12 POEMAS INÉDITOS
DE SANTIAGO GRIJALVA

 

 

 

Cotidiano

 

Hay veces

que los años vencen mis mañanas

que tengo que repetir mi nombre en el espejo

para que mi cuerpo se parezca al de ayer

preparo en el mismo orden el café

para sentir que me repito en cada sorbo

enciendo la luz

entro a la ducha

y me lavo los retazos

sacudo la alfombra

y mi gato me acompaña hasta la puerta.

 

Así todos los días

así todas las muertes.

 

 

 

Historia

 

Para mi abuela

 

¿Recuerdas la bailarina de la abuela

esa caja repleta de sueños

y una historia de juventud

que siempre fue ajena a tu vivir?

 

Conversar con ella

es viajar al tiempo donde abundaban las hojas en el suelo

y los helados en los niños

es volver a dormir

detener la sombra de la luna

para abrazar a todos los perros de la calle

que envejecían con nosotros.

 

(la caja musical de antiguo laurel

teñido por la sangre que dejaste al ser madre)

 

Solo una historia se te escapa,

pero no es esa que yo tanto recuerdo.

Hace muy poco entendí

que el conejo que abrazaba

eligió la libertad de marcharse

a la espesura de la montaña

porque no había

nada más que comer en casa.

 

Pero el mar se escapó de tu memoria

tal vez porque cuando fuiste a visitarlo

había decidido la vida

ponerte en el remanso apagado del frío.

 

Abuela

cómo quisiera tener los ojos azules

para que en ellos conozcas el mar.

 

 

Batalla

Que la guerra sí

que la estructura

que la vida y el sistema.

 

Nosotros

carne de cañón

presa dulce de la soledad

ya no entendemos el mar

y menos sus orillas.

 

Que la luna talló mis ojeras

el sol mis arrugas

tus manos mis disculpas

y tus soledades esculpieron también las mías.

 

Que la guerra no

que la estructura

que la vida y el sistema.

 

Pero mi único lugar de batalla

es tu vientre

y como un cobarde rasguño tus ojos.

 

Me cierras la puerta

y me crece la duda de tus recuerdos.

 

Que la guerra sí

que la estructura

que la muerte

 

que ya no importa.

 

 

Abismo

 

Sí. Ha llegado

un poco tarde,

pero ha vuelto a desordenar la casa

a romper las paredes

a desafinarme la guitarra.

 

Nadie puede

hacerse de la vista gorda.

Entró por la puerta

yo mismo dejé la ventana abierta.

 

Se ha metido en mis párpados,

me ha dejado como cisne en plena madrugada.

 

Entró como el frío de enero

o como una tormenta de abril

(prometí cubrirme el pecho,

pero fue una lluvia que empezó por los huesos).

 

Se metió en las arterias,

hasta el último recuerdo que soy.

 

Sí.

Es verdad que la soledad estorba

que la ausencia incomoda

sé que yo abrí la puerta a la buenaventura

cuando se había transformado en miseria.

 

 

Aspectos de mi vida relacionadas a la perdida

 

Perdí un zapato a los tres

el carnet de la escuela cuando cumplí siete

y un mandil de doctor cuando elegí mi profesión.

 

También suelo perder a personas

cuando mis ojos se aburren de la luz.

 

Recuerdo haber perdido el fuego cuando conocí el agua

el creacionismo cuando abrí un libro en el colegio

pero no perdí la sensación de tus labios

ni el sabor de tu extraña bebida de aquella mañana.

 

Una ciudad se me perdió en las olas de tu cuerpo

y una avenida cuando salí a buscarte.

 

He perdido la pérdida de mis manos

cuando nos despedimos en domingo.

 

Queda un paraguas agujereado

-testigo de nosotros-,

una amarra a nuestra historia.

 

 

Dolores

Cuando la lluvia golpea el rostro de los niños

suele crearse un abismo en el infierno,

un orificio donde la infancia muere

y los que eran comienzan a ser un poco menos espuma

de un mar que siempre se escapa.

 

Recuerdo cuando me convertí en hombre

a fuerza de frío

a escasez de sábanas

o exceso de llanto.

 

Creciendo entendí

que la muerte es como una tempestad

que une los huesos,

transforma el sentido a la existencia.

 

Las tumbas aguardan en una plaza

para ser estatuas o libertadores venerados.

 

El barro construye nuestra historia,

los latigazos de los indios

y el dolor que ha perdurado en nuestras manos.

 

 

Repetición

 

Me encuentro

entre paredes colmadas

de nombres y ciudades

entre sueños de lluvia

y solsticio de invierno.

 

En este sitio

no hay remedio casero

que limpie asperezas,

tampoco luces

que nos guíen al camino

de cenizas y recuerdos.

 

Aprisionado

entre las columnas de este otoño

me reniego a romper

la intemperie de mi cuerpo,

rehusándome a quebrar

las agujas de luz que la noche olvida.

 

Al abrir la puerta

me encuentro con cuadernos

y hojas blancas sobre tu cuerpo.

 

Otra vez es mayo

otra vez invierno en cumpleaños

otra vez día

otra vez mujer.

 

 

Remembranza

 

No veo la forma de romper con tu recuerdo.

 

Cuándo dejaré

de pensar en esos escalones

donde cayó más de una parte del alma.

Cuándo dejaré de despedirme con lágrimas

si mis zapatos siguen desatados

como los remiendos que fingimos ponernos.

 

Cómo me despido de una ciudad

si tu silueta sigue buscando la lluvia

de aquella tarde donde entendí

que la espera es otra forma del invierno.

 

Ahora entiendo

que en la piel

la huella busca tu nombre,

déjame que cierre los ojos

y te piense libre.

 

Solo me acuerdo,

de tus pupilas

la medida exacta de tus manos

y la arruga que no disimulabas conmigo.

 

 

 

Espera

 

Después de la duda
solo la espera.
~ Xavier Oquendo Troncoso

 

 

La lluvia no me alcanza

las gotas persiguen a la mujer de noche.

 

Se esconde en las esquinas

con la luna;

es una ardiente muchacha,

pero cuando amanece

resulta ser una llama azul

casi apagada.

 

Como un condenado velaba su sueño

hasta que

oí el relato de un amigo;

el que siempre espera.

 

Cuando coincidimos a las seis

espero con él por solidaridad.

 

Esperemos que la espera

se harte de esperar

para gritarle al oído:

 

¡La espera también es soledad!

 

 

Alborada

Para Mishel

 

Me encuentro

en este sinsentido de asfalto y de personas

como un abismo

que deja ver la ciudad

a punto de romperse en dos.

 

¿Qué pasara primero,

mi alma o el concreto,

el tiempo o el reloj,

la vida o los sortilegios?

 

Preguntas

¿Qué si me importa el mundo?

sabré decirte que no;

después tiraré piedras a los cristales

romperé el medio día

pensando en ti

dejaré de saltar a la soledad

cuando llegue a buscarte.

 

Despierto presuroso

me sirvo el café al filo de tu nostalgia

las canas pueden esperar

puede que mañana

nos hagan falta para sabernos viejos.

 

 

Insomnio de incertidumbre

 

Estuve esperando tu llamada

-todo el sueño disipado en el ir del tiempo-.

Es cercana la muerte en noches como esta

porque tu voz no encuentra

la soltura de la sombra

abandonada al espacio sin luz.

 

Me pregunto

si el teléfono sonará

o es vana la espera,

presumo que mi ventana

se verá invadida

por pájaros con recados en sus patas,

me cuestiono si debo arrancar el auto

para que no puedas encontrarme

o si debo caminar abandonando libros

para que sigas mi rastro.

 

Está empezando a clarear en los cristales

dejando a la vista

mi piel como desierto.

 

Solo el río me envuelve

y entiendo

que los muertos no recuerdan.

 

 

Durezas

La belleza se consigue

al saber perdido el cometido.

 

Como una envoltura de caramelo

después de los niños

como la escopeta

después de la caza

como la casa

después de tu cuerpo.

 

 

Santiago Grijalva
(Ibarra-Ecuador, 1992).

Estudiante de Psicología Social Comunitaria. Pertenece al grupo de literatura Aporema (Universidad Politécnica Salesiana).

Publicó su primer poemario; La revolución de tus cuerpos (2015), bajo el sello “El Ángel Editor”, en la Colección Ópera Prima. Consta en la Antología de Poesía Española Contemporánea “Y lo demás es Silencio Vol. II” (Chiado Editorial, Madrid, 2016).

Participó como invitado en el Festival Internacional de poetas Poesía en Paralelo Cero (Ecuador, 2016). Sus poemas han sido publicados en la revista Utopía (Edición N°93, 2016). Actualmente es “Director de Logística y Mercado” en la Editorial El Ángel Editor.

 

 

 

 

Con que dulzura matan los poemas de Santiago Grijalva. Son tan suaves, son tan diáfanos que uno recala en ellos sin darse cuenta que estrangulan. Los versos de Santiago son sedosos y sin embargo raspan, son tenues y sin embargo ciegan. Este vate ecuatoriano con tan pocos años sobre el hombro posee ya una voz vieja y única para decir su mundo, donde son muchos los hermosos filos de su aliento. Bravo por esta nueva generación poderosa de poetas del equinoccio a la que él pertenece, celebro sus versos, me los bebo con gusto y con cuidado. ~ Ana C Blum (Editora de Metaforología Gaceta Literaria)