En la última feria del libro de Miami, tuve la grata oportunidad de arribar a “Un puerto llamado libertad”, libro de la escritora colombiana Madeleine de Cubas. Este texto es una colección de cuentos cortos, de una literatura franca, espontánea y sencilla, que tan pronto como se atraca en ella, se hace inminente el recorrido por las ensenadas del ensueño, el amor, el desamor, la magia y lo maravilloso. Un libro en apariencia ligero, pero que desde lo meramente cotidiano sostiene el peso particular de lo literario.

Madeleine de Cubas en la Feria del Libro de Miami, 2012
Madeleine de Cubas en la Feria del Libro de Miami, 2012

A propósito de este recorrido entre habituales orillas y mares encantados, Metaforología se adentra en los puertos verbales de la autora, y acude a su encuentro para conocer un poco más sobre su vida y su oficio.

¿Cuál es el recuerdo más remoto relacionado con la literatura que en este preciso instante acude a la memoria de Madeleine de Cubas?

Fíjate, lo relaté en mi libro de cuentos “Un Puerto llamado Libertad”, bajo el título “Una buena lección”.  La Literatura era mi asignatura favorita desde niña.  Tendría como nueve o diez años y competía por el primer puesto de la clase con una de mis buenas amigas.  Estábamos muy parejas en el puntaje y ella olvidó la tarea, que era escribir un cuento.  Me pidió, entonces, que le escribiera rápidamente uno, para que no le calificaran un cero.  De mala gana le garrapateé un cuento, que estaba segura no podía competir con el mío, mucho más pensado y elaborado.  Resultó que a la profesora el mío le pareció bien, pero el de mi amiga (el que yo le había escrito), le pareció mejor, dijo que era ¡conciso y perfecto!

¿Qué edad tenías y bajo qué circunstancias empezaste a escribir tus primeras ficciones?

Tenía como ocho años y participaba en concursos infantiles, que organizaba el periódico El Tiempo de Bogotá, sobre viajes interplanetarios inspirados en un personaje de las tiras cómicas, creo que se llamaba el capitán Buck Rogers.

Cuéntanos un poco sobre tu travesía personal en el mundo de la literatura, propiamente en la narrativa…

Era una “asignatura” que tenía pendiente, como dije, casi desde que era niña.  Me encantaba leer y, por lo tanto,  soñaba con llegar a ser una buena escritora, algún día.  Pero naturalmente, era consciente de que era una actividad muy difícil de derivar sustento (todavía lo es).  Por ese motivo la fui posponiendo.  Pero la literatura se las arregló para salirme al encuentro, y cuando mi padre murió estaba tan desconsolada que sólo escribiendo empecé a sanar.  No escribo exactamente como desahogo, pero sí puedo decir que durante mis pocas crisis, escribir y leer han sido mis puertos de salvación.

Tu obra se sirve de un lenguaje sencillo y de un estilo directo.  El lector entre tus textos no tendrá que enfrentar trueques inteligibles, encuentros experimentales o estaciones crípticas… ¿Cuáles han sido tus principios y propósito como autora para escoger este camino?

Lo que escribo es un obvio reflejo de lo que soy.  No me gusta recurrir a artificios y a un lenguaje complicado para expresarme, porque mi propósito es llegar a muchas personas, que disfruten lo que yo escribo y que tal vez se identifiquen con algunos de mis personajes y situaciones.  No deseo que nadie se rompa la cabeza tratando de interpretar lo que he querido decir o el mensaje que lleva escondido cada palabra.

En tu biblioteca personal ¿cuál consideras uno de esos libros favoritos a los que siempre te devuelves?

Uno de mis autores favoritos es Héctor Abad Facio Lince y su libro “El olvido que seremos”,  que habla sobre su padre y la relación especial y magnífica que tenía con él.  Leí ese libro, lo releí, y todas las veces lloré y me conmoví profundamente con él.  Me parecía que Abad Facio Lince se había apropiado de mis sentimientos y de mis palabras porque todo lo que él describía, cuando de niño extrañaba y le dolía la ausencia de su papá, era exactamente lo mismo que a mí me ha sucedido en todas las etapas de mi vida, pero sobre todo en la niñez y en la adolescencia.  Yo, como este escritor, a diferencia de la mayoría de los niños que sufren de “mamitis”, sufría de “papitis”, no porque quisiera menos a mi madre sino porque con mi papá hablábamos el mismo lenguaje e inclusive habíamos desarrollado una comprensión mutua, que a veces no necesitábamos ni hablar, y eso es definitivo.

¿Qué puede esperar un lector que decide, entre un mundo tan grande de libros, adquirir uno o varios de tu autoría?

Pues, mira: mis libros, en general, se apartan de la violencia, la tocan sólo tangencialmente, y aunque en ellos se describen situaciones dramáticas las historias tienen mucho de humor y hasta de ironía, algo que para mí es esencial.  Son además, libros llenos de música, porque a mí la buena música me parece que es un alimento del alma.  Por otra parte, tienen que ver con hacer realidad nuestros sueños, pero sobre todo con la pérdida de la inocencia, en el sentido de que a medida que mis personajes maduran adquieren conciencia de que las cosas no son como se las han contado o como se las han hecho creer.

¿Qué autores consideras son tus grandes referentes hasta este momento?

Me encanta, por supuesto, García Márquez, Vargas Llosa, Laura Restrepo, Khaled Hosseine, Rosa Montero, Cortázar, Torcuato de Tena, Jardiel Poncela; son tantos que es imposible nombrarlos a todos.

Sabemos que estás por presentar tú más reciente novela “Los zapatos de Isidro” en la Feria del Libro de Bogotá, uno de los eventos literarios más importantes del mundo hispano.  Háblanos sobre esta reciente novela, adelántanos un poco sobre la historia que en ella se extiende y también sobre tus planes y expectativas en la feria con respecto a este nuevo libro.

Es una novela que tiene como marco la Costa Pacífica de Colombia (Tumaco), y Cali, la capital de la salsa.  El protagonista, Isidro, es un muchacho ingenuo, que baila este ritmo y toca las tumbadoras y desde niño ama la lectura, y sueña con tener un par de zapatos.  Su despertar al sexo y a la vida lo hace de la mano de una experimentada y bella modelo de Cali, que le abre las puertas de un mundo tentador y desconocido, de donde él no sabe si saldrá incólume.

Sobre mis planes y expectativas, te diría que mi propósito es darme a conocer en mi país natal y también dar a conocer mi país más allá de sus fronteras.  Sobre todo, hablar de temas distintos al narcotráfico y a  la violencia que, tristemente, han sido el eje central de nuestra literatura y la imagen con la que se asocia a Colombia.  Considero que ya es suficiente, y que la sociedad debería estar saturada de temas tan escabrosos que sólo nos producen dolor y vergüenza a los colombianos.

¿Hacia dónde anhela llegar la escritora Madeleine de Cubas; y cuáles son sus próximos proyectos literarios?

Tengo otra novela en el tintero “Una novia perfectamente virgen”, que sin duda será mi próxima publicación, pero primero debo abrirme camino en un mundo hostil con los escritores que deseamos hacernos a un nombre.  Sé que no es una ruta fácil y ya le he hecho frente a uno que otro chasco, pero creo que todo es parte del aprendizaje y que los tropiezos en lugar de achicarnos deben contribuir al crecimiento.

Finalmente, qué responderías a todos aquellos que se preguntan -neciamente- : ¿para qué sirve la literatura? , y ¿por qué existimos los escritores?

Les diría que la Literatura sirve para darle sentido a la vida, porque en ella suceden cosas inverosímiles y dolorosas, que si no existiera la literatura tendríamos que inventárnosla.

Editor©Metaforología.com