10 POEMAS DE CARLOS AGUASACO

 

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El bufón y su sombra: palabras dichas en voz alta

Yo, como todos los poetas, sufro de tristeza,
de contradicción y locura
y hasta un poco de sarna.
Yo, como todos los poetas, voy por ahí pensando en voz alta,
digo una y otra cosa
y levanto mi copa en las tabernas,
cantinas, bodegas, barras, pulperías, colmados y tascas.

Yo, como todos los poetas, conozco el hambre y el camino,
y allí, entre el camino y el hambre, me acobija la memoria
el recuerdo de unos versos,
quizá cantados por otro
el abrazo de unos versos,
quizá robados a otro
que entre cadencias de aire
al paso dilatan mi sombra.

Yo, como todos los poetas, he perdido un amigo
aunque de esto nada he de decir pues es pública noticia
que en los depravados invita la risa o la malicia
y hace llorar al bufón, al arlequín que me habita,
desde que vine a esta isla.

 

3

El aroma del vino es el mismo a ambos lados del atlántico.
Esta garganta no encuentra sosiego, ni refugio,
en ningún rincón de la noche.
El cielo, cobija de estrellas, se desliza en sentido contrario a mis pasos.
Cada mañana me levanto con la misma miseria,
el mismo sabor rancio en la garganta, la misma sed
y este olor a cuerpo envejeciente,
este olor a almizcle que se hace más fuerte al medio día,
este olor que hace olvidar la gravedad que habita el corazón de la tierra
y anima a refugiarse en el vacío.

 

Del buen sentido

De una tela de Cesar Vallejo

Debo decirte madre,
Que existe un lugar en el mundo al que todos llaman Nueva York
Un lugar alto y lejano y aún más alto
Más alto que la iglesia en el cerro de Monserrate y sus palomas sonámbulas
Más alto y lejano que el volcán en que pereció nuestra especie
y sus cenizas azules quemando nuestros rostros mestizos
Más lejano que yo mismo cuando fui a París a visitar a Vallejo
Más alto que Vallejo que ahora valleja a ras tierra
Alto y lejano como yo, visto desde abajo
Cuando salto desnudo a nadar en el Hudson
y encuentro inmigrantes tratando de alcanzar la costa
Sus cuerpos sin vida me llaman desde el fondo
Y yo les hablo de ti, madre
de la mariposa que se fue de tu vientre
del día en que soñaste que yo era un enano
Madre, este lugar en el mundo al que todos llaman Nueva York
No es París, pero tiene una dama francesa que le sonríe a Europa
Al otro lado del teléfono, mi madre me desea primaveras
Y aquí florecen las margaritas de plástico y sonríen las chicas con tetas de goma
Madre, no me ajustes el cuello para que empiece a nevar, sino para que cese de nevar
Déjame vagar por esta isla soberbia entre las luces del Show Business
Embriagarme a solas con tu ausencia y comienza a vivir cansada de mí
Ausente de mí, vacía de mí, sorda de mí, ciega de mí, muda de mí, insomne de mí
Bajo esta muralla de sombras
yace un Titanic de granito y un niño que llora en los trenes subterráneos
La madre de otro hombre lo despierta y se acuesta en su cama
Nosotros madre, somos de otro tiempo
Nuestra piel es cuero de tambor y jamás perderemos el acento.

 

Cumplo años

La ciudad me llama
corro hacía ella, con los brazos abiertos
vengo a crucificarme en sus esquinas
a caer de rodillas en sus escaleras eléctricas
a gritar mi nombre entre la multitud
que camina hacia su lugar de trabajo
Espero que alguien me reconozca y se detenga
a preguntar por mis días en la infamia
los años que he pasado entre trenes y aeropuertos
entre hoteles de segunda y pensiones de barrio
Grito mi nombre como quien escribe un mensaje en una botella
y lo arroja a la basura para reencontrarlo
como una etiqueta de cerveza importada
Grito mi nombre y con el puño en alto
inicio una arenga a mí mismo
¡Continúa! ¡Continúa! Me repito y me aplaudo
Manhattan, amante entrada en los cuarenta, abollada y sucia
Manhattan, halitosis de vodka y la promesa del placer
pasa junto a mí y me hace un guiño
corro hacia ella con una botella en la mano
quiero amarla en todas sus esquinas
decirle mi nombre al oído e intentar que no lo olvide
escribir su nombre en una botella y lanzarla al Hudson
dormir junto a ella y soñar que juego
en el patio donde mi abuela criaba sus gallinas
soñar que amé mi ciudad natal
mi pueblo escondido entre las piernas de Manhattan.

 

Oración

Que la ciudad se rinda
que la ciudad se rinda y hable mi lengua materna
implora el inmigrante
y la ciudad se rinde y le habla la lengua de los brazos
Trabaja -le dice.
Vine a Nueva York para consumirme
arder como una bujía desde la punta de los dedos
arar moviendo cajas, cultivar abriendo latas,
cazar animales salvajes en el supermercado
construir mi choza en nueve metros cuadrados
y leer a Rimbaud en inglés
Hay que ser absolutamente neoyorquino
y olvidar que existe el tiempo libre
Hay que ganar un dólar por minuto
y gastarlo al minuto siguiente
Y pasan
el carro de supermercado que hala a una anciana hacia las cajas registradoras
la goma que las chicas usan para templarse al pelo
los pantalones con bolsillos en las rodillas
las cadenas de oro, los zapatos tenis y las chaquetas
con las que algunos soportan la pobreza y los veranos intensos
y el inmigrante reciente que trata de masticar la lengua
el que pierde un diente buscando trabajo
el que pierde todos los dientes a causa del trabajo
el que miente acerca de su status migratorio
el que deja que le mientan y ahorra unos penies
La chica que deja a su novio troglodita y se enamora del ciudadano
el joven que traiciona a su mujer con la anciana del cuarto piso
el que llama a su casa desde su casa
el hijo que conoce a su padre por teléfono
Vine a Nueva York para consumirme
arder como una bujía desde la punta de los dedos
y sonreírle a este invierno que sopla
gigante infinito que me persigue entre túneles

 

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POEMA LXXV

Ya soy enemigo de Amadís de Gaula y de toda la infinita caterva de su linaje; ya me son odiosas todas las historias profanas de la andante caballería; ya conozco mi necedad y el peligro en que me pusieron haberlas leído; ya, por misericordia de Dios, escarmentado en cabeza propia, las abomino.
(Don Quijote)

Aunque de todo mi seso se han extinguido las ínfulas de caballero andante
aunque el aire reposa sin el peso de mi espada y los campos añoran el galope de mi rocín
aunque la forma de mi cuerpo se ha desvanecido de la hierba que me dio abrigo
aunque sé que mi nombre anda impreso por las indias y los conquistadores lo enseñan a
cada pueblo que derrotan, o acribillan
aunque todo en mi vida es una contradicción y una sucesión infinita de desencantos
y aunque todos los hechizos se han hecho ineficaces por la fuerza de la razón
admito que me gustan tu rostro desdentado, tu espalda contrahecha
tu nariz chata y tus viruelas, Aldonza Lorenzo.

A solas sueño con tu cintura de tonel y con tus brazos de gigante levantando un hacha,
me veo junto a ti por los caminos,
correteamos ovejas y cantamos las canciones que aprendí del Caballero de la Blanca Luna.
Sueño con un niño rechoncho que crece en tu vientre,
Un crío de manos anchas que me llama padre.
Los tres, hemos construido una pequeña estancia en la mitad de esta tierra árida y sin nubes
Afuera, el niño juega con mi adarga y trata de montar a Rocinante saltando desde un árbol
Adentro, mi cuerpo entra en tu cuerpo y desaparece entre el volumen de tus pechos y tu carne húmeda
Como un minero cavo dentro de ti, escarbo hasta el centro de ti,
Sé que hay otro niño que vive allí dentro con una mano herida y una pluma en la otra
Otro crío contrahecho
Otro enemigo de Amadís de Gaula y de toda la infinita caterva de su linaje
Un niño con una sonrisa que resuena por los siglos
Un crío que le contará al mundo quien soy
Un crío que antes de nacer ya conoce el tormentoso camino que me trajo hasta tu lecho.

 

TU VOZ ES MI VOZ Y ES LA DE TODOS

“Mienten, Julia de Burgos. Mienten, Julia de Burgos.
La que se alza en mis versos no es tu voz: es mi voz”
(“A Julia de Burgos” por Julia de Burgos)
Del libro Yo misma fui mi ruta (1938)

Mienten, Julia de Burgos. Mienten
anuncian la igualdad en el papel pero van por ahí prodigando diferencias
y en las trastiendas se ufanan de sus propiedades y la seda de sus corbatas
Mienten, Julia de Burgos. Mienten
y su mentira es de piedra como la risa sardónica de un dinosaurio
Mienten, Julia de Burgos. Mienten
con mentiras de aire que van al aire y se propagan en la peste del olvido
Mienten, Julia de Burgos. Mienten
nada saben de La mujer ante el dolor de la patria
nada saben de La mujer ante el dolor de la patria
nada saben de La mujer ante el dolor de la patria
Mienten, Julia de Burgos. Mienten
si pudieran, volverían a dejarte morir en las calles de Harlem
si pudieran, volverían a arrojarte en una tumba sin nombre
si pudieran, quemarían la bandera monoestrellada que llevas zurcida en el alma
Mienten, Julia de Burgos. Mienten
pero su mentira es impotente y eso los enfurece
su mentira es impotente y eso los castra
su mentira es impotente y eso los humilla
Mienten, Julia de Burgos. Mienten
pero su esfuerzo es inútil frente a tu voz que es mi voz y es la de todos.

 

Las muertas de Juárez

[Poema compuesto con la lista real de los nombres de las víctimas de feminicidio reciente en ciudad Juárez, México]

¿Qué sabes de Adriana, Aída, Alejandra, Alicia, Alma, Amalia, Amelia o Amparo? ¿Qué sabes de Ana, Apolonia, Araceli, Aracely con i griega o Bárbara? ¿Qué sabes de Bertha, Blanca, Brenda, Brisa, Carolina, Cecilia, Celia, Cynthia, Clara, Claudia o Dalia? ¿Qué sabes de Deisy, Domitila, Donna, Dora, Elba, Elena o Elsa? ¿Qué sabes de ellas, de alguna de ellas o de Elizabeth, Elodia, Elva con uve, Elvira, Emilia o Eréndida? ¿Qué sabes de ellas, de alguna de ellas, de sus muertes, de sus últimas palabras o de Erica, Erika con Ka, Esmeralda, Estefanía, Eugenia, Fabiola, Fátima, Flor o Francisca? ¿Qué sabes de ellas, de alguna de ellas, de sus muertes, de sus últimas palabras, de sus llamados de auxilio, del hilo de sangre con que llevaban el alma atada al cuerpo o de Gabriela, Gladys, Gloria, Graciela, Guadalupe, Guillermina, Hester con su hache invisible en el aire o de Hilda? ¿Qué sabes de ellas, de alguna de ellas, de sus sueños, de sus recuerdos, de su recuerdo, de sus lápidas o de Ignacia, Inés, Irene, Irma, Jacqueline, Jessica con doble ese y sin acento, Juana, Julia o Julieta? ¿Qué sabes de ellas, que cualquiera de ellas, de los ojos que lloran su ausencia o de Karina, Laura, Leticia, Lilia, Liliana, Linda, Lorenza, Lourdes, Luz o Manuela? ¿Qué sabes de ellas, de la más joven de ellas, de sus manos juntas como en oración buscando la paz de la justicia o de Marcela, Margarita, María, María, María, María, cuarenta veces María? ¿Qué sabes de ellas, de alguna de ellas, de sus memorias, de sus sonrisas acalladas con violencia o de Maribel, Maritza, Martha, Mayra, Merced, Mireya, Miriam o Nancy? ¿Qué sabes de ellas, de la más baja de ellas, de sus zapatos con lodo, de su relicario de plata, de su mano entre abierta y levantada como para saludarte o de Nelly, Nora, Norma, Olga, Otilia o Paloma? ¿Qué sabes de ellas, de todas ellas, de la primera de ellas, de su sombra en la tierra, de su corazón roto tres veces y a la vez treces veces zurcido con llanto o de Patricia, Paula, Paulina, Perla, Petra o Raquel? ¿Qué sabes de ellas, de la segunda de ellas, de sus primeros pasos, de sus muñecas, de su espejo de azogue o de Reina, Rocío, Rosa, Rosa como en un coro de Rosas, Rosalba, Rosario o Sandra? ¿Qué sabes de ellas, de la más vieja de ellas, de sus primeras letras, de sus gastos, de sus deudas o de Silvia, Silvia y Silvia, Sofía, Soledad, Sonia, Susana o Teodora? ¿Qué sabes de ellas, de la más alta de ellas, de sus tortillas, sus tacos, de su mole, de sus chiles rellenos o de Teresa, Teresita, Tomasa o Vanesa? ¿Qué sabes de ellas, de la más solitaria de ellas, de su talismán, de su tatuaje, de su marca de nacimiento, de la cicatriz de un parto o de Verónica, Verónica la otra, la otra Verónica que no es Verónica, Victoria, Violeta, Virginia, Viridiana o Yésica? ¿Qué sabes de ellas, de la más alegre de ellas, de sus canciones, de sus polleras, de su cumpleaños, del día de su santo, de sus mañanitas o de Yolanda, Yolanda, Zenaida o Zulema? ¿Qué sabes de ellas –dime-, de todas ellas, de cualquiera de ellas, de sus dolientes, de sus amigos, de sus hermanos, de sus hijos, de su bautismo, de sus nombres o de la mujer sin nombre que ha muerto más de setenta veces, de la mujer sin nombre que -¡ay! ¡ay! ¡ay! ¡ay! ¡ay! ¡ay! ¡Dios mío!- sigue muriendo en Juárez sin que nadie haga o diga nada?

 

YO

Este soy yo,
Un fragmento de mi rostro entre los escombros del World Trade Center
mi cara entre la multitud
Un punto negro en las graderías del estadio
un detalle de mi dedo pulgar señalando hacia el Atlántico
mi nombre en la guía telefónica
mi nombre en un cheque sin fondos
La voz de un enano en un coro de gigantes
Un pasaje de avión que no cubre el regreso
el rastro de mi pie en una silla del metro
la última letra de mi nombre impresa en una revista
mi nombre en una lista de la escuela

Todas las cosas que señalan hacia mí
La silueta blanca que rodea mi foto en el pasaporte
Mi huella digital en un vaso con whiskey
El susurro de mi nombre en un cuarto cerrado
Y dos ojos que lloran mi ausencia

Este soy yo,
Todo lo que no me abarca
Todo lo que no me cubre
El aire que desplaza mi cuerpo al caminar
El humo con forma de pulmones y tráquea
En que se convierte mi cigarrillo
La forma de mi torso entre las sábanas de un hotel
Las personas que pasan junto a mí sin tocarme

Un ejemplo de sustitución culteranista
Una cita en un ensayo de Sarduy
Un montón de oraciones sin sujeto
Una licencia de conducir en blanco
Todas las piedras lanzadas hacia mí
Y desde mí
Las gotas de agua que chorrean del paraguas
Todo lo que no me abarca
Todo lo que no me cubre
Y dos ojos que lloran mi ausencia.

 

Parque

El poema es un recurso de la piel
abrigo de huesos y el corazón que late
nací para llorar a cántaros y sentarme en los parques
la lectura en voz alta es hija del poema que se prolonga en el aire
Nueva York juega a ocultarse bajo el sol de la tarde
Soy un bulto sobre el césped que mira las palomas volar en círculos
El tren elevado marca el paso de los minutos en intervalos de a siete

Vengo hasta aquí para sentarme en silencio

Si fuera un árbol mis ramas harían una pirueta en busca de luz entre los
edificios
Si fuera un árbol mis raíces serían el remedo de esa pirueta

Me quedo inmóvil hasta que una paloma me caga la cara
Y me río
porque también me sé reír a cántaros

La piel escucha el poema y se eriza con sus acordes
La lectura en voz alta le rasca la espalda al viento
Y el tren, que allá viene, hace inaudible la siguiente línea

 

 

Carlos Aguasaco
Carlos Aguasaco

Carlos Aguasaco Ph.D. (Bogotá, 1975). Vive y escribe en Nueva York desde 1999. Carlos Aguasaco es una de las figuras más reconocidas de nueva poesía hispana dentro y fuera de los Estados Unidos. Sus poemas han sido incluidos en numerosas antologías y traducidos a una variedad de lenguas entre las que se incluyen el inglés, el árabe, el alemán y el portugués. Aguasaco es profesor de Estudios Culturales Latinoamericanos en The City University of New York. Fue director del programa de maestría en “The Study of The Americas”. Doctor en lenguas hispanas y literatura (Stony Brook University), Master en literatura (The City College of New York CUNY), Profesional en estudios literarios (Universidad Nacional de Colombia). En 2010 recibió el premio India Catalina dentro del Festival Internacional de cine de Cartagena de Indias. Dirige y organiza, junto a Yrene Santos y Carlos Velásquez, The Americas Poetry Festival of New York (poetryny.com). Dirige la editorial Artepoética Press (Artepoetica.com) y su sello académico Escribana Books (Escribanabooks.com). Es coeditor de siete antologías, entre ellas están: Multilingual Anthology: The Americas Poetry Festival (2015); Festival Latinoamericano de poesía ciudad de Nueva York  (2013) y  Ensayos sin frontera (Estudios sobre narrativa hispanoamericana) (2005). Ha publicado los libros de poemas: Conversando con el Ángel (2003), Nocturnos del Caminante (2010), Antología de poetas hermafroditas (2014), Poemas del metro de Nueva York (2014) &  Diente de plomo (2016). Es autor del libro de estudios culturales: ¡No contaban con mi astucia! México: parodia, nación y sujeto en la serie de El Chapulín Colorado (2014).

 

 

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ana-cecilia-blumNota de la Editora: Otro gran descubrimiento poético en lo que va de este año ha sido leer los poemas de Carlos Aguasaco. Qué emoción tan ancha me reviste al ir asiéndome de sus versos. Poesía que entinta la historia del migrante, las cicatrices del desarraigo, la pérdida del suelo primigenio; poesía que también denuncia y acomete con una sutiliza codiciable. Me siento identificada con los poemas de Aguasaco, su paso errante, su caminar por tierras con lenguas extrañas, el recuerdo de una vida ya perdida en otras latitudes, su “pueblo escondido entre las piernas de Manhattan”. Fuertes son sus versos y fuertes también los temporales que procuran adentro. Me he quedado con ganas de más, esas ganas que avivan los poemas armados con la intensidad de las confesiones vitales y las perforaciones autobiográficas, cuando van dejando sus huecos profundos –dolorosos y bellos- en la memoria de quien los lee. Quiero seguir el transitar de este poeta, que como todos los poetas “también sufre de tristeza, de contradicción y locura, y va por ahí pensando en voz alta”. ~ Ana Cecilia Blum (Editora Metaforología Gaceta Literaria)