Lizette Espinosa
Lizette Espinosa

La primera vez que la vi fue en la Feria del Libro de Miami, en el año 2012. Todo en ella gritaba poesía: su rostro escapado del mundo, sus ojos olvidados entre metáforas, sus ademanes hechos de aire. Ella sostenía sus poemas, o más bien parecía que ellos la sostenían a ella, para no dejarla diluirse, para no dejarla evaporarse.

Es cierto aquello que un día alguien me dijo: a veces uno reconoce a un poeta solo con mirarlo; y con Lizette Espinosa (Cubana, 1969) pasó así. Ella es una poeta torrencial, basta entrar en algunos de sus versos para quedar empapado de conmoción. Su poesía es un alfiler de oro, hermoso, mas no por ello menos doliente, porque su palabra entra hondo, y el dolor que causa es un dolor que la voz se ha propuesto provocarlo con belleza, desde lo tenue y aladamente lírico.

Hay tanta emoción emancipada entre sus versos, emoción que arrastra y no suelta; y la aparente sencillez de sus líneas guarda revelaciones abisales que son encuentros impostergables; instancias que no dejan escapatoria, porque una vez se es parte de ellas, estas inefablemente se perpetúan como olas en el espacio de la memoria.

Más que hablar de los versos de Lizette Espinosa, hay que vivirlos, por lo tanto aquí los dejo con una muestra de los mismos, para que puedan entrañarse en sus palabras, con esos “pies que han olvidado andar sin el peso de los miedos” y entre aquella “sal en los labios, aliñando el recuerdo”. ~ Ana Cecilia Blum

 

A DESTIEMPO

De la piedad renace este día
de infinito sobresalto.
La compuerta se abre y
no atino a moverme,
mis pies han olvidado andar
sin el peso de los miedos.
La levedad asusta,
y el júbilo humedece de
temores a unos labios
resecos de silencio.
Es preciso que el sauce
llore sobre mis hombros
los secretos del mundo,
y el duende me confíe
la llave de los tiempos.
Para encontrar a aquella
que yo era, antes que
anocheciera.

 

LA HABANA

La Habana es hembra de
ventanas abiertas
que seducen al viento.
Es girasol cargado de
plegarias a una Oshun
que danza entre lamentos.
La Habana es negra
del ocaso impuesto.
Es balcón insinuante.
Es sol en el mechero.
Es la sal en los labios
aliñando el recuerdo.
Es el álbum de fotos.
Es adiós y amuleto.
Es pila de bautismo.

Es donde duermen,
padre, tus huesos.

 

SER Y ESTAR

Cerrar, abrir los ojos.
Creer que lo que veo
está ocurriendo.
Eso que me deslumbra
y que también me mira,
del otro lado del viento;
con célibes verdores
y luces matinales
rodeándome en silencio.
Cerrar, abrir los ojos.
Parpadear otra vez
mi desconcierto.
Y sentir que es verdad
que estoy despierta, y viva.
Naciendo en otro día
desnuda y sin aliento.

 

ESPEJISMO

Te pienso, te veo.
Y estás, y siempre vas
aunque yo nunca llego.
Te sueño, me sueño.
Y voy y no te encuentro
porque ya estabas dentro.
Visceral y palpable.
En todos mis destinos,
en mis manos, mis cruces.
En el sorbo que bebo
y que a su vez me bebe.
En el fondo más hondo
de todos los espejos.
En todos mis relojes
que sobornan al tiempo.
Y no ves lo que veo,
ni sueñas lo que sueño,
pero vas y me alcanzas
en el agua que borra
de mi cara este ensueño.

 

UN MINUTO TRAS OTRO

El segundo minuto es igual al primero,
el tercero tropieza contra el vidrio y
rebota en mi rostro, muchos años más viejo.

De la ballesta escapa la flecha
amordazada, y no se escucha el grito.
Se ha clavado en el péndulo del
reloj de pared donde ya nadie habita.

La luna es un recuerdo guardado en una caja
que nunca más se ha abierto.
Duermen en ella luces de bengala,
a solas con mis ojos que se han quedado dentro.

 

Lizette Espinosa. Poeta. Nacida en La Habana, Cuba, en 1969. Actualmente reside en Miami, Florida.