pasará

de un mero nombre e incluso ese con tantas dudas

debatiéndose;

tu gloria, esa pequeña barca

de pergamino pudriéndose en las playas

jónicas. No eres nada, ¡oh ridículo mensajero

de lo nuevo!, y ninguna máscara aumentará

esa inmensidad de nada, que jamás

conseguirás disimular. Podrás perseguir,

difamar, convencer a otros de que también

lo hagan, pero nunca eludirás el imperturbable

movimento del gran ciclo, ese

donde los dioses cobran todos los gestos

según el orden del tiempo; lugar

en donde nos movemos: breves,

banales… y tal vez dispensables.

 

De Antología de Poesía Portuguesa Contemporánea “Meditações sobre o fim”, Lisboa, Edições Hariemuj, 2011

(Traducción de Marcela Filippi Plaza )

 

 

HAY UN RUMOR EN ESTA DISTANCIA

 

Hay un rumor en esta distancia,

un ardid con el que tiño las palabras

con trampas que vibran

y no protegen. Hay un puerto,

húmedo y desierto, como todos los puertos,

cuando no estás, y hay también un mapa,

un antiquísimo mapa sin costas

ni orillas, donde rehago

esta insoportable sed de ti

conmigo dibujando islas al otro lado

del tiempo. Hay aún  -o parece

haber- un puente… un paso

amenazado: y todo esto, todo, porque

hay un rumor en esta distancia

 

De libro Gente dois Reinos. Fafe: Editora Labirinto, 2013

(Traducción de Marcela Filippi Plaza)

 

 

LO QUE DUELE NO SON LAS RUPTURAS

 

Lo que duele no son las rupturas, el alejamiento,

la incapacidad minando como un cáncer

oculto y certero. Lo que duele no es

la poca solidez con que se dijo

esta o aquella palabra, esta o aquella frase;

con que se insistió, a pesar de recelos varios,

en la grotesca escenificación de lo que se preveía

muy próximo a cualquier futuro. Lo que duele

no es la viscosidad de las emociones inscribiéndose

en algún mapa anticipadamente condenado,

ni tampoco la insistencia de un indisoluble

recuerdo escapando. Lo que duele verdaderamente

es despertar un día y descubrir

que nada de eso tuvo importancia alguna.

 

De Gente dois Reinos, Fafe: Editora Labirinto, 2013.

(Traducción de Marcela Filippi Plaza)

 

 

COMENTARIO DE ADRIANO A YOURCENAR

 

Somos los viajes que hicimos, el ansia de encontrar

en el alboroto de los hombres todas las ciudades que debíamos

construir. Somos esta inmortalidad a la que los dioses

nos condenaron y que ahora disfrutamos con la irreverente

naturalidad que algunos entienden por frialdad

pedante o por un aristocratismo que en verdad

nunca sentimos. Somos el azul inconfundible del Egeo

con sus islas y templos, con sus ruinas y colinas

donde las más antíguas voces todavía se levantan,

para después enmarañarse en agitada distracción

de los hombres. Somos este vacío que quedó, esta memoria

de lo que ninguno de nosotros consigue huir: tú a vigilar

un cáncer despiadado, yo como un ahogado entre los brazos.

¡Ambos derrotados antes de tiempo! Ambos con toda

la gloria que nos insistía, a pesar de nuestro cansancio,

de nuestro aislamiento, de nuestra hambre de silencio.

Somos esta culpa por no habermos entendido,

por no haber sabido leer ternura y merecimiento,

por haber dejado escapar lo que al final era

bien nuestro por derecho y corazón. Somos este fuego

que no tiene nombre. Este monstruo que todavía nos devora

y envenena las mañanas, cuando, insomnes,

tanteamos a ciegas la penumbra y no encontramos

sus rostros, sus cuerpos que se prolongaban

de nosotros, su respirar que nos insuflaba la vida

y cuya ausencia nos dibuja hoy esta muerte

que se aproxima. Somos este aciago anochecer,

este trémulo deambular, que, en el soplo ordenador

del mundo, espera la barca que nos devolverá

todo aquello que no cuidamos como debíamos.

 

De Clepsydra, Lisboa: Coisas de Ler Edições, 2014

(Traducción de Alfredo Pérez Alencart)

 

 

Victor Oliveira Mateus (Lisboa, 1952). Licenciado en Filosofía por la Universidad Clásica de Lisboa, poeta, profesor y antólogo. Tiene publicados nueve poemarios, entre los que destacan Nas águas a luz suspensa, 1998; Movimento de ninguén, 1999; A noite e a voz, 2001; Pelo deserto as minhas mãos, 2004; Regresso, 2010; Negro Marfim, 2015. Tiene poemas, cuentos y ensayos dispersos publicados en Portugal, Brasil, España, Mozambique, México, Italia, Estados Unidos y Macao. En 2013 La Unión Brasileña de Escritores (UBE-RJ) le concedió el Premio Eugénio de Andrade. Es miembro de la A.P.E. (Asociación Portuguesa de Escritores); y también miembro de la Dirección del PEN Club Portugués.

 

 

Este poeta que confiesa no haber cuidado de su vida pero si de sus sueños, este poeta que declara no hacer poesía mas preciso confirma que ella lo hace. De este vate, de su boca, de sus dedos, de su tinta me llevan en vilo unos versos, sorpresa de magias exquisitas, líneas que suavemente estiran su mano y reciben la mía, para conducirme a escalar la emoción sobre la existencia vivida, sobre todo aquello que se pierde y nos pierde, y sin embargo se logra recuperar en la palabra desde el dolor, la nostalgia, el aprendizaje estirado sobre el tiempo. Estos textos de Víctor Oliveira Mateus son, una vez más, otro regalo que me llega de Europa, fosforescencias de metáforas que componen orbes tan humanas, tan sensatas, tan reflexivas; imposible no consumir sus versos y consumirse con ellos, no meterse en sus ponderaciones de campos fértiles, y decir sol, justo como el poeta lo dice. ~ Ana Cecilia Blum (Editora Metaforología Gaceta Literaria)